Pascal Beltrán del Río
2016-06-21
Ciudad de México– Al amanecer del sábado 11, la lucha de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación (CNTE) contra la Reforma Educativa parecía condenada al fracaso.
A finales de mayo, el pequeño plantón en la avenida Bucareli, a 200 metros de la Secretaría de Gobernación, había sido reubicado a fuerza en la Plaza de la Ciudadela.
Ahí quedaron los maestros, condenados al desgaste, convirtiéndose en molestia sólo para los vecinos y los adultos mayores que, desde hace años, bailan danzón los viernes.
El 3 de junio trataron de marchar al aeropuerto, pero fueron encapsulados por granaderos. Para ellos, ni Zócalo ni Plaza de la República. Si querían, podían quedarse en la Ciudadela.
Luego vinieron las elecciones del 5 de junio. La alianza con Morena no dio para mucho en Oaxaca. El PRI había recuperado la gubernatura y la supuesta convocatoria de la CNTE no se notó en las urnas.
Ante ese panorama, el Gobierno federal no veía razón alguna para retomar el diálogo con la Coordinadora, suspendido varios meses atrás.
Las partes en conflicto habían sido terminantes: la CNTE quería negociar la derogación de la Reforma Educativa y el gobierno insistía en que nada había que hablar sobre ese punto, porque ya era ley.
Parecía que todo concluiría en un diálogo de sordos, con una Coordinadora disminuida en la Ciudad de México –sin capacidad económica de traer grandes contingentes a la capital– y atrincherada en los estados donde es más fuerte, principalmente Chiapas y Oaxaca.
Pero el fin de semana del 11 y 12 de junio, ocurrieron eventos que hoy explican la escalada del conflicto, que ha pasado de ser simplemente magisterial a ser otra cosa.
La detención de sus líderes, Francisco Villalobos, secretario de organización de la Sección 22, en el Istmo de Tehuantepec y de Rubén Núñez, secretario general del mismo seccional, en Ecatepec, dio a la Coordinadora un nuevo plan de acción, que llevó a cabo bloqueando carreteras en Oaxaca.
El sábado 11, sin tener noticias de esas acciones, la guerrilla del Ejército Popular Revolucionario (EPR) emitió un comunicado en el que expresó su rechazo al proceso electoral, que calificó de “farsa”, así como su apoyo a los profesores.
En medio de una disquisición ideológica digna del más rancio comunismo y la Guerra Fría, el EPR –que cumple 20 años de vida la próxima semana– clavó estos párrafos que resultan clave para entender lo que pasa en Oaxaca:
“La militarización y la represión se acentúa donde existe mayor inconformidad y protesta popular al régimen, ésa es la respuesta de la actual junta administrativa, una exigencia de la oligarquía y los monopolios de la comunicación.
“El movimiento magisterial popular es objeto de esta política de Estado que ha estado preparando la ruta de la represión con el linchamiento mediático y la criminalización de su lucha y legítimas demandas (...)
“A estas alturas se cierne con mayor peligro la espada de la represión sobre el movimiento magisterial popular, como una venganza política (…) por haber desenmascarado al régimen como autoritario y antidemocrático (...)
“Las calles y plazas públicas son del pueblo, no de los políticos de oficio, mucho menos de los administradores del régimen, negar su uso para la lucha popular constituye parte de la represión y la apología de la propiedad privada.
“La negativa al diálogo por el gobierno constituye cerrazón política, expresión autoritaria y un ultimátum para reprimir, con tal amenaza se persigue desmovilizar y dividir al magisterio democrático y al pueblo que apoya su lucha por ser de él.
“Ante la amenaza de la escalada represiva, ingenuo sería no tomar medidas de protección individual y colectivas; los símbolos de la resistencia –capucha, paliacate, pasamontañas, el machete, el palo…– son necesarios y constituyen necesidad política para elevarlos como parte de la autodefensa de las masas, que de la creatividad de éstas surjan las formas organizativas para generalizar la autodefensa armada del pueblo”.
En los siguientes días, organizaciones afines al EPR, desplazarían a los maestros de muchos de sus 37 bloqueos carreteros en Oaxaca y los privarían de su táctica de estirar y aflojar la liga.
La CNTE, rebasada por la ultraizquierda.