Opinion

Proteccionismo

Sergio Sarmiento

2016-06-21

Nueva York– Donald Trump amenaza con imponer aranceles extraordinarios a las importaciones de México y China. Hillary Clinton, presionada por los sindicatos y la necesidad de conseguir votos, cuestiona también el libre comercio. Ninguno pretende ser coherente. Las empresas de Trump maquilan productos en el extranjero. Hillary se opone hoy al Trans-Pacific Partnership, TPP, pero lo respaldó cuando estuvo a cargo de la política exterior de Estados Unidos. Los dos buscan el voto fácil de un electorado al que le han hecho creer que el comercio daña en vez de beneficiar.
El argumento de los proteccionistas supone que el comercio es un juego de suma cero, una ecuación en la que lo que pierde un lado lo gana el otro para dar una suma de cero. El comercio, sin embargo, es radicalmente distinto. Cada transacción es diferente, y bien puede haber muchas con un ganador y un perdedor, pero en el agregado todos ganan. Algunos se benefician porque venden sus productos, la mayoría porque tienen acceso a productos más baratos y de mejor calidad.
El Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN) que tanto Hillary como Trump quieren derogar es un ejemplo claro. Los proteccionistas han tratado de presentarlo como un fracaso. Trump afirma que “NAFTA ha sido un desastre. [México va] a ser la capital de los automóviles muy pronto” (CNN, 28/6/15). Para Clinton el TLCAN “ha dañado a muchos trabajadores estadounidenses” (foro de la AFL-CiO, 2007). El periódico mexicano La Jornada sentenciaba el 31 de diciembre de 2013 “El TLCAN, 20 años de pesadilla, ONG”.
La verdad es que el TLCAN ha cumplido con generar más comercio e inversión para producir prosperidad. “En 1993 el comercio trilateral en la región norteamericana era de 288 mil millones de dólares. En 2014 nuestro comercio total trilateral de mercancías era de 1.2 billones de dólares, un aumento de 3.9 veces en dólares de Estados Unidos”. Las inversiones entre los tres países han crecido también. El producto interno bruto agregado de los tres países ha pasado de 8 billones de dólares en 1993 a 20 billones en 2014. Quizá lo más importante es que “hemos aprendido a hacer cosas juntos. Por ejemplo, más de la mitad de las exportaciones de manufacturas canadienses a Estados Unidos son productos intermedios” (Global Affairs Canada, international.gc.ca, “Trade Agreements”). Según Christopher Wilson del Wilson Center de Washington, “el 40 por ciento del contenido de las importaciones mexicanas de Estados Unidos fue fabricado originalmente en Estados Unidos” (“Working Together”, 2011).
Derogar el TLCAN generaría pérdidas enormes para los tres países, pero ha sido tan fuerte el golpeteo contra el libre comercio que es muy fácil ganar votos criticándolo. El proteccionismo, de hecho, siempre ha tenido consecuencias negativas para productores y consumidores. Quizá el mayor ejemplo histórico fue el Smoot-Hawley Tariff Act de 1930, un aumento artificial de aranceles en Estados Unidos como el que propone Trump, el cual provocó una oleada de represalias proteccionistas que hicieron que se desplomara el comercio global. Ésta fue una de las razones más importantes para que el desplome bursátil de octubre de 1929 se convirtiera en una profunda depresión internacional.
La historia nos muestra que los tiempos de mayor libertad de comercio son también los momentos de mayor prosperidad. El proteccionismo destruye valor. Pero los políticos recurren a él porque gana votos. Siempre es popular culpar a los extranjeros de los problemas que uno provoca.

Precios bajos
En el comercio no sólo gana el exportador sino también el consumidor. La disponibilidad de productos mejores y más baratos en México ha sido más eficaz en la lucha contra la pobreza que el gasto gubernamental.
Twitter: @SergioSarmiento
 

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