Opinion

… Y en el estado ¿quién piensa?

Luis Froylán Castañeda/
Analista político

2016-06-18

Si usted firma esa acta, mañana mismo pierde la patente, le dijo sin vacilar Jorge Mazpúlez a un notario proclive al PAN. Cuentan que el notario en cuestión, cuyo nombre me reservo por que no conozco la versión platicada desde su óptica, vaciló ante la severa amenaza, pero al fin dobló las manos.
Se trataba de un incidente electoral en la jornada del 86, cuando Francisco Barrio y Fernando Baeza competían por el Gobierno del Estado, durante la mítica jornada del Verano Caliente.
Sucedió que impertinentes operadores electorales del PRI desfondaron las urnas preñadas, las que luego cambiarían por las originales, donde la gente había votado, obviamente cruzadas por el partido chapucero.
En aquellas épocas Mazpúlez ejercía control absoluto sobre el colegio de notarios. Durante las elecciones los reunía a todos y no atendían ningún llamado, a menos que lo decidiese el legendario abogado. Había control, eran los tiempos del partido hegemónico, cuando todo y más se valía.
Hace días me platicaron lo que hicieron en las elecciones pasadas, las de junio cinco, para garantizar el triunfo.  Francamente tenía dificultades para creerlo, pero la versión era consistente con los hechos, de modo que por más rupestre que pareciera guardaba credibilidad.
Los informados dentro del PRI sabían que la elección no sería un paseo por el parque, sus números duros, los que no hacen circular como instrumento de propaganda, les hacían dudar de la victoria.
A diferencia de lo que las encuestas públicas decían, ellos tenían información maciza sobre la tendencia electoral desfavorable a su partido. Estaban preocupados por la condición azarosa del resultado.
Frente a esa realidad de alarma, una mente perversa fuera de Chihua-hua tuvo la gran ocurrencia de apelar a las peores prácticas del priismo, como si estuviesen en los años setentas, anteriores a las urnas preñadas.
Resolvieron inhibir el voto a la vieja usanza, colocando cabezas de cerdo en las casillas proclives al PAN ¿las recuerda, amable lector? cerrar las puertas con candados o soldadura en escuelas cuyas casillas perdían tradicionalmente, y en algunos  casos derramar cascajo sobre la puerta.
En Chihuahua no hubo cascajo, pero sí puertas encadenadas o soldadas. Pero en Durango llevaron el librito negro al extremo, mismo que –por cierto– no les sirvió absolutamente para nada, pues también perdieron.
La promotora de esa estrategia fue la principal asesora de Enrique Serrano, Gisela Rubach, supuestamente de relación directa con Enrique Peña Nieto, vaya usted a saber, Salinas dijo algún día que eso era política ficción. Ajá.
Este oscuro personaje tenía información de la complicada situación electoral, y cuando se le acabaron las ideas ordinarias para hacer ganar a sus candidatos –eran varios, no sólo Serrano– apeló a las peores costumbres de ese partido.
Además de las linduras para desalentar el voto en las casillas habitualmente ganadas por el PAN, los mapaches del PRI tuvieron la gran genialidad de buscar a los presidentes de casillas insaculados por el IEE, o el INE no sabe uno dónde quedó la bolita, para comprarles votos.
Cómo la ve, ofrecieron entre diez y veinte mil pesos por cierta cantidad de las boletas, mismas que después utilizarían en otras casillas, una vez votadas por el PRI. En los hechos se trataba de un moderno carrusel.
De esa manera hubo votos adicionales en algunas casillas, las que sus volantas depositaron oportunamente, mientras que en otras faltaban, correspondientes a las que los presidentes del PRI amablemente y por la módica cantidad de 15 mil pesos, más o menos, entregaron.
Hasta donde llevó el hilo, ese operativo lo encabezó en Chihuahua un ínclito diputado federal priista, uno vinculado a Patricio Martínez y Alejandro Cano, que se hace pasar como priista moderno. De tener más datos soltaría su nombre, pero como todas las cosas clandestinas, es difícil encontrar pruebas concluyentes.
En Ciudad Juárez, donde según mis fuentes hubo más compras de votos, el operativo lo habría puesto en marcha el propio Teto Murguía, quién sabía en el fondo de su corazón la enorme dificultad para ganar.
¿A qué viene el comentario de los perversos mapaches, siendo que sus triquiñuelas de nada sirvieron para ganar la elección, pues como quedó claro la noche del cinco de junio, los votos mayoritariamente fueron contra el PRI?
La respuesta es sencilla, el PRI alega 171 mil votos de más en las casillas de la entidad. Probablemente en eso basan la impugnación presentada hace días por Memo Dowell, intentando anular la elección.
Dado que realmente conocen la existencia de irregularidades, con los argumentos que ellos mismos pusieron en marcha para garantizar su triunfo, intentan hacerlos valer legalmente para descarrilar el proceso.
Desde ese punto de vista la teoría de los 171 mil votos es un burdo blof alimentado por la desesperación del PRI que, como todo mal  perdedor, encuentra excusas e inventa elementos para justificar su derrota.
En serio, asimílenlo, déjenla pasar, hay que mostrar dignidad, la dignidad en la derrota es la primera condición para encauzar sus acciones hacia la elección que viene, lo cual sucederá en apenas dos años.
En junio del 2018 elegiremos otra vez presidentes municipales, 22 diputados locales, síndicos, nueve diputados federales, dos senadores y un presidente de la República. Esa sí que será, la madre de todas las elecciones, el PG asoma su negra sombra sobre el país.
Me resulta patético lo que sucede en Chihuahua; los ganadores siguen en campaña y los perdedores no asumen la realidad. ¿… Y en el estado quién piensa? ¿Hay alguien ocupado en los problemas de la entidad? Por lo visto no.
Javier Corral sigue actuando como candidato, siendo que ganó la elección. Está convencido de poner en la cárcel a César Duarte y evitar, a como dé lugar, más endeudamiento público.
Perfecto, hizo su campaña apoyado en el ofrecimiento de cárcel “al gran corrupto” y no más deuda para los chihuahuenses. Por lo tanto es normal que una vez ganado mantenga su discurso. Es su propósito y nadie se lo discute, que Duarte se defienda política y legalmente, nadie pide que entregue su zalea sin pelear, es además atravesado, intentará todo para salirse con la suya.
Pero como dice Mario Tarango, si lo castigaste de obra, no lo castigues de palabra.
Con lo anterior pretendo explicar que Javier debe hablar menos y obrar más, dejar de enviar mensajes por su Facebook y concentrarse en diseñar la estrategia legal para encarcelar a Duarte.
Después del uno de octubre él será dueño de las instituciones estatales, como gobernador podrá exigir respuestas a la demanda contra Duarte presentada ante la Procuraduría General de la República y abrir uno o varios  expedientes estatales.
Hágalo, tiene la obligación de hacerlo, por eso ganó, la gente votó mayoritariamente contra Duarte, eso es una realidad que ni Juan Gabriel puede negar, sólo use
las vías institucionales, de modo que no haya riesgo de caos político o social.
Cuando Francisco Barrio ganó la gubernatura, en 1992, declaró que recibía un estado en quiebra, acusó a Fernando Baeza de corrupto mayor y prometió llevarlo ante la justicia.
Baeza reaccionó con su marcha por la dignidad, dio la cara y dijo aquí estoy para lo que se ofrezca. Personalmente llevó una carta a la presidencia del Congreso para solicitar su investigación.
Barrio tenía razones para enjuiciar a Baeza, siempre estuvo convencido de que le hicieron fraude en el 86 y lo más seguro es que lo hayan hecho, recuerde el tema de las urnas embarazadas, cuyo hecho Mazpúlez evitó consignar, amenazando al notario con perder la patente.
También Corral tiene motivos, César Duarte se fue duro contra sus hermanos, lo hizo personalmente en el Senado de la República y después la guerra sucia se generalizó.
Pero Corral no es una señorita, también tiene lo suyo, asuma esos golpes bajos con madurez y mire hacia delante, hágalo por Chihuahua, póngase en el lugar de gran líder estatal, es lo que esperan buena parte de los chihuahuenses. La venganza es mala si está motivada por odios personales, sométalo a la justicia y deje que las instituciones obren.
Ahora el gobernador electo tiene la responsabilidad de conducir al estado, si Duarte se lo entregó en jirones, paralizado o convertido en cenizas, sobre ello hay que reconstruir sin pretextos a fin de que los trastornos sociales sean menos traumáticos para la sociedad.
Una moción de orden les vendría bien.

X