Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-06-17

Empédocles Etílez, ebrio consuetudinario, se abrazaba a un poste de la calle y decía apretando los dientes: "¡Sal! ¡Tienes que salir!". Una señora se sorprendió: "Ese hombre quiere sacar el poste". En torno del temulento se formó un corro de gente que entre divertida e intrigada seguía su lucha con el poste. "¡Sal!" -repetía una y otra vez el borrachín-. ¡Tienes que salir!". La cara se le enrojecía, y sudaba profusamente por el esfuerzo. De pronto se escuchó un formidable trueno. Y dijo con alivio Empédocles, el rostro iluminado por una beatífica sonrisa: "¡Vaya! ¡Hasta que saliste!". La suegra de Capronio, hombre ruin y desconsiderado, le preguntó nerviosamente: "¿Estás seguro, yerno, de que así se hace la cochinita pibil?". "Así se hace, suegrita -respondió el incivil sujeto-. Ya no diga nada y métase en el horno". En cuestión de sexo Pitafio era el hombre más aburrido del planeta. Cuando era adolescente se le dormía la mano, con eso les digo todo. Cierto día salió con una chica, y ella tuvo que darle una cachetada. Para despertarlo. Pitafio, preocupado por su falta de impulso sexual, fue con el doctor Ken Hosanna, y éste le recetó unas píldoras a fin de estimularle la libido. "Tómese ahora mismo tres -le indicó-. Luego vaya inmediatamente a su casa y llame a una muchacha, pues el efecto de las píldoras será rápido y poderoso". Al día siguiente Pitafio se presentó en el consultorio y le pidió al doctor un linimento para reducir la inflamación. "¿Linimento? -se asombró el médico-. El linimento puede causarle irritación en la parte que usó ayer con la muchacha". "No es para esa parte -respondió el lacerado Pitafio-. Es para el brazo. La muchacha nunca se presentó"... Grandes mentiras contienen algunas de las frases que se repiten como verdad impepinable. Una de las más mentirosas es la que afirma que la voz del pueblo es la voz de Dios. Falsedad mayor que ésa será difícil encontrar. Con mucha frecuencia la voz del pueblo es la voz del diablo; de un demonio colérico, erizado, que no sabe de razones y que se guía sólo por arrebatos súbitos. ¿Cómo puede decirse que la voz del pueblo es la voz de Dios si fue el pueblo el que pidió que Jesús fuera crucificado y se dejara libre a Barrabás? Sacerdotes católicos y pastores evangélicos están juntando firmas para pedir que no sea aprobada la iniciativa del presidente Peña Nieto en relación con el matrimonio igualitario. Desde luego esos profesionales de la religión están en su derecho de protestar contra aquello que se aparta de sus convicciones, pero las ideas religiosas no pueden estar sobre los principios de la justicia, y es un criterio de justicia el que sirve de base a aquella iniciativa presidencial. Sorprende, sí, que el partido del presidente, el PRI, se muestre vacilante, y aun omiso, en el apoyo que debe dar a esta cuestión crucial. No es la voz de Dios lo que se manifiesta en la oposición al matrimonio igualitario; es la voz del prejuicio, de la incomprensión, de la falta de humanidad. Por encima de esa voz debe estar la de la razón. Don Chinguetas dijo hablando de su esposa doña Macalota: "Maneja como rayo". Preguntó alguien: "¿Muy aprisa?". "No -precisó don Chinguetas-. Siempre pega en los árboles"... En el catecismo el padre Arsilio le preguntó a Pepito: "¿Dónde murió Nuestro Señor?". Pepito no sabía la respuesta. Juanilito le sopló en voz baja: "En la cruz". En voz igualmente baja le preguntó Pepito: "¿En la Roja o en la Verde"... Pirulina, muchacha pizpireta, invitó a su novio a que fuera a cenar en su casa. Se sirvió la cena, y la mamá de Pirulina declaró muy orgullosa que su hija la había preparado. El novio de la chica, feliz, le dijo a su dulcinea: "Esto es lo primero que pruebo hecho por tu mano". Replicó Pirulina con una sonrisa evocadora: "¡Mentiroso!"... FIN.

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