Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-05-26

Noche de bodas. En la suite nupcial el enamorado novio se disculpó con su flamante mujercita y salió por un momento de la alcoba. Regresó en bata y piyama; llevaba una botella de champaña y dos copas. Brindó con la muchacha y luego la tomó de la mano para llevarla con ternura al tálamo donde se cumpliría el himeneo. Dijo ella como pensando en voz alta: "Qué raro. Siempre que voy con un hombre a un hotel las cosas acaban igual". Avidio, joven impecune, le informó a don Crésido: "Quiero casarme con una de sus hijas". Replicó, suspicaz, el genitor: "¿No andará usted en busca de mi dinero?". "¡Desde luego que no, señor! -protestó el galancete-. ¡Mi amor es puro y desinteresado!". "Muy bien -concedió el ricachón-. ¿Con cuál de mis cuatro hijas se quiere usted casar?". Respondió ansioso Avidio: "¡Con la que sea!". Los humanos sentimos temor del porvenir porque todavía no viene. Nos es desconocido, y lo que no se conoce causa miedo. Por eso el hombre ha buscado siempre la manera de predecir el futuro, para lo cual inventó mil formas de adivinación: la quiromancia, por medio de la palma de la mano; la cartomancia, con la lectura de las cartas; la nigromancia, consultando al espíritu de los que han muerto; la oniromancia, interpretación mágica de los sueños; la ornitomancia, por el vuelo de las aves (como el del cuervo en el Poema del Cid); la ceraunomancia, observación de los rayos de la tempestad, etcétera. Desde luego eso de vaticinar lo que sucederá es tan imposible como cambiar lo que ya sucedió. Palo dado ni Dios lo quita, y tampoco palo que dará. Lo que será será, postuló sabiamente Doris Day. Si te toca, aunque te quites; si no te toca, aunque te pongas. Hay, sin embargo, indicios que permiten atisbar lo que puede suceder. Por ejemplo, el eventual triunfo de Morena en Veracruz aumentaría en forma considerable la posibilidad de que López Obrador se alce con la Presidencia de la República. Esto no es cosa de adivinación, sino de números. Acertará quien diga que la elección del 2018 llegó ya. De la cifra de triunfos y derrotas que el PRI obtenga en la jornada del 5 de junio dependerá en buena parte el resultado de la elección presidencial. Difíciles serán las cosas para el partido en el poder. No son ya los tiempos en que leíamos noticias como ésta: "Un ladrón entró anoche en la oficina del PRI municipal y se llevó toda la papelería con los resultados de la próxima elección".  Observemos los procesos electorales venideros y apliquemos esa otra forma supersticiosa de adivinación que son las estadísticas. La Cenicienta llegó a su humilde cuartito en el desván. Iba muerta de cansancio: había trabajado todo el día bajo la mirada vigilante de su cruel madrastra y sus celosas hermanastras. Barrió toda la casa; fregó los pisos de la enorme mansión; planchó la ropa de las malas mujeres; lavó los platos de la cena. Los ratoncitos, diligentes, le tendieron la cama para que se acostara. Y los pajaritos le cantaron una dulce canción de arrullo, pero la hermosa joven no pudo conciliar el sueño: el príncipe había convocado a todas las doncellas del reino a un baile en el cual escogería esposa, y ella no iba a poder ir, pues no tenía un vestido adecuado para la fiesta. Se echó a llorar desconsoladamente. De pronto vio entre sus lágrimas una luz que llenó la habitación. En medio del fulgente resplandor estaba una bellísima hada. La pobre Cenicienta se puso feliz. Le preguntó: "¿Vienes con tu varita mágica a hacer un precioso vestido para mí, y a convertir una calabaza en carruaje para que me lleve al baile?". "No -respondió el hada-. Vengo porque se me fue la muchacha y necesito una criada". FIN.

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