El primer voto

Oscar Fidencio Ibáñez Hernández

En Ciudad Juárez sólo tres de cada diez personas que pueden votar ejercen su derecho. En las últimas cuatro elecciones menos de dos de cada diez personas son necesarias para darle el poder y el presupuesto de la ciudad al candidato del PRI y a sus aliados.
Si sólo una persona de las cada siete que hoy no votan decidiera salir a votar podría cambiar el resultado de la elección. Pero seguramente las 700 mil personas que hoy no votan y que permiten que una minoría defina al ganador tienen sus razones para no hacerlo.
Algunos estarán fuera de la ciudad, otros tendrán mil y un pretextos para no hacerlo, sin embargo creo que el argumento más importante es que “no vale la pena salir a votar porque nada cambia con un voto”.
El argumento implica la falta de esperanza y afecta a toda la comunidad. Si no nos damos cuenta que con actos individuales y aparentemente insignificantes como el voto podemos cambiar nuestra realidad, nuestras motivaciones siempre van a ser débiles y nos abandonaremos constantemente al pensamiento de que no podemos cambiar las cosas y de que todo seguirá igual, caeremos en la desesperanza.
En México sólo uno de cada diez jóvenes se interesa en la política de acuerdo a la encuesta nacional de valores del Instituto Nacional de la Juventud perteneciente a la Secretaria de Educación Pública y este desinterés es motivado por la corrupción que se observa en los políticos, pero también porque se piensa que nada va a cambiar, por lo que de nada sirve participar.
El Papa Francisco en su reciente visita a México les dijo a los jóvenes: “Uno de los mayores tesoros de esta tierra mexicana tiene rostro joven, son sus jóvenes. Sí, son ustedes la riqueza de esta tierra. ¡Cuidado! no dije la esperanza de esta tierra, dije: ‘Su riqueza’. La montaña puede tener minerales ricos que van a servir para el progreso de la humanidad, es su riqueza, pero esa riqueza hay que transformarla en esperanza con el trabajo, como hacen los mineros cuando van sacando esos minerales. Ustedes son la riqueza, hay que transformarla en esperanza”.
Convertir la riqueza de los jóvenes en esperanza, en motivación para transformar su realidad, empieza en la familia. Muchos jóvenes se sienten desmotivados a participar por lo que ven y escuchan en su casa, la falta de motivación y esperanza empieza porque los papás no son capaces de alentar los sueños y las posibilidades de cambio de sus hijos, no se dan cuenta que su tiempo no es el de ellos y que ahora los muchachos tienen que construir su propia realidad.
Quienes no votan pero están descontentos con la situación actual, pueden optar naturalmente por un candidato distinto a la alianza que incluye al PRI, y que hoy oferta un candidato reciclado que hace evidente la crisis de liderazgo y renovación que existe en ese partido y que mantiene el nivel de atraso de esta comunidad.
Hay varias opciones: un independiente sin partido que canaliza el descontento de muchos priistas y una mujer independiente que después de muchos años de activismo social aceptó ser candidata ciudadana del PAN.
Todos sabemos que si queremos que algo cambie tenemos que hacer algo distinto a lo que estamos haciendo. La ciudad necesita que una porción muy pequeña de los 700 mil votantes jóvenes o adultos que no han querido participar hasta ahora se llenen de entusiasmo y esperanza para mejorar, esa sola disposición representa ya un beneficio para la ciudad.
Una parte muy importante de quienes no votan son los jóvenes que por primera vez ejercerán su derecho a votar, y su decisión afecta no sólo su futuro sino su presente y el de esta comunidad, ahora es cuando pueden empezar a construir su propia historia que no tiene que ser igual a la de sus padres o a la que viven ahora.
El primer voto se puede convertir en el primer paso de una transformación que esta querida frontera reclama a gritos a través de su falta de servicios de calidad, a través de la falta de esperanza de quienes sobreviven en un ambiente que les arranca la confianza, la seguridad y las ganas de soñar.