Opinion

Sobrevivirá el más fuerte

Olga Tuda

2016-05-23

Estamos en la recta final de las campañas. Se percibe una mezcla de olores de derrota y triunfo. Los afines a cada candidato intentan en el mejor de los casos sacar a relucir lo mejor de ellos. Otros sólo se devanean sacando los trapitos al sol de los contrincantes... pero suele suceder que el que más denigra es el que más cola tiene que le pisen.
La guerra electoral está armada y la fuerza de las diversas fuentes queda atrapada en lo que quieren que sea realidad. Todos se adjudican el triunfo, aun cuando la evidencia se desliza fugaz, mostrando su verdadero rostro, obviando el descontento de los votantes y la preocupación de los candidatos y sus seguidores.
Se habla de hartazgo, pero hay quienes tienen más necesidad que dignidad y se prestan a devorar el minúsculo aperitivo de las ofrendas de las campañas, que solo dura unos cuantos días para venir a caer de nuevo en lo que ya conocemos: hambre, injusticia, corrupción, impunidad y un sinfín de desastres que tipifican a los gobiernos mentirosos y faltos de conciencia.
La prepotencia, la vanidad y la soberbia son los atavíos de algunos de estos personajes que incursionan en la política y hacen historia. Una historia que ya hemos vivido y que estamos por volver a vivir.
En los tiempos de los romanos había un esclavo que se encargaba de la seguridad del amo y era el que conducía el carruaje o biga –se le llamaba auriga–. Ahora se le denomina “equipo de campaña”. Otra versión nos dice que el auriga era el esclavo que sostenía la corona de laurel en los triunfos romanos y era el encargado de susurrar continuamente a quien ganaba: “recuerda que eres mortal”, para que en los triunfos no se ensoberbeciera el triunfador.
Todos los contendientes se deberían preparar con dos aurigas, uno que les dé seguridad y confíen en él (dejarse guiar por ellos), otro que les recuerde que son mortales y que se deben a su gente en el mayor de los servicios.
Pero la realidad se aleja de esta pretensión y lo vemos en la forma de intentar ganar el voto. Los @rrobistas repartiendo boletos para el juego de los Bravos y los tetistas regalando despensas y ofreciendo dinero en efectivo. Ambos emanados del mismo partido, pero dividiendo entre ellos mismos los grandes egos de liderazgo.
Afortunadamente hay una dama entre ellos, quien junto con sus vickyngos ofrece un gobierno transparente y honesto. Lo mejor de todo es que es creíble, ya que así lo demuestra su larga trayectoria de 30 años al servicio de la comunidad. Una ciudadana libre, que embiste de frente y valida los derechos de su gente, de los juarenses. Una mujer fuerte y guerrera, sensible al sufrimiento y a la injusticia. Una imagen diferente, con la fiereza de una leona pero con la suavidad de una gacela.
Lo mismo sucede con los homólogos en la lucha por la gubernatura. Porque como dice el dicho: “de tal palo, tal astilla”.
Gobernar en la democracia no es “taparle el ojo al macho”, haciendo como que “servimos”, pero no servimos para nada. El recuerdo más reciente de gobierno –del que estamos sufriendo sus consecuencias– es el mandato del PRI y la apatía de los votantes, que se quejan mas no acuden a las urnas a ejercer su derecho de decidir el bien para su pueblo.
Enajenarse por los hombres genera podredumbre, hambre, desempleo, estrés y enfermedad. Sustentarse en ideas e ideales genera paz y tranquilidad. Rendirse a los pies del oprobio produce perversidad. Y también karma por muchas generaciones.
Ciudad Juárez y Chihuahua merecen resurgir del olvido, del maltrato. Tenemos tres tipos de aves volando en las alturas de este cielo dorado, nuestro desierto querido: los independientes (no nos vayan a dar un broncazo); el PRI, de todos conocido; y unas águilas que andan sueltas y su picacho de origen, el PAN.
La sobrevivencia del más fuerte no son los candidatos ni sus equipos, son los ciudadanos. Rebelarse contra la esencia norteña es abstenerse de elegir, es dejar que este estado y esta ciudad se consuman en el anonimato de la desigualdad humana. Es dejarse morir y perder el orgullo de la gente brava, libre y decidida que nos caracteriza. Volvamos a ser punta de lanza, los dirigentes de nuestros propios gobiernos.
Chihuahua no quiere morir. Ayúdale a vivir.

X