Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-05-22

El señor se inquietó al ver el desnudo que el joven pintor presentó en su exposición, pues parecía un retrato de su esposa. Le preguntó, ceñudo, a la mujer: "¿No habrás posado para ese cuadro?". "Claro que no -respondió ella, nerviosa-. Debe haberlo pintado de memoria". Doña Gorgolota pidió en el laboratorio de análisis químicos: "Quiero que me analicen este pastel. Es un regalo de mi yerno". El maestro interrogó a Pepito: "¿Qué es un círculo?". Arriesgó el muchachillo: "¿Un noble inglés cobarde?". Nalgarina le preguntó al doctor Ken Hossana: "¿Se verá mucho la cicatriz de la operación que me hizo en la parte interior del muslo?". Contestó el facultativo: "Eso, señora, dependerá enteramente de usted". Envidio insanamente a los aficionados al futbol. Son devotos de una religión ante la cual soy irredento ateo. Su equipo es para ellos como un dios del que son fanáticos y a cuya fe se entregan sin ninguna condición. "¡Con el Atlas, aunque gane!" -proclaman los leales seguidores de esa escuadra. Yo no sé nada de futbol, lo cual me pone con frecuencia al margen de la sociedad. Me preguntan: "¿Qué te pareció el partido Chivas-Pumas?", y es como si me preguntaran acerca de la cosmología cuántica de Hawking. Sé que en el mundo del deporte el futbol es el deporte del mundo. Ese conocimiento, sin embargo, no me lleva a interesarme por la final de los mil campeonatos, copas, premios, torneos, ligas y liguillas que inventan los promotores del juego para dar de comer a la televisión y de beber a los aficionados. Reconozco, sin embargo, que el futbol desempeña un importante rol social que todos los mexicanos deberíamos agradecer. En efecto, de no ser por ese juego, por las remesas que nuestros paisanos en Estados Unidos envían a sus familiares, y por los subsidios de todo orden y desorden que el gobierno entrega al campo y a los campesinos, ya habría habido una revolución en el país, con todas las consecuencias que una guerra civil puede traer consigo, mayores algunas veces que los efectos de una de las frecuentes sarracinas que se producen en los estadios de futbol. El que dentro de ellos hace la ola no hará olas afuera. ¿Quién se acuerda de la corrupción, la inseguridad, la pobreza o la impunidad cuando está por jugarse el partido final de la Copa de Copas? No caeré en el resobado estereotipo que habla de pan y circo, ni diré a la manera comunista -lejos de mí tan temeraria idea- que el futbol es el opio del pueblo. Le daré gracias a ese juego por dar a incontables mexicanos una razón para vivir; un sentido de identidad o pertenencia que se muestra en esas camisetas compradas a precio de oro con mengua de la despensa familiar, y que convierten a quienes las llevan en anunciantes gratuitos de un pan o una cerveza. Le agradeceré al futbol también que sea para muchos un modo de escapar, siquiera sea por 90 minutos, de su penosa realidad, y una manera de desfogar sus iras y frustraciones mentándole la madre al árbitro, a los jugadores del otro equipo o al técnico del propio. Por todo eso mostraré agradecimiento. Y diré luego: voy Rayados. Don Algón le comentó a su secretaria Rosibel: "El negocio anda muy flojo". Sugirió ella: "¿Por qué no toma Viagra? . El dueño del restorán le dijo al chef: "Si les pones a las albóndigas un nombre exótico podré subirles 40 pesos más". El repartidor de pan fue a dejar un entrego a domicilio. Lo recibió una escultural señora vestida sólo con vaporoso negligé. Tomó la mujer el pan y le preguntó al muchacho: "¿Cuánto tiempo tarda en ponerse duro?". Respondió el chico respirando agitadamente: "Ya lo estoy, señora". FIN.

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