Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-05-18

Avaricio Cenaoscuras, el hombre más ruin de la comarca, iba con su esposa por un oscuro callejón cuando les salieron al paso dos enmascarados. Le dijo uno a Cenaoscuras al tiempo que le apuntaba con una pistola: "Dame todo el dinero que traigas o violamos a tu mujer". Replicó el cutre: "Traigo mil pesos, pero son para un caso de emergencia". Completó la señora: "Y a mí me duele la cabeza". Un joven fue al departamento de cosméticos de la tienda y le pidió a la encargada: "Quiero hacerle un regalo a mi novia. Recomiéndeme algún producto de belleza". Le informó la empleada: "Tenemos una maravillosa crema para el cuerpo. Estoy segura de que a su novia le va a gustar". Preguntó el muchacho, interesado: "¿En qué sabores viene?". La señora se inquietó cuando su marido le avisó que saldría de viaje. Él procuró tranquilizarla. "No te preocupes -le dijo cariñoso-. Volveré cuando menos lo esperes". Replicó ella: "Eso es lo que me preocupa". ¡Clap clap clap clap clap! ¿A quién aplaudes así, escribidor, y con ambas manos para mayor efecto? Al presidente de la República. Sé bien que en los tiempos que corren, de mal humor social, etcétera, es políticamente incorrecto hacer cualquier elogio de Peña Nieto. Sobre aquel que se atreve a reconocer algún buen hecho o dicho bueno del mandatario caen de inmediato esas furiosas furias que son las redes sociales, y le sacan los ojos y le devoran las entrañas. Afortunadamente mi edad y mi experiencia me ponen al amparo de las arpías. Sé, por otra parte, que las más de las veces lo políticamente correcto es bastante incorrecto. Ahora bien: ¿por qué envío ese aplauso al presidente? Por su decisión de garantizar en todo el país el derecho al matrimonio igualitario, sin discriminación por causa de preferencias sexuales. La iniciativa del presidente es importante, pues en algunos estados de la República privan aún conceptos, principalmente de origen religioso, que dan lugar a actitudes homofóbicas inadmisibles ya en nuestro tiempo. Mi reconocimiento, pues, a Peña Nieto por una acción que no dudo en calificar de valiente, a más de legítima y justa. Ya conocemos a Empédocles Etílez y Astatrasio Garrajarra. Son un par de borrachos irredentos. Quienes los tratan les dicen "Los peces en el río", porque beben y beben y vuelven a beber. Cierta noche se pusieron a tomar cerveza para descansar de haber bebido en las noches anteriores vino, tequila, vodka, ginebra, ron, brandy, whisky, aguardiente y mezcal. Se les acabaron las cervezas que había comprado, y se encontraron sin dinero con qué renovar la provisión. Empédocles le propuso a Garrajarra: "Vamos a mi casa. Le pediré un préstamo a mi esposa". El contlapache vaciló. Era muy tarde, dijo; seguramente la señora estaría ya dormida. "Vamos -insistió el temulento-. Yo hago lo que quiero". Fueron los dos, pues, a la casa de Etílez. Iban haciendo eses, apoyándose el uno en el otro y cantando con tartajosa voz aquello de: "Me abandonaste, mujer, porque soy muy pobre, / y por tener la desgracia de ser casado.". Cuando llegaron al domicilio se encontraron con un espectáculo que no dudo en calificar de deplorable: la esposa de Empédocles estaba haciendo el amor con un sujeto en el diván de la sala. Impertérrito le dijo el beodo a la señora: "Necesito dinero". Respirando agitadamente contestó ella sin dejar de hacer lo que estaba haciendo: "Mi bolsa está en la mesa del recibidor. Toma lo que necesites. Y apaga la luz, por favor". Sacó el dinero Etílez, apagó el foco y junto con Garrajarra salió a la calle. "Con esto -le dijo- podremos comprar un six para ti y otro para mí". Preguntó Astatrasio, estupefacto: "¿Y el tipo que estaba con tu esposa?". "¡Ah no! -repuso con determinación Empédocles-. Ése que se compre su propio six!". FIN.

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