Opinion

El coco de una posible regresión autoritaria

Leo Zuckermann

2016-04-29

Ciudad de México– De niños, los adultos nos amenazaban con que en la noche vendría el coco si nos portábamos mal. El coco sólo existía en la imaginación de los infantes quienes, ante la posibilidad de enfrentarse a un ser terrorífico, dejaban de hacer travesuras. Conforme uno crecía, se daba cuenta de que el coco no existía, que era una táctica de los adultos para asustar a los niños y disciplinarlos.
Cuando escucho que México podría regresar al régimen autoritario del pasado, inevitablemente recuerdo esta práctica: es el coco de la regresión autoritaria. Nos alertan que, de ganar X o Y en las elecciones, vamos a regresar al pasado, es decir, ¿a un régimen de partido hegemónico, corporativo, subordinado a un poder presidencial exacerbado y con tendencias populistas? La amenaza me parece de un simplismo aterrador que sólo puede asustar a niños.
Hay quienes piensan, por ejemplo, que si el PRI vuelve a ganar la Presidencia en 2018, podría ocurrir dicha regresión. Se dice que ahora sí regresarían los peores cuadros y mañas del tricolor. Es un argumento infantil que niega, de un plumazo, todo lo que hemos avanzado democráticamente estos años.
¿Acaso no tenemos hoy instituciones que son un contrapeso real al poder presidencial del pasado? ¿No existen hoy instituciones que hacen imposibles los fraudes electorales de antes? ¿Qué decir de la fuerza del electorado dispuesto a votar mayoritariamente en contra de lo peor del PRI, como ocurrió el año pasado en Nuevo León? ¿Y los medios? ¿Dejarían que los volvieran a censurar desde las oficinas de gobierno? ¿Y los ciudadanos? ¿Permitiríamos, así de sencillo, que nos quiten los derechos y libertades que hemos ganado estos años?
Francamente, lo dudo.
El mismo coco aparece cuando se piensa en que López Obrador gane la elección presidencial. Se dice que su autoritarismo populista nos llevaría a una regresión. Es indudable que el personaje en cuestión tiene estas características. Ha quedado claro su desprecio por las instituciones, sobre todo después de haber perdido en 2006 y 2012.
¿Y si gana López Obrador en 2018? ¿Cómo reaccionarían las instituciones frente a un intento populista del nuevo Presidente? Supongamos, por ejemplo, que decretara, con la complicidad de la Cámara de Diputados, un gasto desmedido del gobierno. ¿Cómo reaccionaría el Banco de México, que hoy goza de autonomía? Pues incrementaría las tasas de interés para contener la inflación derivada de una política fiscal populista. Esto aumentaría los costos de financiamiento para el gobierno. Además, los inversionistas, nacionales y extranjeros, demandarían mayores tasas de interés para mantener su dinero en México. Se trata de posibles frenos al populismo de antaño. ¿Por qué desconfiar de ellos?
Porque es más sencillo amenazar con el coco de la regresión.
De ninguna forma se puede descartar que México vuelva a tener en el futuro un régimen autoritario o populista. Pero la discusión sobre esta amenaza debe ser más seria. En primer lugar, debe reconocerse que todo régimen político nuevo hereda características de su antecesor. Esto lo demostró con brillantez Alexis de Tocqueville en su estudio sobre la Francia republicana que surgió de las cenizas de la aristocrática. En México, el régimen priista post-revolucionario no puede entenderse sin ciertas características heredadas del porfiriato.
No debemos sorprendernos, entonces, de que algunos elementos del antiguo régimen (como las tendencias populistas o la utilización de la ley con fines políticos) estén presentes en la época democrática actual. Pero también es cierto que, si bien ahí siguen ciertas prácticas autoritarias, comienzan a anclarse elementos esenciales de una democracia en la vida política nacional. Hacia adelante el reto es superar los primeros y consolidar los segundos.
Para los mexicanos, la prioridad no es imaginar, con miedo, cómo se podría regresar al autoritarismo de antaño sino cómo consolidar la experiencia democrática, la más extensa que hemos tenido a lo largo de nuestra historia. Basta ya de asustarnos como niños con aquello del coco de la regresión al pasado. Comencemos a razonar como adultos, con argumentos serios, sobre el futuro de la democracia.

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