Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes

2016-02-10

“Quiero un frasco de crema para las piernas” –pidió el muchacho en la tienda–. Y añadió: “Es para mi novia”. Le preguntó la encargada: “¿Qué marca prefiere?”. Contestó el joven: “No sé de marcas. ¿Qué sabores tiene?”… El cliente al mesero Babalucas: “¿Puede traerme un café solo?”. “Claro que sí. Para eso no necesito ayuda”… Los fieles se reunieron en la iglesia para orar  pidiendo la lluvia. El buen padre Arsilio los reprendió: “¡Qué poca fe tienen! ¿Dónde están sus paraguas?”… Cierto entrenador de animales enseñó a un pulpo a tocar varios instrumentos: el piano, el violín, el acordeón, etcétera. Intentó también que el cefalópodo aprendiera a interpretar “Amazin’grace” en la gaita escocesa. Para el efecto le puso una en la jaula. Al día siguiente le preguntó: “¿Aprendiste ya a tocar la gaita?”. “¿Tocar? –se azoró el pulpo–. ¡Pensé que era para follar!”… Cuando a dos se les compara uno de los dos repara. Comparar al futbol soccer con el beisbol es lo mismo que comparar al dominó con el ajedrez. Ciertamente el dominó es considerablemente más popular que el juego ciencia, y lo practica un mayor número de adeptos. Su terminología es de folclor: los jugadores de dominó saben que poner una ficha “a yema, clara y cascarón” es ponerla a fuerza; que “la encuerada”, “güera” o “sin calzones” es la ficha que no tiene puntos, y que a la carreta de seises se le llama “la cacariza”. El vocabulario del ajedrez, en cambio, no admite localismos: su lenguaje es universal, como el de la música o las matemáticas. Esto que digo no es en modo alguno para sugerir que el ajedrez es superior al dominó: implica nada más que son muy diferentes. Igual sucede con el beisbol y el soccer: ninguno es mejor que el otro; son distintos. Saltillo, mi ciudad, es plaza beisbolera. Un empresario forastero quiso poner aquí un equipo de futbol. En los partidos de la única temporada que se llevó a cabo había más gente en la cancha que en las tribunas. La ola la tenían que hacer los jugadores, y el grito “¡Puto!” era grabado. Aquello no funcionó. En cambio a los juegos de los Saraperos asisten 15 mil personas, integrantes de un noble y fidelísimo público que primero faltaría al Juicio Final que al estadio. Ahora los aficionados al beisbol estamos de fiesta: el equipo representante de México ganó la Serie del Caribe, equivalente latinoamericano de la Serie Mundial. Los Venados de Mazatlán –con dos Saraperos en sus filas– superaron a conjuntos tan poderosos como los de la República Dominicana, Venezuela y Cuba, y se alzaron con el gallardete en forma invicta: jugaron seis juegos y los ganaron todos. Desde luego la pantalla chica no se ocupó mucho de esa hazaña grande: ella favorece al futbol, más visto y más provisto. Pero quienes amamos el beisbol aplaudimos al equipo mazatleco y simbólicamente cargamos a hombros y paseamos por todo el territorio nacional a sus peloteros, a su manager, y a todos los que contribuyeron a dar a México ese triunfo. Entre tantas cosas malas he aquí una muy buena. La visita del Papa será la cereza del pastel… Ella era menudita, como flor del campo, con sus ojos grandes de capulín. Él, en cambio, era hombre giganteo, de estatura procerosa y corpulencia de cetáceo. En el acto del amor él se ponía sobre ella y la incitaba con urente acento: “¡Muévete!”. Y lo único que la infeliz podía hacer era parpadear. En casos como éste es desaconsejable la posición del misionero, también llamada “ejidal”. No son pocas las esposas que han sufrido fractura de costillas, clavículas o esternón bajo el ingente peso de sus obesos cónyuges. Para evitar esa eventualidad se recomienda usar posturas menos riesgosas para la mujer: “spooning”, “doggie style”, “cowgirl”, “woman on top”. Así, cuando él le pida: “¡Muévete!” ella no tendrá que responder: “¡Pues bájate!”, y podrá añadir variados ritmos al tradicional compás de tres por cuatro del in and out… Simpliciano, doncel sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha sabidora. En el primer acto de amor ella puso en ejercicio destrezas que al novio le despertaron suspicacias. Declaró Simpliciano: “El movimiento ‘arriba-abajo, arriba-abajo’ es natural; pero el movimiento ‘vuelta y vuelta’ es aprendido”. FIN.

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