Opinion

Ciudad grande... ¿Y la gran ciudad?

Juan Carlos Loera de la Rosa

2015-11-29

El anhelo de tener una gran ciudad con valores de igualdad, convivencia, intercambio social y cultural así como una política urbana democrática, cada vez se diluye más. Los juarenses no sólo somos víctimas de la ventajosa (para pocos) planeación urbana del pasado, que con la instalación de la industria maquiladora se fue ajustando a los intereses de sus impulsores, siempre bajo el amparo del poder público, sino que con la aprobación de más viviendas que amplían la mancha urbana, también el futuro urbanístico de la ciudad, con el aspecto social y económico que conlleva, se encuentra negativamente comprometido. Ello, a pesar de que las políticas del gobierno federal recomiendan y apuntan hacia la redensificación de las ciudades, como lo estableció la Comisión Nacional de la Vivienda en 2010 a través de la “Guía para la Redesinficación de la Ciudad Interior”, en la que se promueve el crecimiento inteligente de las urbes con el uso de infraestructura ya instalada y los espacios vacíos, sobre todo en zonas en las que haya decrecimiento demográfico.
El Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos reconoció que en general las ciudades mexicanas padecen un crecimiento de las manchas urbanas hasta 10 veces mayor al crecimiento demográfico, lo cual ha puesto en riesgo la sustentabilidad de los municipios. También la Comisión de Vivienda del Senado mediante su publicación México Compacto en febrero de 2015, establece condiciones basadas en la participación de gobierno y sociedad para hacer de la densificación urbana y el control de la desbordada expansión urbana una herramienta poderosa de desarrollo económico, social y ambiental. Es decir, el problema se reconoce y al menos en el papel se establecen condiciones para hacer de las ciudades espacios sustentables y, como lo define el urbanista catalán Jordi Borja “un lugar donde gente distinta puede convivir, donde surgen la innovación y el progreso por la diversidad de personas que viven en el mismo lugar”.
Sin embargo, en Juárez sucede lo contrario: la urbanización está vinculada a la especulación de la tierra, lo cual ha sido uno de los principales factores de acumulación de poder y capital. Aun cuando en estricto sentido comercial la especulación pudiera tener algún grado de riesgo implícito en la apuesta de inversión, en este caso todo ha sido milimétricamente planeado a pesar de haberse hecho con años de anticipación. Tanto los promotores de los cambios de uso de suelo, de reserva territorial a industrial y comercial así como los desarrolladores de los fraccionamientos ya autorizados fuera de la mancha urbana, de una u otra manera han estado muy cerca de las decisiones relacionadas con la proyección urbana del municipio. Ha sido todo un engranaje digno del mejor de los relojes suizos. Primero, adjudicarse (a precio de ganga) miles de hectáreas; luego, asegurar que la zona se habite por gente de recursos económicos bajos con necesidad de obtener un empleo, por más mal pagado que sea; posteriormente edifican naves industriales que tendrán asegurada la mano de obra así como la infraestructura urbana requerida para su funcionamiento, todo ello con cargo a la ciudad que acarrea una serie de patologías sociales muy conocidas por los juarenses.
Es urgente aplicar políticas de ordenamiento territorial que acaben con la imagen difusa y caótica que proyectamos como ciudad, como resultado en gran medida del 30% de la mancha urbana ociosa. No basta la sobretasa del impuesto predial a los lotes baldíos, a ello habría que agregarle un impuesto creciente en función del tiempo que permanezca en esa condición (sobre todo a los grandes lotes) como en algunas municipalidades de Brasil, las cuales cada año van duplicando el impuesto a este tipo de propiedades para presionar a la ocupación de los baldíos. Sin un control público del suelo, difícilmente habrá una política sana de vivienda.
Años antes de que el Gobierno federal planteara la redensificación, durante el gobierno de López Obrador en la Ciudad de México mediante “El Bando 2” se aplicaron políticas y lineamientos para repoblar las cuatro delegaciones centrales del DF, detonando la actividad económica, social y cultural de esas zonas. Sobre todo se detuvo el crecimiento desbordado hacia la periferia, lo cual tenía un alto costo para la sociedad. Esas medidas no le caerían nada mal a nuestra ciudad.

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