Opinion

La irracionalidad del temor

Javier Cuéllar

2015-11-24

En cierto modo la historia de la humanidad es la historia de sus guerras. Pero del siglo XIX hacia el pasado las guerras se daban principalmente entre los ejércitos beligerantes y afectaban mayormente las vidas de los soldados, de los profesionales de la guerra, aunque muchas veces dañaban a la población civil. Pero desde la Primera Guerra Mundial la mortandad de ciudadanía se incrementó pavorosamente al grado de constituir poco más de la quinta parte de los decesos, tendencia que subió en la Segunda Guerra Mundial a un porcentaje cercano al 50 por ciento.
La Tercera Guerra Mundial que ha comenzado recientemente contra el Estado Islámico y sus aliados parece que incrementará esa tendencia asesina de civiles por la modalidad básica de terrorismo que ha adoptado, donde los blancos principales son los ciudadanos ajenos a los ejércitos combatientes y eso ha sembrado un ambiente de miedo generalizado entre los habitantes pacíficos de las ciudades, que se piensan serán objetivo predilecto de estos ataques. Nadie se siente a salvo de la muerte, por lejos que se encuentre de los campos de batalla.
Provocar el miedo generalizado es la meta del EI y esto puede rebajar a grados infrahumanos nuestra conducta social, porque bien nos dice Aldous Huxley, ensayista y poeta inglés: “El amor ahuyenta el miedo y, recíprocamente el miedo ahuyenta al amor. Y no sólo al amor, el miedo expulsa también a la inteligencia, la bondad, todo pensamiento de belleza y verdad, y sólo queda la desesperación muda; y al final, el miedo llega a expulsar del hombre la humanidad  misma”. Pero en esta guerra, ¿quién puede hablar de amor? ¿Quién puede hablar siquiera de respeto a las leyes de la guerra?
La belicosidad irracional de muchos musulmanes personificada en el Estado Islámico y su facilidad de confundirse racialmente con muchos de los pueblos de aquellas regiones, ha ocasionado que muchas naciones del mundo occidental se predispongan contra ellos debido a sus amenazas cumplidas de realizar acciones de guerra terrorista contra todos los que llaman infieles, que en la práctica somos muchos entre los que nos encontramos incluidos nosotros.
Por los ataques a París en días pasados, un grave temor recorre todo el mundo libre y este terror es lo que ha cambiado la cara amigable que existía por un rostro de miedo. Y por eso el gobernador de Texas, Gregg Abbott, dirigió una carta al presidente Barack Obama para informarle que el estado de Texas no aceptará ningún refugiado procedente de Siria previniendo que se infiltren terroristas.
Texas ha creado un canal de comunicación entre la comunidad y las fuerzas del orden, utilizando a los ciudadanos como fuente de información para combatir cualquier actividad criminal o no, que pueda parecer sospechosa, denominada “Yo veo a Texas”. No se trata de alentar una sicosis social ni una cacería de brujas, por el contrario, es una acción de elemental prudencia visto el estado y la modalidad que ha tomado esta guerra religiosa de los musulmanes contra nuestros pueblos.
Séneca Anneo nos dice que “el temor a la guerra es peor que la guerra misma”. Y este miedo en sí mismo es una fuerza tan grande que nos puede orillar a realizar acciones que jamás imaginamos, tanto en su magnitud como en su gravedad, y mucho de esto sucede con esta guerra que, al no tener un frente claro, nos infunde una desconfianza de todos contra todos y es que, Mario Vargas Llosa dice: “La incertidumbre es una margarita cuyos pétalos no se terminan jamás de deshojar”. No se puede vivir así mucho tiempo e invadidos de ese terror, se podrán hace cosas más irracionales que la guerra misma.
Luego entonces, debemos estar alertas, pero no permitir que la locura del terror nos lleve a una barbarie peor que la que combatimos. Debemos permanecer preparados y denunciar para que otros órganos sociales, con más experiencia y sabiduría que nosotros, sean los que investiguen y actúen de acuerdo a sus resultados pero no dejarnos atrapar por la desesperación de una incertidumbre prolongada.

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