Opinion

2016, prioridad del tricolor

Pascal Beltrán del Río

2015-11-24

Distrito Federal— Mientras la oposición parece enfocada en la batalla electoral por la Presidencia de la República en 2018, la prioridad del oficialismo son claramente los comicios para gobernador que tendrán lugar en 2016.
Parte de la explicación tiene que ver con que los aspirantes presidenciales opositores se muestran y se mueven con mayor comodidad que los del PRI, por la sencilla razón de que su jefe no es el presidente.
En el oficialismo todavía funciona –o ha vuelto a funcionar– aquella máxima de que quien se mueve no sale en la foto.
Por eso escucha usted decir a quienes son señalados como gallos del PRI para “la grande” en 2018 –Manlio Fabio Beltrones, José Antonio Meade, Aurelio Nuño, Miguel Ángel Osorio y Luis Videgaray, en orden alfabético– que sólo piensan en su actual trabajo.
(Entre paréntesis: ahora que el partido tricolor incluyó a no militantes entre las personas que pueden ser candidatos a puestos de elección popular tiene mayor sentido incluir a Meade en esa lista).
En cambio, usted ve moverse con cada vez mayor intensidad a quienes buscan ser candidatos presidenciales desde la oposición: Andrés Manuel López Obrador, Miguel Ángel Mancera, Rafael Moreno Valle y Margarita Zavala, entre otros.
Varios de ellos, además de sus partidos, hablan más de lo que ocurrirá en 2018 que en 2016.
Pero el principal motivo de que el PRI y los partidos de oposición tengan prioridades diferentes no es esa.
El oficialismo parece tener claro que llegar a 2018 con posibilidades de prolongar seis años más su estancia en Los Pinos pasa por tener buenos resultados en las 13 elecciones de gobernador que habrá en muy pocos meses.
El oficialismo sabe el peso que tienen los gobernadores en el sistema político mexicano. Tan es así que la finalización de una gubernatura no significa la conclusión de la carrera política del priista que la detenta. Éste todavía puede mantenerse activo muchos años: en el partido, en el Congreso, en el gobierno federal e incluso en el Servicio Exterior.
Los gobernadores en funciones juegan un papel definitivo en la estructura del PRI.
Fueron los mandatarios estatales quienes mantuvieron a flote al partido tricolor durante los 12 años que los priistas no podían voltear hacia Los Pinos en busca de su jefe nato.
En las elecciones intermedias federales de 2003, 2009 y 2015, la ayuda de los gobernadores de extracción priista fue definitiva.
Dejemos de lado los nueve estados que no han conocido sino gobernadores priistas desde 1929. Tampoco hablemos ahora de las entidades que se han convertido en sólidos bastiones de la oposición (Guanajuato, Baja California, Baja California Sur, Morelos y el DF).
Hay una lista de 16 estados caracterizados por el toma y daca en la gubernatura de 2003 a la fecha. Ellos son Aguascalientes, Guerrero, Jalisco, Michoacán, Nayarit, Nuevo León, Oaxaca, Puebla, Querétaro, San Luis Potosí, Sinaloa, Sonora, Tabasco, Tlaxcala, Yucatán y Zacatecas.
En esos 16 estados, el PRI enfrentó 48 procesos electorales (16x3) para diputados federales en los comicios intermedios de 2003, 2009 y 2015. En 25 de ellos, detentaba la gubernatura del estado mientras que en 23 estaba en la oposición a nivel local. Prácticamente, mitad y mitad.
La diferencia de resultados es notoria: en los primeros estados, en los que tenía la gubernatura, el oficialismo (PRI-PVEM) tuvo un promedio de votación de 42.98 por ciento, en tanto que en los segundos tuvo uno de 39.81 por ciento. Más de tres puntos de diferencia.
En elecciones tan competidas como las que se han visto en los últimos años, tres puntos porcentuales son un mundo.
Por supuesto que tener la gubernatura no es garantía de ganar la elección. Varios gobernadores priistas han perdido su estado pero, por lo general, se trata de una ventaja.
Una ventaja que los priistas no pierden de vista. Por eso, están concentrados en 2016 mientras la oposición sueña con el futuro.

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