Opinion

Alberto el ciclista

Sergio Sarmiento

2015-11-22

San Diego— En la cola fronteriza para ingresar a Estados Unidos por Otay se coloca delante de mí un peculiar hombre, delgado, correoso, de pelo escaso y blanco, de unos 60 a 65 años. Lleva una bicicleta plateada de neumáticos gruesos. Le pregunto por qué cruza con bicicleta y me responde que va a trabajar a una planta de alimentos cerca del aeropuerto de San Diego. ¿En bicicleta?, pregunto incrédulo. "Sí claro, todos los días".
Asombrado, inquiero sobre la hora en que empieza a trabajar. A las cuatro, responde. Pero son las 2.30. ¿Puede llegar a tiempo? "Sí, sin problema. Llego en unos 20 minutos. Voy y vengo todos los días".
Quizá Alberto, así se llama, exagera en los tiempos. La distancia entre Otay y el aeropuerto de San Diego es de unos 40 kilómetros. En auto el trayecto se hace en media hora. Pero con ese inicio su historia me atrapa.
Alberto me cuenta que llegó por primera vez a Estados Unidos, a Chicago, en 1970. La falta de papeles le impedía conseguir buenos empleos, pero alguien le recomendó sacar una licencia de conducir y con ella un número de seguridad social. "Con eso ya eres legal, me dijeron". No era cierto, por supuesto, pero el número de seguridad social le permitió trabajar con más facilidad y años después le sirvió para comprobar su estancia en el país y beneficiarse de la amnistía a ilegales de Ronald Reagan de 1986 (curioso que el presidente que más benefició a los mexicanos en Estados Unidos es el que más repudian los "progresistas").
En los últimos años Alberto ha sido no sólo trabajador legal y residente sino ciudadano, ya que asumió la nacionalidad tan pronto pudo para protegerse. Con orgullo me muestra una vieja licencia de conducir, en la que aparece con un espeso mostacho negro y unos 40 años de edad, así como un pasaporte estadounidense, también muy viejo, que porta en una bolsa de plástico.
No es fácil La vida de un trabajador mexicano en Estados Unidos, incluso en la legalidad. Alberto trató de regresar a México y de establecerse en Puebla, donde construyó unos carritos de venta de alimento que empezó a operar, pero ha regresado a trabajar en la Unión Americana para sacar los papeles de residencia de una esposa más joven.
Hoy trabaja en San Diego, pero prefiere vivir en México. "En Tijuana lo que gano son 26 mil pesos mensuales, pero en San Diego no me alcanza ni para la renta". Por eso cruza la frontera todos los días y recorre 80 kilómetros ida y vuelta en bicicleta, lo cual no le cuesta nada, pero además lo mantiene joven y correoso.
El patrón migratorio entre México y Estados Unidos está cambiando. Según el Pew Research Institute, entre 2009 y 2014 un millón de mexicanos y sus familias, incluyendo a niños nacidos en Estados Unidos que por ley son estadounidenses, dejaron la Unión Americana, mientras que sólo 870 mil ingresaron, unos 130 mil menos. Éste es un cambio radical sobre 2000-2005 cuando hubo un incremento neto de 2.27 millones de migrantes mexicanos.
En 1970 había menos de un millón de mexicanos inmigrantes en los Estados Unidos. Para el 2007 se alcanzó un pico de 12.7 millones entre legales e ilegales. Desde entonces se ha producido una declinación que ha llevado el total a 11.7 millones. El número de indocumentados ha pasado de 6.9 millones en 2007 a 5.6 millones en 2014.
Cada uno de estos mexicanos representa una historia diferente. Alberto es singular no sólo en que trabaja en Estados Unidos y vive en México sino en que pedalea 80 kilómetros diarios para llegar al trabajo. Utiliza para ello una red de ciclopistas que le permiten hacer el recorrido sin temor a que le pegue un microbús. Me llama la atención que en Tijuana su esposa lo lleva a la frontera todos los días en auto.

Recuperación

La economía mexicana creció a un ritmo anualizado de 3.2 por ciento en el tercer trimestre de 2015. Ya es una cifra razonable, sobre todo porque la expansión viene preponderantemente del consumo interno.

Twitter: @SergioSarmiento
 

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