Opinion

Mentes criminales

Luis Suárez Marcial

2015-11-10

Cada día las noticias nos presentan una creciente sensación de que existen más emociones fuera de control en nuestra propia vida y en la de las personas que nos rodean.
En Ciudad Juárez como en otras ciudades del país (que se han visto envueltas en un clima de violencia) siguen experimentando un crecimiento de este problema de inseguridad. Si bien se ha reducido en algunos aspectos como el secuestro y la extorsión, ha crecido en el ámbito familiar, afectando principalmente a los niños y adolescentes.
Nuestra comunidad fronteriza ha tenido que lamentar el asesinato de niños y jóvenes a manos de los padres o padrastros; y de niños que han dado muerte a otros niños.
Cuando los victimarios son adultos, en sus declaraciones intentan justificar su crimen argumentando que “sólo estaba tratando de disciplinar al niño”.
Lo golpean hasta matarlo porque se portó mal; porque ensució el pañal y son muy caros; porque pide comida y no hay; porque el niño quería leche y no hay dinero para comprarla, etcétera.
¿Qué les pasa a estos adultos que actúan de manera tan irracional contra los pequeños? Si tenemos dos mentes, una que piensa y otra que siente, ¿cuál usaron estos asesinos?
La mente racional es la forma de comprensión de la que somos típicamente conscientes, capaz de analizar y meditar. La mente emocional es un sistema de conocimiento impulsivo y poderoso, aunque muchas veces ilógico.
Tal vez los seres humanos hemos olvidado que la mente es un arma que puede ser usada en contra de otras personas o de nosotros mismos. La mente es un arma que no se ve pero puede ser letal cuando se usa para hacer daño, no es un arma que necesita funda.
En una situación emocional el primer impulso es del corazón no de la cabeza, la mente racional es más lenta que la mente emocional.
Muchos internos de los penales se asombran de sus actos, no se explican cómo fueron capaces de asesinar a alguien, no saben qué les impidió pensar en su familia o en las consecuencias de sus acciones.
En nuestro sistema educativo hace falta no sólo enseñar a los niños a leer, escribir y contar sino también a reconocer sus sentimientos y los de los otros.
Insistir en el aprendizaje y la memorización más que en sentir y experimentar, es una de las grandes inconsistencias de nuestro Sistema Educativo. Para lograr la “Calidad Educativa” es indispensable abrir espacios para que maestros y alumnos aprendan a manejar sus emociones, pero si un maestro atiende a 60 alumnos o más, es totalmente imposible.
La vida en familia es nuestra primera escuela para el aprendizaje emocional, aprendemos como sentimos y como los demás reaccionan a nuestros sentimientos. Esta escuela funciona con las cosas que los padres hacen o dicen directamente a sus hijos, además, con sus acciones los padres sirven de modelo para que los niños aprendan a manejar sus sentimientos como personas y como pareja.
Nuestros niños y jóvenes que han sido testigos o (peor aun) víctimas de la violencia en Ciudad Juárez, requieren de un tratamiento especial (personalizado) para ayudarlos a superar el daño psicológico que se les ha creado y evitar que lo trasmitan a las siguientes generaciones.
La función especial de las emociones es la supervivencia. Si el estímulo que se recibe es agradable o nos produce placer, nos acerca; si es desagradable o representa peligro, nos separa.
Educando o disciplinando nuestra inteligencia emocional podemos comprender mejor a los que nos rodean, al prójimo (al próximo). 
Los niños que son maltratados tienden a retirarse de quienes los maltratan o acercarse a quienes los aman, los cuidan y los protegen.
Cientos de estudios demuestran que la forma en que los padres tratan a sus pequeños tiene profundas consecuencias a lo largo de la vida de sus hijos.
Un individuo que no sabe leer ni escribir puede ser un hombre de bien, ser un buen padre, un buen ciudadano, pero si es un analfabeto emocional puede ser un grave peligro para la sociedad y para él mismo.

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