Pascal Beltrán del Río
2015-11-10
Distrito Federal— El 2 de octubre de 1968, un joven hidalguense de 20 años de edad salió corriendo de la Plaza de las Tres Culturas, en Tlatelolco, cuando sonaron los primeros disparos.
Pasó velozmente entre tanquetas del Ejército y se escondió dentro de uno de los botes de basura en forma de hongo que existían en la unidad habitacional, a un costado del Edificio Campeche.
Jesús Murillo Karam emergió de ahí varias horas más tarde y anduvo a salto de mata hasta que sus padres le transmitieron la promesa de un funcionario estatal de que a él no lo andaban buscando y que podía volver a Pachuca.
Cuarenta y seis años después, en octubre de 2014, el exlíder del Comité de Lucha de la Universidad Autónoma del Estado de Hidalgo, convertido en procurador General de la República, resbaló por la pendiente del basurero de Cocula, Guerrero, a donde había llegado luego de que su subalterno Tomás Zerón le informó que había encontrado “algo”.
Poco después –relata él mismo–, arribaron a ese mismo sitio los integrantes del Equipo Argentino de Antropología Forense. Y viendo que el lugar estaba plagado de lo que parecían fragmentos óseos, se dieron a la tarea de delimitar el terreno.
“Era evidente que allí había habido un gran incendio”, me dice el también exlegislador, exgobernador y exsecretario de Estado, mostrándome una fotografía tomada ese día, en la que se le ve caminando por el sitio, flanqueado por dos soldados, ataviado con un chaleco y con el pantalón beige manchado de las asentaderas.
“Quise bajar parado, pero no pude”, cuenta, alzando los hombros.
Ha pasado más de un año desde que Murillo franqueó la cerca de ese infierno apagado; 257 días desde que dejó de ser procurador y casi dos meses y medio desde que salió del gabinete.
Ese último lapso ha permanecido callado, mientras se apilan sobre su historia señalamientos de errores y arbitrariedades que supuestamente cometió mientras dirigía la investigación sobre los hechos de Iguala.
Admite uno de ellos y me lo dice apenas nos sentamos a desayunar: “Nunca debí usar la expresión ‘verdad histórica’. Quise decir ‘historia de los hechos’, refiriéndome a la cronología de los acontecimientos. O quizá debí hablar de la ‘teoría del caso’. Pero eso fue lo que dije, así me salió”.
Por supuesto, Murillo ha sido juzgado política y mediáticamente por mucho más que ese concepto. Sus críticos más benévolos dicen que se apresuró al señalar el basurero de Cocula como lugar de desenlace del secuestro de los normalistas de Ayotzinapa. Los más feroces aseguran que lo inventó todo para encubrir la historia real.
Pero el hidalguense está “absolutamente tranquilo” con los resultados de la investigación.
De entrada niega, y lo prueba con la transcripción de sus declaraciones ante los medios, que él jamás dijo dos cosas que le achacan.
“Nunca afirmé que la investigación quedaba cerrada. Y nunca mencioné una cifra de personas asesinadas e incineradas en el basurero”.
–¿Entonces?
–Pues es que no sabemos cuántos ni quiénes fueron a los que mataron ahí y luego calcinaron. Sabemos de dos, porque los resultados de las pruebas de ADN realizadas en Innsbruck nos lo han confirmado, pero las declaraciones de los presuntos autores materiales del crimen no dan nombres y son imprecisos en números. Sólo coinciden en que eran “muchos”.
–Pero todos eran estudiantes, ¿o no?
–No necesariamente. Pudieron haber sido estudiantes o pudieron haber sido miembros de la banda de Los Rojos o alguien más. Lo que sabemos es que ahí, en el basurero, mataron a un grupo de personas y luego ahí mismo quemaron sus cuerpos. Hay quien habla de 17, pero el número no lo sabemos.
–A ti te achacan haber dicho que a los 43 desaparecidos los mataron y quemaron ahí…
–Eso es falso y pueden revisar mis declaraciones. Nunca lo dije.
–¿Para ti sigue habiendo desaparecidos?
–Lo dije entonces y lo reitero ahora: mientras no haya cuerpos identificados, son desaparecidos. Y en tanto haya desaparecidos, el caso tiene que seguir abierto. Nunca dije otra cosa. Mi obligación era consignar a los presuntos responsables y para eso tenía que aportar evidencias. Eso hice y nada más.