Opinion

Viene el Papa

Olga Tuda

2015-11-09

Pues ahora sí que el Papa Francisco anda en boca de todos, no sólo en Ciudad Juárez, sino en el resto del país y lugares circunvecinos.
La cercanía su visita a nuestra tierra hace revuelo en la sociedad. Se vierten historias que crean esperanza, mientras que otros se ensañan con comentarios y críticas en contra de Francisco, sin conocer realmente su trayectoria. Un encono que quizá tenga fundamento en el actuar de otros integrantes de la Curia, pero sería lo mismo que juzgar tan malo al pinto como al colorado.
Es cierto que en ese gremio se han visto desbordamientos de acciones contradictorias al Evangelio y a la predicación de hechos que deberían ser acordes a sus prácticas. Pero también es cierto que el principio de las soluciones está en reconocer las fallas.
El Papa Francisco presentó un catálogo de las 15 principales enfermedades que aquejan en ese ámbito (eclesial) y condena, entre otros: la doble vida; la acumulación de riquezas; el Alzheimer espiritual; ansias de poder; las camarillas de chismes e intrigas; y los actores esquizofrénicos. Por supuesto que los que encajaban en estos padecimientos se sintieron agredidos.
Hizo a su vez, un llamado a la humildad, la austeridad y la esencialidad. Expresó también que “no seamos hombres con psicología de príncipes. Hombres ambiciosos que son esposos de esta iglesia, pero viven en espera de otra más bella o más rica”.
Esto levantó costras y más de uno se rebelaron al verse descubiertos y descobijados, como es el caso de un cardenal (noticia que se corre en Roma), poseedor de un departamento lujoso, que fue remodelado y que se adquirió con dinero de un donativo que pertenecía, al parecer, a un hospital infantil. Noticias como ésta afectan al Vaticano.
La oposición al Papa nace dentro de la propia iglesia. De aquéllos que quieren conformar un poder eclesial, de los que tienen miedo, de los que están acostumbrados a recibir las órdenes del Vaticano y no ejercen un liderazgo que convenza a los creyentes de un sendero decoroso y verdadero a seguir, de practicar con amor lo que se dice. Esto último, en lugar de tratar de controlar, reprimir y sancionar (porque de eso ya todos estamos hartos).
Estos desatinos han llevado a la iglesia a una gran crisis, en la que se pierden las bondades de los que sí han tomado las riendas, porque como en todo, lo malo, lo negativo –aunque sean pocos– sobresalen por encima de los otros muchos o pocos que hacen el bien, lo positivo, lo propio.
El Papa declaró por estos días que “los que viven en el Vaticano no pueden llevar una vida faraónica”.
El Papa Francisco es criticado por su sencillez en el atuendo, por su libertad litúrgica, por su crítica al sistema económico, por tener amigos –más si son musulmanes, pentecostales o judíos–, por jugar, por reír, es decir, por ser humano. Por ser cercano a la gente y más parecido al común denominador de la población de este planeta.
Francisco creó la encíclica Laudato Si, donde se ocupa del cambio climático y el gran desastre que la mano del hombre ha creado en la biodiversidad en la tierra.
Se paró frente a los miembros de la ONU, pronunció un discurso en el que abordó temas que preocupan a la sociedad, como son: las reglas de los organismos financieros internacionales, el narcotráfico, el cambio climático y las armas nucleares. Todo esto, en busca de una equidad en beneficio de un mundo con más armonía y menos dificultades para sus habitantes. No habla de razas, ni estratos sociales, más bien se refiere a los desprotegidos, a los que adolecen de las condiciones necesarias para una vida plena de salud, tanto física como espiritual.
Este es el hombre que esperamos para febrero del año próximo, el que trae seguramente un mensaje, sin tapujos, sin condiciones, en busca solamente de que todos podamos vivir mejor.
En su exhorto tendrá a bien erradicar la inmundicia de la que nos hemos llenado, para una mejor forma de vivir, más sencilla, más natural y sobre todo, más humana. Lo escucharán todos los que quieran, las autoridades y el pueblo en general, para de ahí echar a andar los motores y sanar también de la corrupción, los flagelos de una historia que vive Juárez y lo mantiene atado. ¿Será necesario que venga y nos lo diga el Papa? Sí, si el sentido común no nos ha llevado por el camino adecuado.

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