Opinion

El Kotty

Carlos Murillo M./Abogado

2015-11-07

En general, los alemanes son fríos en su trato, no sólo es el clima, están acostumbrados a pasar por encima de los demás, a cumplir metas sin importar qué o quién se interponga en el camino, son malacarientos y tienen una actitud de conquistadores. Por el contrario, los latinos somos cálidos, alegres y amables, disfrutamos el momento con diversión y sabor pero, viéndolo así, también estamos más en la condición de conquistados.
En Berlín hay un lugar turístico que llaman “La Isla de los Museos”, aquí se pueden encontrar los tesoros arqueológicos de la humanidad, con piezas que datan de la época de las grandes culturas egipcias, de Medio Oriente, asiáticas o africanas, estos palacios de la cultura universal muestran lo que los alemanes han acumulado durante siglos gracias a las campañas de dominación y conquista del mundo que han emprendido y que datan desde el origen de los tiempos.
La idea del pueblo germánico de dominar el orbe no es del siglo pasado, ni de Adolfo Hitler, es un deseo recurrente de los alemanes y el resabio de cada intento se ha quedado en los museos, donde se puede encontrar piezas como el sombrero de oro del año 5,000 a.C., que es una especie de casco en forma de cono, considerado la primera manifestación de poder político y organización social de que se tenga registro, porque la pieza tiene grabado un mapa estelar y quien lo portaba era quien podía leer las estrellas, es decir, gobernaba quien tenía el conocimiento.
Pero este interés por dominar el mundo, ni se ha cumplido en su totalidad, ni ha sido gratuito, la última vez que lo intentaron por la fuerza (durante la Segunda Guerra Mundial), el pueblo alemán fue castigado por la comunidad internacional, en Berlín por ejemplo, hoy en día está censurado socialmente hacer la señal nazi con el brazo extendido, quien lo hace se arriesga a que en le metan una regañada en la calle, pero también a ser detenido para investigar a grupos de extrema derecha, ya que el neonazismo, aunque existe, está en el clandestinaje, por cierto que esta semana Anonymus reveló una lista de miembros del Ku Kux Klan que creíamos enterrados, los gobiernos de todo el mundo deben seguir alertas.
Hablar de Hitler o del nazismo en Alemania es un tema tabú que no se menciona ni en los memoriales a las víctimas, parece haber desaparecido de la historia. De este tema, lo que ha sobrevivido es el recuerdo de los judíos, inclusive en las calles de Berlín uno puede encontrar pequeñas placas de metal incrustadas en la banqueta que dicen el nombre y el campo de concentración de una o varias personas, lo que significa que en ese lugar vivía una víctima del Holocausto nazi, aunque no son los únicos que sufrieron el ataque de los nazis, también fueron perseguidos los gitanos, los gays, los socialistas y otras minorías menos conocidas.
Hoy en día, desde el trato en el supermercado se puede ir perfilando a un pueblo, el cajero, por ejemplo, parece el conquistador y el cliente el conquistado, aquí siempre sale uno regañado, es raro encontrar a alguien que preste un servicio con amabilidad, porque no la conocen. Otro ejemplo, en el metro nadie cede ni un centímetro de su espacio, en la calle la gente camina en un sentido y ni por educación es capaz de darle el pase a alguien que lo necesite. Desde la cosmovisión del mexicano, los alemanes son groseros. Pero en Berlín, no sólo hay alemanes, también hay una fuerte migración de turcos, kurdos, africanos y musulmanes de otras regiones, que han provocado el fenómeno de la interculturalidad.
Berlín se ha reconstruido en varias ocasiones, la penúltima fue después de la Segunda Guerra Mundial, cuando los gringos y los rusos se dividieron el territorio alemán. Entonces, cada bloque trajo a sus trabajadores para la reconstrucción, en el bloque ruso, la URSS firmó un contrato con Cuba y China para traer mano de obra a Berlín, ambos países socialistas se ajustaron a las cláusulas y, al concluir el trabajo, los extranjeros regresaron a sus lugares de origen. Mientras tanto, los gringos bajo el régimen liberal-capitalista, hicieron algo diferente, abrieron las fronteras de Alemania del Oeste para la migración e invitaron a quienes quisieran venir a trabajar en la reconstrucción, en aquel momento llegaron turcos, kurdos y musulmanes para trabajar en las obras de la iniciativa privada, sin embargo, adquirieron derechos como trabajadores y se quedaron como residentes, tuvieron hijos y nietos y se asentaron en barrios de Berlín, como Kreusberg, donde a la vuelta de cuatro décadas se convirtieron en mayoría.
Kreusberg está al sur de Berlín, el corazón del barrio es mejor conocido como Kotty y la estación del metro es Kottbuser Tor. Antes de la caída del muro, el lugar estaba del lado ruso, en la Alemania del Este, donde se construyeron decenas de edificios con departamentos para familias de clase baja que después fueron adquiridos por el gobierno tras la caída del muro, después algunos fueron vendidos a los ocupantes y otros, en los últimos años, fueron vendidos a empresas estadounidenses, lo que ha provocado un incremento en los precios del sector inmobiliario.
En el barrio se Kotty, conocido como la pequeña Estambul, la Universidad Alice Salomon instaló una oficina para la Maestría en Gestión de Conflictos Interculturales, el lugar ideal para este programa porque a un paso puede uno encontrar el corazón turco en la gente, en la comida, en los cafés y también en los giros negros. Como en los barrios de Ciudad Juárez, en alguna esquina de Kotty se ven a grupos de turcos y africanos que se dedican a vender drogas y esto, como sabemos, conlleva al tráfico de armas, apuestas ilegales, prostitución y trata de personas.
La migración turca en Berlín ha transformado la vida alemana, al grado de que nos dijeron “les vamos a invitar a comer algo muy tradicional de Berlín: un Kebab estilo turco”, -en honor a la verdad es de lo más decente de la gastronomía, porque la comida alemana es francamente desabrida, solo se salva el pan de dulce que es bastante bueno-. Otro aspecto de la vida cotidiana donde los turcos han influido es en los días laborales, ya que su religión musulmana ha provocado que la Berlín, a pesar de ser la capital alemana, se paralice el domingo por un mandato religioso. También en las escuelas, los niños y jóvenes turcos -que son mayoría-, le hacen bullying a los alumnos y maestros alemanes que resultan ser una minoría en su propio país.
La cultura turca ha logrado imponerse a la cultura alemana en lugares como el Kotty, el mismo fenómeno que se presenta en algunos lugares de Ciudad Juárez como Riveras del Bravo donde la mayoría pertenecen a la comunidad veracruzana, así como en otras colonias donde hay migración de Coahuila, Chiapas, Oaxaca y el Distrito Federal. Pero también, en Ciudad Juárez, es posible entrar a un bar o un restaurante de mariscos y encontrar comunidades de Sinaloa o Sonora que se reúnen en determinados sitios. Estos flujos migratorios han enriquecido la interculturalidad en Ciudad Juárez, como en Berlín el caso de los turcos, pero también ha traído problemáticas comunes, muchas han quedado pendientes.
La próxima semana le platicaré sobre los legendarios punks berlineses y otros temas culturales.

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