Opinion

Un debate nacional

Francisco Ortíz Bello/Analista político

2015-11-07

Vaya que sí prendió en todo el país el interés por el fallo de la Primera Sala de la SCJN, en cuanto al amparo otorgado a cuatro particulares para que puedan sembrar, cultivar, acondicionar, preparar y transportar marihuana para su autoconsumo, con fines lúdicos y recreativos. Por puro gusto pues.
Es el tema de moda en casi cualquier lugar, y en todos los estratos sociales del territorio mexicano, y ni qué decir entre los grupos asociados al consumo de estupefacientes que, en México, se calcula en unos 9 millones de adictos.
Evidentemente, hay una gran variedad de opiniones y posturas al respecto, aunque básicamente sólo prevalecen dos: a favor o en contra de la legalización o despenalización de la marihuana. Pero el tema del consumo de la cannabis en México no es algo tan simple como estar a favor o en contra, esa es una manera muy reduccionista de ver el problema, además de que resulta una forma de enfocar la discusión en una sola arista de un gran problema: el consumo de drogas en el país.
Por principio de cuentas, es de llamar la atención la forma en que la noticia fue abordada por diversos medios informativos, tanto nacionales como internacionales, en algunos casos con un sensacionalismo y falta de precisión periodística que espantan de verdad, ya que no faltaron lo encabezados que rezaban: “Se legaliza la marihuana en México”. Nada más falso y alejado de la realidad que eso.
En este sentido, no faltan los medios y comunicadores que afirman que estamos ante una inminente legalización del enervante, que se ha dado ya el primer paso para que, muy pronto, se lleve a la legislación federal el tema y se termine por aceptar, en las leyes, que el consumo personal de la marihuana con fines recreativos y lúdicos es legal.
No encuentro una real voluntad, por parte del Estado mexicano, de entrarle a las definiciones serias y desde el punto de vista de las políticas públicas a los temas señalados, por lo tanto los deja navegar en el mar de las indefiniciones, encontrando y aceptando en el camino soluciones parciales o temporales que, indistintamente, dejan contentos a unos y a otros, pero que no resuelven de fondo el problema.
Basta ver y analizar la forma en la que, con una inusitada y sorpresiva rapidez, reaccionó el gobierno mexicano ante el anuncio de la resolución judicial. El presidente Peña Nieto, a pesar de que se encontraba en gira de trabajo, se manifestó de inmediato a través de sus redes sociales, y en una entrevista banquetera, pocas veces permitidas por el Estado Mayor Presidencial, su respeto por las actuaciones del Poder Judicial, pero señalando claramente la inconveniencia de dicha medida, según su punto de vista.
También la Secretaria de Salud, la doctora Mercedes Juan, se apresuró a salir a los medios de opinión pública para señalar el daño que ocasiona a la salud de los individuos el consumo de estupefacientes, particularmente la marihuana.
Ese mismo día por la tarde, la Presidencia de la República convocó a una rueda de prensa con el Consejero Jurídico y el vocero presidencial, para dejar muy en claro cuáles eran los alcances el amparo otorgado por la instancia judicial, y repitiendo hasta el cansancio y de todas las formas, que no se trataba de ninguna forma, de una legalización del uso de la marihuana.
Es por ello que considero que, la resolución de la SCJN en el amparo a los integrantes de la organización SMART, le ha dado al gobierno mexicano el pretexto perfecto para entrar en ese terreno de las arenas movedizas de la histórica y permanente indefinición, en el tema de la legalización o no del consumo de sustancias adictivas.
No encuentro nada en el escenario político, legislativo o gubernamental que me haga pensar que, ésta vez sí, el Estado mexicano asumirá cabalmente su responsabilidad de darle a la sociedad definiciones claras en asuntos como éste.
Creo que, al igual que en el caso de los matrimonios de personas del mismo sexo, entraremos más bien en una etapa larga de discusiones y debates estériles, que llegarán incluso a enfrentamientos violentos entre grupos sociales polarizados de un lado u otro, pero no a la ruta que lleve a grandes acuerdos en el tema y, por consecuencia, a definiciones que cuenten con amplio respaldo social y la voluntad política de resolverlas.
No porque considere que el debate sea estéril en sí mismo, claro que no, el debate de las ideas es positivo siempre y cuando nos lleve a conclusiones finales, a acuerdos y soluciones, pero no lo es cuando se convierte solamente en recurso fácil para catalizar o despresurizar los conflictos sociales.
Si ese gran debate nacional sobre el tema de la legalización o no del consumo de la marihuana, al que convocó la Presidencia de la República, no es guiado por la autoridad con la intención real de resolver del fondo el problema, sean cuales sean los acuerdos o soluciones encontradas, estaremos sólo ante un gran distractor social, una discusión permanente e interminable que no llevará a ningún lado y que sólo generará, al final, más insatisfacción a la sociedad en general.
En este, como en muchos otros temas, la forma es fondo. Y la forma que veo no va en el sentido de, más allá de preferencias o gustos personales de los gobernantes, propiciar realmente las condiciones que permitan una definición, la que sea, que de verdad encuentre soluciones a un problema que ha costado muchas vidas a los mexicanos: el narcotráfico.
Porque dejar la discusión, en este tema particular, tan sólo en el asunto del consumo de la marihuana es permanecer en el mismo círculo vicioso de indefinición permanente en un asunto que es mucho más grande y complejo: el narcotráfico y las adicciones en nuestro país.
A los juarenses no afecta particularmente este asunto, porque en nuestra región existen grandes vínculos de organizaciones de narcotraficantes, que han hecho de la ciudad quizá el centro más grande de almacenamiento y distribución de toda la frontera norte, pero también, y a últimas fechas, un gran mercado consumidor de este tipo de sustancias ilegales.
Mercado que representa multimillonarias ganancias a estos grupos de narcotraficantes en Ciudad Juárez, ganancias que se verían seriamente disminuidas si se legaliza la venta de drogas, son por ello, estos mismos grupos criminales, los primeros interesados para que eso no ocurra. Y vaya que han demostrado tener poder e influencia en las decisiones de la autoridad.
¿Por qué es una gran negocio la venta de drogas y enervantes? ¿Por qué cuesta tanto la marihuana? Porque son sustancias prohibidas por la Ley. Fundamentalmente por eso.
Vale la pena pues, reflexionar sobre ese razonamiento porque si se le quita ese ingrediente de ilegalidad dejaría de ser el gran negocio que es, y con ello terminaría un gran flagelo de inseguridad no sólo en Juárez, sino en el país entero. Ahí lo dejo para la reflexión.

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