Opinion

De política y cosas peores

Catón

2015-11-03

Simpliciano, joven varón sin ciencia de la vida, casó con Pirulina, muchacha sabidora. Al principiar la noche de las bodas le preguntó, solemne: “Dime, esposa: ¿soy yo el primer hombre al que te entregas en el lecho del amor?”. “No –contestó ella con franqueza digna de reconocimiento–. Antes de ti ha habido cuatro. Pero debes estar orgulloso: eres el quinto y nunca hay quinto malo”… Minutino era hombre de estatura más que desmedrada. Sus amigos le decían “El príncipe charro”, por no decirle “El pin. chaparro”. Era tan bajo de estatura que para atarse las agujetas de los zapatos debía subirse a una silla. Nadie se explica por qué el petiso pidió ingresar en un club de nudistas. La admisión le fue negada. “¿Por qué?” –preguntó él, irritado–. Le contestó el encargado: “Porque va usted a andar metiendo las narices donde no debe”… Rosibel le contó a su amiga Susiflor su experiencia de la noche anterior con su galán de turno: “Cuando nos tomamos las primeras dos copas actuó como un caballero, pero después de la tercera se portó maravillosamente”… Un grupo de gárrulos amigos que compartían un departamento tenían como sirviente a un oriental. Continuamente lo hacían objeto de chocarrerías por su forma de vestir y hablar. El infeliz soportaba aquellas burlas con filosófica paciencia aquellas burlas. Cierto día los bromistas hablaron entre sí y llegaron a la conclusión de que se estaban excediendo en su trato con el oriental. Lo llamaron y le dijeron: “Lee-Wang: estamos apenados. No nos hemos portado bien contigo. En adelante ya no te haremos víctima de nuestras bromas”. “Muchas glacias –respondió el oriental haciendo una profunda reverencia–. Pala colespondel a eso en adelante Lee-Wang ya no metelá la pilinga en el café de los señoles”… ¿Habrá alguien que me desmienta si digo que hoy por hoy el PRI es más fuerte que la Presidencia? Con la victoria del candidato priista en la elección presidencial del 2012 pensamos todos que volveríamos al sistema presidencialista, y que el poder se concentraría en un solo hombre, a la manera de los presidentes omnímodos, todopoderosos, del pasado priista. Sin embargo no ha sucedido así. Afectada como está la imagen de Enrique Peña Nieto por los errores y desvíos en que ha incurrido su administración, por las tragedias que han acontecido –aunque no tenga parte en ellas–, el poder presidencial ha disminuido, en tanto que el de su partido ha aumentado. Anotemos una extraña paradoja: en la relación entre el PRI y la Presidencia de la República, ahora el que pide que haya entre ellos “una sana distancia” es el partido. En la misma medida en que se apaga la estrella de Peña Nieto se enciende más la de Beltrones. Desde luego éste no es un análisis. ¿Quién soy yo para andar por ahí haciendo análisis? Ni que fuera laboratorio clínico. Pero lo que digo es fruto de las observaciones que hago a lo largo y ancho del país. Sobre todo lo largo, sin menospreciar a lo ancho. El tiempo que falta para llegar a la siguiente elección presidencial habrá de darme la razón. ¡Columnista mentecato! No sabes que el tiempo a nadie da la razón. Bastante ocupado está en pasar, que es su principal tarea, como para ponerse a dar razones. El acaecer político depende de muchos factores, y nadie puede aventurar augurios so riesgo de incurrir en yerros graves. Ea, inane escribidor. Deja de lado los coturnos del arúspice y narra algún chascarrillo final que nos alivie el tedio de tu perorata… El cuento que ahora sigue es picaresco. Se recomienda a las personas de moral estricta que suspendan en este punto la lectura... Un pordiosero encontró en la calle una cartera repleta de billetes. De inmediato fue a una casa de baños donde se aseó prolijamente. En seguida fue a una tienda de artículos para caballero y se compró ropa y zapatos de marca. En una peluquería pidió corte de pelo, rasura y manicure. Luego salió muy orondo a la calle, caminando con aires de magnate. Encaminó sus pasos a un restorán de lujo, y ahí ordenó el platillo más caro de la carta, que acompañó con bebidas de lo fino. Cuando salió pasaron a su lado unas mujeres de cuerpo escultural. Se les quedó mirando el tipo, y luego le habló a su entrepierna. Le dijo: “¿Y ahora? ¿Cómo sabes tú que traigo dinero?”. FIN.

X