Opinion

Campañas anticipadas

Luis Javier Valero/Analista político

2015-10-10

No hay lugar a la duda, no es una coincidencia que todos los aspirantes a la candidatura al Gobierno de Chihuahua, por el PRI, han resuelto realizar toda suerte de actividades en busca de todos los reflectores.
Tal activismo tiene como objetivo, además de la búsqueda de la mejor calificación en las preferencias electorales (por aquello del levantamiento de la encuesta del Comité Nacional de su partido), la de colocar a su partido adelante en las simpatías del electorado y, con ello, arrancar en una mejor posición en la contienda electoral del próximo año.
Contra la creencia generalizada, ya está aquí, no solamente por las repetitivas apariciones de los aspirantes en prácticamente todos los medios de comunicación, sino porque los tiempos legales ya están encima.
El proceso electoral arranca formalmente en el mes de diciembre y en enero -a fines- darán inicio las campañas internas a fin de elegir (si es que algún partido en Chihuahua llega a hacer eso) a su candidato a fines de febrero.
Alguna lectura semejante habrá hecho el PAN, el partido que más cercanamente le ha disputado la gubernatura al priismo en las últimas tres elecciones, que recurrió a una cosa parecida.
El dirigente estatal, Mario Vázquez, convocó a los aspirantes (se supone que también al alcalde de Delicias, Jaime Beltrán del Río, aunque el escribiente desconoce las razones de su ausencia) del blanquiazul -Juan Blanco, Javier Corral, Gustavo Madero y Carlos Angulo- a comer en conocido restaurante de la capital chihuahuense.
Extraña otra ausencia, la del ex candidato a la gubernatura, Carlos Borruel (más aún que prácticamente ningún medio de comunicación lo haya echado de menos) al que insistentemente se le señala, también, como aspirante a la candidatura.
La agonía de los aspirantes priistas 2010 concluyó el 7 de enero del 2010 cuando se dio a conocer, desde la ciudad de México, que César Duarte era el candidato de “unidad” del PRI, luego de un proceso que arrancaría -extraoficialmente- en el mes de agosto del 2009.
Casi cinco meses después fue nominado César Duarte, a pesar de que, según una encuesta de Consulta Mitofsky era quien había obtenido la más baja calificación en las preferencias electorales -29%- contra el 52 de Héctor Murguía, seguido por el presidente municipal juarense, José Reyes Ferriz, con 49.3 por ciento; el diputado federal Alejandro Cano alcanzó el 32.9 y sin que se dieran a conocer los números alcanzados por Óscar Villalobos Chávez y Fernando Rodríguez Moreno, ex secretario de Fomento Social y ex secretario general de Gobierno, respectivamente, de José Reyes Baeza.
La entonces delegada del Comité Ejecutivo Nacional en Chihuahua, Adela Cerezo, fue quien dio a conocer la sui géneris manera en que el PRI resolvió su candidatura: “Fueron los propios aspirantes los que se pronunciaron por Duarte”.
En esa encuesta, Carlos Borruel, aspirante por el PAN, obtuvo el 36.3% de las preferencias electorales. Unos meses después, Duarte obtendría poco más de 600 mil votos por casi 450 mil del panista.
Seis años atrás, en 2003, el PRI se lanzaba a una elección interna, en octubre, entre los aspirantes Víctor Anchondo y Reyes Baeza, proceso que repetía lo realizado en 1998, en el que Mario de la Torre, Artemio Iglesias y Patricio Martínez protagonizaron la primera elección interna, en el país, del PRI.
¿Qué harán ahora?
A diferencia de 2010, el PAN no sufre el desgaste de ser gobierno; en ese año, la administración de Felipe Calderón, se sabía, recibiría un inmenso voto de castigo en las elecciones locales. Así fue.
Hoy el panismo se apresta a recoger la inconformidad, de una parte de la ciudadanía, generada por el gobierno del priista César Duarte que protagoniza, además, una fuerte confrontación con el grupo que apoyó las precandidaturas de Patricio Martínez y Reyes Baeza.
También es un hecho que una buena parte del electorado no olvidó tan fácilmente la docena de gobiernos panistas, de ahí que el PAN no se haya convertido en la principal fuerza emergente en las elecciones del 2013.
Ese es su principal reto. Como la más importante fuerza de oposición, (y única, convicción que creció luego de los somníferos y acaramelados discursos de los regidores de los otros partidos, en los informes de Javier Garfio y Enrique Serrano) dependerá de la manera en que procese la designación de su candidato a gobernador, incluso, independientemente del mecanismo seleccionado para hacerlo.
Por lo pronto, la fotografía de los aspirantes, con la presencia, lado a lado, hombro a hombro, de Javier Corral y Gustavo Madero, tan enfrentados en los meses y años recientes, les puede llevar buenas nuevas a los militantes del blanquiazul; se abre la posibilidad de que la designación se haga en los mejores términos.
Así, lo que se antoja difícil de alcanzar, en cualquier otro escenario, con la consabida frase de “salir juntos en la foto”, al parecer, sí les habrá funcionado a los panistas.
Además, si a partir de ahora, despliegan una actividad parecida a la efectuada por los aspirantes priistas, entonces muy probablemente tendremos una competencia “parejera” muy reñida, lo que disminuiría sensiblemente las posibilidades de los candidatos de cualquiera de los otros partidos, -especialmente de Morena y el PES, únicos hasta ahora obligados a no concretar coaliciones en la próxima elección debido a que es la primera local en la que aparecen- por la polarización que se presentará, generada por el voto útil (es decir, que una parte de los electores no sufragarían por el candidato o partido de sus preferencias primigenias, sino por el que cree que podría ganar).
Otra parte del electorado lo hará en función de su decisión oposicionista y lo hará por el partido, contrario al PRI, que crea en mejores condiciones de ganar.
Sorprende la presencia de Javier Corral en la reunión, se le creía descartado de la contienda, luego de la derrota sufrida en la búsqueda de la dirigencia nacional y su decisión de construir una corriente interna en el PAN. En los ejercicios demoscópicos de la dirigencia nacional aparece en los primeros lugares de las simpatías electorales, apenas por encima del otro ausente de la foto, el ex alcalde y ex candidato, Carlos Borruel.
Ellos dos se encuentran en el mismo caso que los priistas Héctor Murguía, Marco Adán Quezada, Javier Garfio y Enrique Serrano, en el que el voto de rechazo que reciban (esto es, los porcentajes de las respuestas de los ciudadanos encuestados a la pregunta de -¿por quién nunca votaría?) será determinante para sus aspiraciones.
Aunque en esas mismas condiciones, pero en márgenes menores, se encontrarían Gustavo Madero y el ex alcalde y actual diputado federal, Juan Blanco, único ganador en los distritos de Chihuahua.
En la misma tesitura, pero por razones totalmente distintas, se encontrarían las senadoras Graciela Ortiz y Lilia Merodio. Seguramente con ellas se aplicaría un parámetro que duele, porque denotaría uno de los peores rasgos de la sociedad actual, el derivado de preguntar a los ciudadanos si votaría por una mujer para gobernadora.
Cuestionadas al respecto sostienen que es un factor que ya no cuenta, que han medido tan denigrante aspecto de las sociedades modernas y que, aparentemente, a los chihuahuenses poco les afectaría que una mujer ocupara la silla principal de Palacio.
La realidad es terca, una vez que el gobernante presenta su quinto informe, se empieza a desgranar la lucha por la sucesión y su papel, ante la opinión pública, empieza a declinar.
Todos los mandatarios lo saben y, peor aún, lo resienten. De la manera en que afronten tal proceso dependen muchas y muy importantes cosas en Chihuahua.
En primer lugar, la estabilidad de su gobierno y de su partido. En el caso del Gobernador Duarte, ya lo comentamos previamente, algunos sucesos pueden ser determinantes, como el episodio del supuesto desvío de 3 mil millones de pesos por el ex gobernador Reyes Baeza y su Secretario de Finanzas, Cristian Rodallegas; la confrontación con Marco Adán Quezada y, luego, dos episodios, por lo menos extraños.
Uno, el contenido en la respuesta en una entrevista concedida a El Diario de Chihuahua, en la que le preguntan su postura respecto a la demanda de juicio político en su contra, interpuesta por algunos concesionarios del transporte urbano de la capital, cuyo representante es el abogado Maclovio Murillo.
Sorprende, así lo dijo: “Ya no hallan ni qué hacer. Espero que el tiempo ubique las cosas en su lugar y que la justicia se haga y les recuerdo que también hay revancha. El que se ríe se lleva y el que se lleva se aguanta”. (Jaime Álvarez Jiménez, El Diario de Chihuahua, 6/X/15).
¿Cómo está eso? De acuerdo con la respuesta, los concesionarios y el abogado formarían parte de un grupo empeñado en mantener una ofensiva en su contra.
Más aún, implícitamente reconoce haber “perdido” frente a ellos, a grado tal de reconocer la existencia de la “revancha”, palabra que le da paso a la parte crítica de su mensaje, el que no debería haber emitido, pues es el jefe de las fuerzas policíacas de la entidad, pues da pie a pensar que aplicaría su fuerza al momento de decir que “el que se lleva, se aguanta”.
El otro episodio es el del atrevimiento de nombrar como su representante al segundo informe del alcalde juarense, Enrique Serrano, al ex alcalde Héctor Murguía.
¿Por qué? ¿Para mandar el mensaje de que ambos forman parte del mismo equipo, no el de Duarte, sino el de la sucesión? ¿Para decirle a Serrano que la voz principal en Juárez es la del Teto Murguía? ¿O para obligar a Murguía a elogiar, obligatoriamente, la obra de gobierno de Serrano?
Son tiempos de campaña, anticipada o no, dentro de los marcos legales o no, pero la disputa por el gobierno de Chihuahua ya está presente, el problema es que no se aprecia, en ninguno de los ahora mencionados, la intención de efectuar el viraje que la entidad necesita.
Somos el estado que más empleos formales tiene, pero con los peores salarios para más de dos tercios de los chihuahuenses; nuestra economía palpita al ritmo de la norteamericana y, por desgracia, no solamente en la de los negocios ilícitos.
Las gravísimas consecuencias de ello se aprecian casi en cada espacio del Estado Grande. Por desgracia.

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