Opinion

De política y cosas peores

Catón

2015-10-08

Distrito Federal- Frinesia, muchacha de lo que antes se llamaba la vida galante y que ahora se llama la vida cotidiana, le contaba a Mesalinia, compañera de profesión y amiga, lo que le había sucedido. "Vi en la calle a un joven muy guapo y le ofrecí mis servicios. Me preguntó cuál era mi tarifa, y le dije lo que cobro: mil pesos. Me respondió que solamente traía 50. "Por 50 pesos -le respondí- lo único que te puedo dar es un besito". Aceptó él, y nos dimos el beso. ¡Jamás había encontrado un hombre que besara tan bien! Sentí que todo mi cuerpo se estremecía; me invadió una oleada de pasión". Le preguntó Mesalinia, interesada: "¿Y luego?". Respondió Frinesia: "Luego le fié los otros 950 pesos". El borrachín llegó al centro nocturno cuando el cantante de la orquesta entonaba una canción de ayer. Decía: "¿Y quién es él? ¿A qué dedica el tiempo libre?". "¡Pendejo! -se burló el temulento-. ¡Además de cornudo, curioso!". Se incendió el motel de paso y llegaron los bomberos. De entre el humo y las llamas apareció un sujeto completamente en peletier, o sea desnudo, que llevaba su ropa en las manos. Le preguntó con ansiedad a uno de los bomberos: "¿No viste salir a una rubia de busto grande y grupa prominente?". "No" -respondió el apagafuegos. Le dijo el individuo: "Yo debo salir de aquí ahora mismo. Pero si ves a la rubia te la puedes follar. Ya está pagada". Don Astasio le contó a un amigo: "Mi mujer está adquiriendo costumbres sexuales muy extrañas. Ahora le da por amarrarme a la cama". "Bueno -razonó el amigo-. A muchas mujeres les gustan esos juegos eróticos". "Sí -admitió don Astasio. Pero a mí me deja amarrado y luego se va con el vecino". Solemne, severo, el juez le dijo al compareciente: "Antes de que cumpla yo con mi deber, joven, ¿tiene usted algo qué decir? Si quiere manifestar algo dígalo ahora, porque después será difícil que se le permita hablar". Respondió el hombre: "No, señor juez. No tengo nada qué decir". "Muy bien -expresó el juez-. Entonces los declaro marido y mujer". Habían caído lluvias torrenciales durante varios días. Una inundación total amenazaba al pueblo; las calles estaban llenas de agua, y muchas casas se habían caído ya. El padre Arsilio, cura del lugar, reunió a los habitantes en la iglesia y los exhortó a rezar para que cesara aquel diluvio. Pidió: "Un padrenuestro". Y al punto empezaron todos los feligreses: "Padre Nuestro que estás en el Cielo.". Solicitó en seguida: "Un avemaría". Y el pueblo: "Dios te salve, María...". En eso se oyeron crujir las tablas del techo. Se angustió el buen sacerdote, y dijo: "¡Las tablas!". Y los feligreses: "Dos por una dos; dos por dos cuatro.". Pienso que hay una consigna del PRI -eso es lo mismo que decir que hay una consiga de Los Pinos- para pedir a los gobernadores priistas que hagan en sus respectivos estados la condena de las candidaturas independientes y descalifiquen a los candidatos sin partido. El prigobierno sabe que los ciudadanos están hartos de los abusos y excesos de los partidos políticos, y temen que en otras entidades suceda en la elección de gobernador lo que sucedió en Nuevo León. Lo único que está consiguiendo el sistema con esos pronunciamientos es hacer más propagando a las candidaturas independientes, y que los precandidatos con pocas posibilidades, o ninguna, de ser ungidos empiecen a considerar la posibilidad de lanzarse como independientes. Este fenómeno ya nadie lo va a parar. El cuento que ahora sigue es de moral dudosa. Las personas de moral certificada deben abstenerse de leerlo.Tres parejas que viajaban juntas llegaron por la noche a un hotel. Había sólo dos cuartos disponibles, con una cama cada uno. Acordaron que las tres esposas dormirían en una habitación, y los maridos en la otra. A eso de la madrugada, en el cuarto de los hombres, el que dormía en medio empezó a tratar de salir de la cama. Le preguntó uno de sus compañeros: "¿A dónde vas?". Respondió el otro ansiosamente: "A buscar a mi mujer. Desperté con una erección que hacía mucho tiempo no tenía, y debo aprovecharla". Volvió a preguntar el otro: "¿Quieres que vaya contigo?". Respondió con enojo el individuo: "¿Para qué voy a querer que vayas conmigo?". Explicó el amigo: "Es que lo que tienes en la mano es mío". (No le entendí). FIN.

X