Opinion

México 68, déjá vu

Luis Suárez Marcial

2015-10-07

Una de las principales obligaciones del gobierno es trasmitir a las nuevas generaciones conocimientos, cultura, moral, historia, tradiciones y reglas sociales. Pero el gobierno empieza en la casa, en la familia, no con el presidente municipal Serrano, el gobernador Duarte o el presidente Peña Nieto. Los papás son la base del gobierno, son el principio de la autoridad.

Una gran construcción requiere de una buena cimentación. Nuestro gobierno carece de buenas bases, por eso cualquier ventarrón lo tambalea.

Si los hijos no creen lo que dicen sus padres ni aceptan lo que hacen, tampoco los ciudadanos creemos en los que dicen o hacen el gobierno y sus políticos.

Tradicionalmente son los jóvenes quienes se inconforman y rebelan contra la autoridad de sus padres o la dictadura del Estado. Ponen en práctica sus inquietudes, quieren hacer realidad sus ideales.

El ejemplo más significativo lo tenemos en México con los estudiantes de nivel medio y superior que se unieron para exigir una sociedad más justa y un reparto más equitativo de la riqueza.

En la década de los sesentas el poder económico lo ejercían apenas un 10% de la población (en la actualidad este porcentaje ha bajado aún mas), es decir que cada vez estamos peor.

Déjá vu (literalmente es: “ya visto”), este término francés acuñado por Émile Boirac (1851-1917), es común para referirse a una experiencia familiar que aunque sea poco común y sea una sensación breve, es abrumadora y parece ya haber vivido el momento presente y de ser capaz de predecir lo que está a punto de suceder.

Jamais vu (literalmente “nunca visto”), es en esencia lo opuesto a Déjá vu.

Lo que ocurrió en México en 1968 es una experiencia del pasado que siempre está presente y que se tiene el miedo de acertar en el presentimiento de que puede volver a suceder, como así fue, el 26 de septiembre del 2014 en Ayotzinapa.

Desde la dictadura porfirista, por ejemplo, se caracterizó por someter al orden (matando) a los obreros, campesinos y a todos aquellos que se oponían al régimen, la orden de Porfirio Díaz era: “Mátenlos en caliente”.

En 1968 Gustavo Díaz Ordaz, junto con su secretario de gobernación Luis Echeverría Álvarez, tomó la decisión de disciplinar a los que protestaban contra el régimen. Matándolos era la mejor manera de meterlos al orden.

Mandaron a las Brigadas Blancas, a los Halcones y al ejército para exterminar a los maestros, intelectuales, artistas, estudiantes y padres de familia que se habían unido a las demandas de justicia social. La respuesta del dictador Díaz Ordaz fue: “sométanlos al orden”. Tal vez los que recibieron la orden entendieron: “mátenlos en caliente”, como decía Porfirio Díaz.

Cuando ya era presidente de la República Luis Echeverría, en junio de 1971, volvió a ocurrir otra masacre contra los estudiantes el jueves de Corpus, esta brutal represión fue conocida como el “halconazo”.

Algunos integrantes de la iglesia católica, reconociendo las injusticias, establecieron un vínculo con las necesidades de los obreros y campesinos con su “Teología de la liberación”.

En Ciudad Juárez y en general en todo el estado de Chihuahua, siguen existiendo las demandas de justicia para las víctimas de la violencia. Existe una larga lista de personas desaparecidas (hombres y mujeres) desde hace 15 o veinte años, sus familias siguen sin saber nada. La lista y las demandas siguen creciendo y el tiempo se le acaba a la administración actual (…) bueno, ya llegará otra administración que nos ofrezca justicia y solución a esos problemas.

Los que éramos jóvenes en la época del 68 seguimos viviendo con el miedo de que los estudiantes pensantes vuelvan a utilizar medidas radicales contra el gobierno, si el Estado y los políticos siguen ocupados en atender sus negocios particulares y sus intereses económicos, en lugar de atender las demandas de justicia.

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