Opinion

La familia de hoy, ¿dividida?

Samuel F. Velarde

2015-10-05

Hablar de la familia hoy no es un asunto fácil de analizar, sobre todo por lo que implica en todas sus visiones teóricas: social, política, moral y religiosa. Sin embargo, la familia sigue siendo un núcleo importante en la sociedad, de alguna manera es la reproductora del sistema en muchos sentidos, en otros, se ha vuelto también –aunque de forma escasa– un núcleo crítico. Lo que sí es indiscutible, es que aún es el lugar donde los sentimientos afectivos y los valores que posicionan al individuo moralmente responsable forman parte de su papel central.

No obstante, pudiéramos  decir que la familia ha perdido cierta cohesión solidaria que la caracterizaba en otros tiempos, o su condición de refugio para las penalidades humanas, incluso como baluarte de espacio digno.

Hoy en día la familia está dividida, hay un desencuentro entre sus miembros, en mucho las tecnologías de información y comunicación a través de las redes sociales han contribuido en ese fenómeno que verdaderamente ha invadido la privacidad familiar y hace de las suyas, provocando que los miembros de la misma se vean como extraños.

No se puede negar que se le da más prioridad a una relación cibernética que a nuestros seres queridos. Si anteriormente el hogar era un espacio de diálogo o discusión incluso de conflicto, como forma de comunicación, ahora el silencio y la falsa quietud invade de manera absoluta los espacios hogareños, donde cada quien se encuentra absorto con su tecnología portátil según sus capacidades económicas.

Vamos más allá, en los restaurantes es común observar a una familia completa inmersa cada uno en su mundo privado que le provee su aparato móvil, lo curioso es que nadie repara en ello y el silencio sepulcral de esa reunión, cierra la posibilidad de establecer la comunicación directa.

Entonces, la frivolidad en la comunicación humana es ya un hecho, o al menos se ha transformado en algo menos apasionante o complejo. Tal vez la reflexión a considerar sin estar en contra de los avances tecnológicos, es que la familia cae en redes que parecen inofensivas, pero que a la larga, desmoronan el afecto, la confianza y la solidaridad familiar.

Para muchas personas las redes sociales han sustituido no solamente la comunicación familiar, sino también el arte de leer y cultivarse. Pero también en el medio académico el “copy paste” se ha convertido en un vicio realmente peligroso para la formación de los jóvenes, desbaratando su capacidad reflexiva y creando estafadores del conocimiento.

La familia juarense que ha vivido momentos de angustia por la violencia externa y por la violencia intrafamiliar, debe asumir un papel para recobrar su rol de guía en lo que se pueda, de apoyo moral y transmisora de amor y responsabilidad a sus miembros, pues tanto materialismo y apatía ha dado sorpresas desagradables a muchas familias juarenses.

Igualmente, fomentar un papel más cohesionador, donde se continúen formando ciudadanos con valores humanos, que permitan  ciudadanos conscientes, críticos y con potencialidades de desarrollo humano.

La reflexión acerca de cómo la familia se divide por el mal uso de las redes sociales e implícitamente por las tecnologías de información no sale sobrando, al contrario, debe ser un foco amarillo que nos auxilie en prevenir fenómenos aun inéditos o que no vemos todavía.

Si bien estas tecnologías apoyan el proceso educativo y difunden el conocimiento, también permiten el mal uso del tiempo que pudiera invertirse en otras cosas más provechosas.

En una hipótesis personal, me imagino que la serie de asesinatos colectivos sucedidos en el país vecino, la mayoría de esos lunáticos pasan horas en internet, dilucidando sus crímenes, enajenados y con gran ausencia de relación familiar.

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