Opinion

Pecados cinéfilos

Jesús Antonio Camarillo

2015-10-02

De nueva cuenta hay un exhorto de la autoridad municipal para que los juarenses se abstengan de realizar un acto concreto. Hace unos días fueron los narcocorridos, hoy es el cine. El objeto de la polémica es ahora el filme “Sicario”, dirigido por Denis Villeneuve y protagonizada por Emily Blunt y Benicio del Toro. La cinta ya se exhibe en los cines de El Paso, pero será hasta diciembre cuando llegué a Ciudad Juárez.

Quizá hubiera pasado un tanto desapercibida, o tal vez, identificada solamente como una más en la interminable lista de películas de narco y violencia. Por lo que afirman los críticos, la cinta se reduce a una trama mediocre, muy lejana a la calidad de obras cinematográficas que han abordado temáticas similares pero desde perspectivas más poliédricas y complejas, como es el caso de la película “Heli” del realizador mexicano Amat Escalante.

El hecho es que por las declaraciones del alcalde Enrique Serrano, “Sicario” ha llamado la atención. El morbo es una planta que se nutre de dimes y diretes. Y aquí, el presidente municipal es tan predecible como lo fue en su momento Héctor Murguía, quien hace poco más de dos años y luego del estreno de la serie “The bridge”, protagonizada por Demián Bichir y Diane Kruger, clamaba a la cuatro vientos que, de ser necesario, recurriría a las autoridades diplomáticas mexicanas para protestar en contra de la serie producida por la cadena Fox.

En ese entonces, fue más el alboroto que armó Murguía que la consistencia de la serie, cuya segunda temporada empezó a marcar su propio declive. Pensada como un proyecto de largo alcance, la emisión televisiva vio decaer sus niveles de audiencia drásticamente. La serie, finalmente, fue suspendida.

Ahora Serrano quiere demandar, ante instancias estadounidenses, la presunta afrenta que se le causa a la ciudad, pensando que en los tribunales de ese país las afectaciones a la imagen y al honor tienen un mayor florecimiento que en la tradición latinoamericana. Sin embargo, parece pasar por alto, entre otras cuestiones, el peso que en Estados Unidos tiene la casi todopoderosa primera enmienda de su Constitución. El derecho a libertad de expresión que la enmienda contempla es un bien básico que, aunque no sea absoluto, sólo admite limitaciones en casos muy graves y específicos.

Además, en Estados Unidos, la industria cinematográfica, desde hace muchas décadas, ha sostenido batallas legales que han dado como resultado el que sus películas gocen de las mismas protecciones constitucionales de libertad de expresión que otros medios de comunicación. Esa lucha se remonta a  la primera y segunda década del siglo XX. En ese entonces los guardianes de la moral habían establecido “consejos de censura” en diversos estados, tratando de someter las obras cinematográficas a los códigos morales de cada localidad.

Pero ese afán de reclamar dignidades y decoros para sus terruños, es también histórico en las autoridades mexicanas. Quizá bajo otras circunstancias políticas, pero con las mismas intenciones, el cine fue visto por los gobiernos mexicanos del pasado como artilugio para conformar una opinión favorable o adversa. Así lo asienta el investigador Rogelio de la Mora Valencia en su texto: “Las películas estadounidenses denigrantes para México proyectadas en Argentina y Brasil, 1919-1924”. De la Mora recuerda como, en 1917, Isidro Fabela, designado por Venustiano Carranza como embajador de México ante los gobiernos de Chile, Uruguay y Argentina, informaba sobre la exhibición de películas en las que “se inducía al desprecio al pueblo mexicano, y que, gracias a su intervención ante el inspector de policía, se había procedido a retirarlas de los cines”.

Al año siguiente, Rómulo Castañeda, otro diplomático mexicano comisionado en Brasil solicitaba la intervención del ministro de Relaciones Exteriores dado que se proyectaban en ese país cintas que presentaban a México “como un pueblo inmoral y miserable”.

Así que, el síndrome de nuestros gobernantes de hoy, después de todo, no es original. Ahora, lo que se observa aquí y allá, es el empeño de estar peleando con molinos de viento que lo único que ocasionan es un desgaste innecesario. El silencio y la autocontención, tanto en el cine como en la política suelen ser dos joyas invaluables.

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