Opinion

Elegir rector

Pascal Beltrán del Río

2015-10-02

Distrito Federal- Con sus casi 350 mil alumnos y 35 mil académicos, la UNAM es un mundo en tamaño y complejidad.

Cuando elige rector, cada cuatro años, el proceso que se desencadena dentro y fuera de la Universidad se asemeja más al relevo de un gobernador que al de un simple responsable de escuela.

Podría decirse, sin temor a exagerar, que la República Mexicana está formada por 31 estados, el DF y la UNAM.

La Universidad Nacional tiene territorio y tiene influencia en el debate nacional. Cada vez que se discute el Presupuesto de Egresos de la Federación, uno de los temas que generan interés, que incluso llegan a provocar controversia, es cuánto dinero le tocará.

El rector de la Universidad es un personaje público de enorme relevancia, sobre el que hay, permanentemente, un reflector.

Debe saber sortear mil problemas que, obviamente, tienen que ver con la Universidad, pero no solamente con ella.

Cuando el rector habla tiene que medir cuidadosamente sus palabras porque muchos lo están escuchando. Debe pensar en el bien de la Universidad, pero también en lo que sea mejor para el país.

En la forma, el rector es el jefe nato de la Universidad, preside el Consejo Universitario y es su representante legal. Pero, en los hechos, debe ser mucho más que eso: un punto de referencia al que se voltea a ver en momentos de conflicto y polarización.

Una sola visión parcial le está permitida al rector. En el futbol, tiene que irle a los Pumas. Si por alguna razón creció yéndole a otro equipo, que se olvide de sus colores y vaya al Estadio Olímpico de Ciudad Universitaria a gritar el Goya.

En todo lo demás, el rector debe procurar la imparcialidad, el temple y la sensatez, al tiempo que pone por delante los principios de la Universidad.

No todos los universitarios practican esos principios –porque los hay quienes consideran que la UNAM es una especie de trinchera ideológica–, pero nuestra Universidad es un espacio de conocimiento y tolerancia de todas las formas de pensar.

La UNAM no es, no debe ser nunca, patrimonio de un partido político o una corriente. Debe ser un ámbito en el que todas las ideas son bienvenidas y debatidas, donde se prohíba cualquier forma de discriminación, especialmente la exclusión de alguna línea de razonamiento.

Si tal forma de discriminación es indeseable en una sociedad, lo es más en una universidad. Imagine que en un instituto científico estuviese proscrita alguna teoría. Jamás podría llegarse así al conocimiento.

Eso fue lo que yo aprendí en sus aulas, pero también en sus auditorios, pasillos y jardines. Conviví con alumnos y maestros que veían el mundo distinto a como lo hacía yo. Gracias a ellos me enriquecí intelectualmente y aprendí cosas que no sabía. Y es probable que yo también les haya dejado algo.

La UNAM es, esencialmente, un recinto de aprendizaje, nuestra Máxima Casa de Estudios. También es un lugar de convivencia, pero no por eso es un mercado o una cantina.

Requiere recuperar el orden que ha perdido en años recientes. Debe terminar con la venta no autorizada en sus instalaciones de todo tipo de productos, incluyendo drogas. Y debe recuperar los espacios que han sido privatizados por grupos políticos o simplemente delincuenciales, y no volver a permitir actos bochornosos como la borrachera colectiva del más reciente final de cursos en las islas.

La autonomía de la UNAM está pensada para defender la libertad de cátedra, no para convertirse en santuario para el delito.

Por todo lo anterior, el rector está mejor equipado cuando tiene una perspectiva amplia de la propia Universidad, pero también de México y el mundo. Cuando el rector tiene la capacidad de ver más allá de la escuela o facultad de la que surgió o en la que se ha desempeñado, hará mejor su trabajo.

La principal virtud del rector no puede ser su orientación ideológica o su formación política. Además de su conocimiento académico, debe tener la capacidad para articular íntegramente lo que la UNAM puede ofrecer a México y el mundo y todo lo que éstos pueden darle a la Universidad.

Confío plenamente en los miembros de la Junta de Gobierno para escoger al mejor.

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