Sergio Conde Varela
2015-10-01Esta palabra ha sido puesta de moda por el Papa Francisco y ha penetrado rápidamente en muchas conciencias de pueblos diversos.
Descartar es un verbo transitivo que significa apartar, separar, rechazar, desechar y el pontífice, al hablar de grupos de poder que descartan a quienes no lo tienen, ubica dentro de estos últimos a los ancianos, a niños de la calle, a los huérfanos de servicios de salud, de educación, de seguridad. La palabra en este contexto se refiere el hacer a un lado, el no tomar en cuenta a quienes viven fuera de los grupos poderosos política o económicamente.
Sin embargo, en este comentario no queremos tocar a fondo este descarte social lastimoso sino referirnos al descarte que debemos hacer los juarenses, chihuahuenses y mexicanos que muchos no lo conocemos o que conociéndolo no lo aplicamos en nuestras vidas.
Hace mucho tiempo que los fronterizos no nos acordamos del liderazgo y del talento que tenían los viejos juarenses, que convirtieron a nuestra frontera en la mejor del país.
Deportistas, maestros, músicos, empresarios, fotógrafos, comerciantes, profesionales en muchas áreas hicieron que Juárez fuera reconocida como una frontera triunfadora.
La visitaban personajes de todo el mundo: Artistas, boxeadores, pintores y líderes sociales, entre otros, fueron recibidos por juarenses. La energía desplegada por quienes nacieron en esta tierra, o fueron adoptados por ella, era manifiesta a favor de los visitantes.
Sin embargo, algo pasó. Hubo un estancamiento extraño y se ha sentido la necesidad imperiosa de descartar muchas actitudes que han detenido la marcha de una comunidad como la nuestra, caracterizada por realizar grandes proyectos a velocidad vertiginosa.
No podemos ilustrar a los lectores de tantas causas que han provocado esto, pero si podemos hacer una enumeración breve de algunas de ellas.
Parece que los moradores de nuestra localidad hemos descartado pensamientos poderosos de éxito, de realización, de abundancia en todos los órdenes.
Pareciera también que hemos separado de nosotros y hemos suprimido de tajo las posibilidades de transformación importantes, el levantar nuestra voz para exigir que a quienes les toca hacer esos cambios no disimulen su obligación, porque nuestra frontera produce mucho dinero a los tres niveles de gobierno. No es posible que la negligencia llegue a estimar a nuestra metrópoli como un pequeño pueblo rabón.
El dejo y la indiferencia viven en muchos de nosotros y la frase “no se puede” ha tomado posesión de mala fe en nuestra mente, y es una fuente de contaminación de conducta que no se detiene y demerita la intención de hacer cosas mejores, de calidad, con profesionalismo y capacidad manifiesta. Desde luego los efectos son desastrosos por ese virus contagioso.
La fuerza creativa, que nos rodeaba en otros tiempos, la hemos descartado sin razón alguna. Como ejemplo de ese ímpetu lo es el Central Park de Nueva York, cuyos transeúntes fueron testigos de miles de cuadros pintados por juarenses que se situaban en sus alrededores y cuyas obras eran apreciadas y compradas por los neoyorkinos. Lo anterior servía también para que se tuviera la intención de visitar turísticamente nuestra tierra.
El conformismo se ha apoderado de muchos de nosotros, la incapacidad y el desaliento ha soplado fuerte en nuestras generaciones y eso, de plano, no se vale.
Llegamos pues a la conclusión que es inadmisible el descarte de personas, pero es absurdo y doloroso autodescartarse de muchas capacidades, talentos y conductas que tenemos tantos seres de buena fe que habitamos estos lares.
Tenemos que visualizar con decisión y entusiasmo la ciudad que queremos y hacerlo rápido para que los cambios sean acelerados, sintonizados con un tiempo que rechaza las demoras, los dejos y las incapacidades; estamos en tiempos de forjar nuestra casa común. De verdad.