Opinion

La piara vociferante del congreso

Miriam A. Ornelas

2015-09-03

El primero de septiembre nuestro presidente de la República, licenciado Enrique Peña Nieto, cumplió con el mandato constitucional que le obliga a rendir un informe del estado en que se encuentran las cosas del país y todos esperábamos verlo ante la más alta representación de nuestro pueblo que es el Congreso y, sin embargo, el acto protocolario se limitó a la remisión de un informe escrito presentado por el secretario de Gobernación.

De hace algún tiempo a la fecha nuestros presidentes han eludido la comparecencia en el Congreso en virtud de que muchos diputados han tomado de costumbre abuchear groseramente al primer mandatario de la nación mexicana con insultos cada vez más corrientes, abandonando todo atisbo de  elemental decoro que debe existir en ese órgano parlamentario que así se ha revelado como una piara de gañanes mecapaleros. Nuestras cámaras legislativas se han convertido en algo así como el reality show de Laura en América, pero más corriente.

La OCDE nos ha catalogado como un pueblo ignorante, como gente maleducada y eso se ve reflejado fielmente en la conducta de muchos de nuestros representantes parlamentarios. Me da la impresión que en el Congreso algunos diputados, teiboleros y borrachos, se encuentran enfrascados en una extraña competencia para ver quién es el más corriente y el más soez. Y hace unos cuatro sexenios para acá se ensañan en insultar a nuestro presidente haciéndolo objeto de sus burlas más vulgares. Por una elemental prudencia nuestros presidentes ya no quieren acudir a ese recinto parlamentario.

Nuestro Congreso se ha convertido así en un trochil donde sólo brilla el más atascado de lodo, el campeón en el arte de infamar. Y si muchos piensan que esa contienda de insultos y denuestos de la más baja ralea es muy graciosa, pues están equivocado, ¡No lo es!

Así las cosas, la dignidad presidencial que debe asistir al genuino representante del esforzado pueblo de México no debe exponerse a la inquina de esa plebe, que si no respeta ni a su madre, mucho menos respeta a nuestro presidente.

A nuestros “diputeibols” les falta cultura; pero no de esa que enseñan los maestros de la sección 22 de la Coordinadora Nacional de Trabajadores de la Educación de Oaxaca, bandoleros, cobardes y delincuentes. A nuestros congresistas les falta educación de la que se da en los hogares más humildes de México, de esa que impartimos las madres bien nacidas que conocemos el significado de la palabra respeto.

Y mientras esa educación brille por su ausencia en el Congreso nacional, es prudente que nuestros presidentes no acudan a ese arrabal en que se ha convertido el edificio de San Lázaro. Que el Informe del Estado de la Unión se les mande por escrito y hasta por correo electrónico, que al fin y al cabo ni tan siquiera lo van a leer, porque no conocen el silabario.

Todos somos testigos de que nuestro gobierno ha tenido serias dificultades para enderezar el rumbo del país y queremos oírlo de labios del presidente Peña Nieto desde ese edificio público que es el Congreso de la Unión, pero esto no se puede por culpa de estos gandules.

Aunque el éxito no ha sido del todo lo bueno que quisiéramos, de todos modos es de gente educada escucharle comedidamente y darle las gracias a nuestro presidente por el esfuerzo realizado. Al fin y al cabo, quien hace lo que puede, hace más de lo que debe. Ya nos enteraremos de los resultados del informe cuando la prensa nos entregue su trabajo y sus análisis.

El estudio de ese informe presidencial debe ser tranquilo, razonado, contrastado, pero eso no es posible en esa casa de locura, en ese griterío alocado que han armado nuestros diputados y que ni siquiera a ellos les deja trabajar a conciencia. El presidente no debe acudir a ese local a exponerse. De todas maneras todo lo que diga será usado sistemáticamente, irreflexivamente en su contra, porque ahí el escenario le es adverso en alto grado.

Y hasta entonces volveremos y diremos nuestra opinión, con verdad y con respeto, porque sólo así, con respeto, se puede entender la gente.

 

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