Opinion

Crece la violencia

Luis Suárez Marcial

2015-08-24

Contrario a lo que nos informan las autoridades en relación con el descenso de la violencia, una vez más ha quedado demostrado que, lejos de disminuir, está creciendo de manera alarmante. Frecuentemente nos dicen que han tenido éxito al detener a los más peligrosos delincuentes, jefes de las bandas de narcotraficantes… lo que no mencionan es que los dejan escapar.

Ciudad Juárez, como otras entidades fronterizas, ha visto crecer el número de niños y jóvenes que se han sumado al seno de pandillas integradas por peligrosos delincuentes y drogadictos. En su mayoría provienen de matrimonios desintegrados y con alto índice de violencia intrafamiliar.

Los niños y adolescentes que fueron entrevistados y presentados en el programa de televisión Los Reporteros, dirigido por Saúl Sánchez en el canal 2 de televisa, nos asombran por la frialdad con que narran su participación en hechos delictivos como secuestro, robo, asesinato y tráfico de drogas.

Nos asombra que ahora los niños juegan a secuestrar a sus amiguitos o a sus compañeros de escuela. Aterroriza que lo que empezó como un juego, lo pongan en práctica tal como lo han aprendido y experimentado en su comunidad.

Intentan imitar a personas tan violentas como el Ponchis, quien a los 14 años  era un experto sicario al servicio de los cárteles que mejor le pagaban.

También recibimos con asombro la noticia que unos niños en Chihuahua, como parte de un juego, secuestraron a Christopher, lo torturaron, lo masacraron y sepultaron de forma clandestina.

Ciudad Juárez se ha ganado los reflectores a nivel internacional, no solo por los feminicidios y la narcodelincuencia sino también por la violencia infantil. Un alumno de la Secundaria Federal 2 Altavista también fue secuestrado, torturado, asesinado y sepultado de manera clandestina por unos niños y niñas del mismo sector. El modo de asesinarlo fue semejante al de Christopher en Chihuahua.

Estos asesinos, como en su momento El Ponchis, en ningún momento mostraron miedo o arrepentimiento; aceptan con tranquilidad sus acciones.

Todos debemos preguntarnos: ¿Cómo estos niños han llegado a estos extremos? ¿Dónde estaban sus padres? ¿Qué ha hecho el Estado o qué omisiones ha tenido para con estos pequeños? Pero lo más importante: ¿Qué podemos o estamos dispuestos a hacer por nuestros niños y jóvenes?

Según estadísticas, 7 de cada diez familias, han optado por no dejar salir a sus hijos a la calle, porque el Estado no les brinda suficiente seguridad.

Estas conductas las genera el abandono, la soledad, el miedo, la violencia y la falta de socialización.

La intercomunicación de los padres con sus hijos es indispensable para el sano desarrollo de los niños; el aprendizaje y práctica de valores humanos en la familia son nuestra mejor arma, y nuestro mejor aliado es la escuela.

Nuestro sistema educativo puede dejar un poco de lado el objetivo de llenarles el cerebro a los niños (con información académica) y dedicar un buen tiempo a la educación cívica y a desarrollar la inteligencia emocional de los pequeños. La instrucción se puede dar en cualquier momento, la educación emocional, no.

Para revertir los índices de inseguridad, es indispensable poner en práctica acciones reales, contundentes, ajenas a los intereses políticos personales o de partido.

Es fundamental que el padre de familia gane un salario suficiente para poder sostener a su familia dignamente. Esto evitaría que la mamá tenga la necesidad de trabajar y  pueda dedicar más tiempo al cuidado y educación de los niños.

El Estado deber dar seguimiento a los  casos de niños infractores; a los alumnos que abandonan la escuela; a los adultos que salen de un penal; y a los policías que son dados de baja por no se confiables.

Permitir a los profesores que convivan directamente con sus alumnos serían acciones reales, pero si los obligan a cuidar grupos de 60 estudiantes, a los educadores solo les queda la simulación y dejar que el problema crezca.   

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