Opinion

La tercia

Francisco Flores Legarda

2015-08-18

Haciendo cuentas de los cuentos, los relevos en las dirigencias de las tres fuerzas políticas que en conjunto suman el bloque de votos mayoritario en este país, se hace la señalización de una ruta hacia el bipartidismo, al estilo americano. La ruta no es obligada pero sí posible. Habida cuenta, la promoción de los empresarios y de las inversiones se ha convertido en la insignia de nuestro tiempo. En lo personal no estoy convencido de esa ruta única.

La crisis del Partido de la Revolución Democrática, estallada por los resultados de los recientes comicios federales, crisis encauzada a través de la dimisión de sus dirigentes, es expresión de una deriva consentida por la corriente folclóricamente denominada “Los Chuchos”, en su mayoría de extracción PST. El PRD conformó alternativa mientras significó la continuidad con el proyecto de la Revolución Mexicana (se entiende, fue fruto de la más importante escisión del PRI ocurrida en 1987 y se convirtió en receptáculo de los descontentos en el PRI).

Esa significación se ha borrado, la disputa por los puestos ha terminado por hacer irreductibles las diferencias. Al correr del tiempo se dieron cuenta de que todos estaban para lo mismo y el reparto no alcanzaba. Lo que ha terminado por desfigurar la fachada del PRD ha sido la firma del Pacto por México. Fieles a su origen paraestatal de la mayoría de “Los Chuchos”, cual Judas se subordinaron al César, dándole la espalda a sus feligreses. Se quedaron con el pastel y se empacharon. Les resultó más rentable subirse al “cabuz” del peñanietismo. Sin inteligencia táctica, se les hizo fácil, por ejemplo, negarle candidatura a Marcelo Ebrard, lo sacaron de la lista ¿A cambio de qué?

Qué se puede esperar del actual PRD, que por los oficios de Manlio Fabio Beltrones y en gratitud con el Presidente se sumen al PRI en el 2018.

Por otro lado, desde su fundación y durante décadas, el Partido Acción Nacional se destacó como oposición leal y testimonial, sin pocos dividendos, servía para desahogo de católicos recalcitrantes, fascistas y hasta algunos liberales. Su historia cambió con otra ruptura, anterior y de mayor calado, la que se dio entre empresarios y el régimen de la Revolución durante los gobiernos priistas de 1970 a 1982. Desde ahí el PAN aseguró fuerza y presencia dentro de la política nacional. Por eso, aunque no sea un partido popular, ni se precie por su estructura, el PAN se ha sabido acomodar como un partido utilitario al servicio de un poder fáctico con expresiones varias: desde grandes empresas, la Coparmex, etc. Por eso no es relevante el impacto mediático de sus deliberaciones internas, como lo es la designación en curso de sus dirigentes. En el 2018 el PAN estará listo para lo que se le requiera o para no usarlo. Todo sea para salvaguardar el sistema democrático y la constitucionalidad, sentencia el Consejero Presidente del INE.

Ya se ha dicho hasta la saciedad: la fuerza del Partido Revolucionario Institucional es su estructura, integradora de intereses diversos con las mismas ambiciones. Un mercado cerrado de influencias, donde se disfruta de las aclamaciones, tanto como de los remedos de casa dinástica: las familias Alemán, Echeverría, López Portillo, Salinas de Gortari y la apoteosis de Atlacomulco: la hija, el yerno, el primo, la sobrina, el tío y los parientes políticos de Hidalgo, más allá, un poco de Sinaloa. Vaya republicanismo.

La inducción de Manlio Fabio Beltrones para convertirlo en dirigente nacional del PRI, la expectativa despertada entre los excluidos, en el fondo obedece a una táctica por preservar la unión partidista, pero no se trata de un cambio de estrategia. El actual sistema político “atlacomulcéntrico” sigue girando, no se equivoquen. Ello no da para superar la actual contingencia económica: el proyecto reformador depende de la afluencia ingente de inversiones al país y la coyuntura económica no le es favorable. Las reformas, en el ánimo de generar confianza, llegaron con retraso y en el momento menos propicio para fructificar en el corto plazo.

El grupo en el poder está apurado, ha puesto todos los huevos en una sola canasta. Se puede soportar la corrupción, la pobreza y la violencia criminal ya endémicas que dañan a los gobernados, pero la ausencia de una cadena de inversiones que cimienten la prosperidad duradera para México, influye en la decisión electoral del 2018.

Es la tercia de un mismo mazo.

X