Opinion

El Chapo, vivo ¿o muerto?

Raymundo Riva Palacio

2015-07-29

Distrito Federal- La síntesis de la estrategia del gobierno de Enrique Peña Nieto en materia de seguridad se puede resumir en una frase: de ventanilla única, como dijo que sería la cooperación con Estados Unidos, a ventanilla multimodal. En dos años y medio, la fuga de Joaquín El Chapo Guzmán lo puso en su lugar. No fue sólo la arrogancia sino la incompetencia lo que lo golpeó. La humillación por la evasión lo hizo humilde y subordinado: tuvieron que aceptar que sin los cazadores de Pablo Escobar, el jefe del Cártel de Medellín que se escapó de la cárcel en 1992, poco iba a poder hacer. A dónde ha llegado sin estar aún a la mitad del camino.

Los cazadores de Escobar son colombianos y estadounidenses, y llegan a México entre llamados de auxilio y presiones de Washington. El gobierno estadounidense ha sido cuidadoso en las formas públicas, pero rudo en las privadas. Para estar convencidos que el gobierno de Peña Nieto no había liberado a Guzmán como consecuencia de un pacto entre ellos, los representantes de la DEA y el FBI lo preguntaron directamente en la Procuraduría General de la República. Si fue una fuga, fue casi la exigencia, ellos tenían que estar en la cacería. Será la parte visible de la cooperación de Washington en la búsqueda de El Chapo; en la invisible participará la Marina estadounidense.

La pregunta es ¿qué hará? ¿Proveerán información de inteligencia solamente? ¿Trabajaran coordinadamente con los comandos de élite de la Marina mexicana para capturarlo? Así fue como lo detuvieron en febrero del año pasado, en una operación conjunta. La DEA aportó la inteligencia, la CIA envió un dron para apoyar en la intercepción final de telecomunicaciones y la Oficina de Alguaciles a sus expertos en la decodificación de esa información, porque el gobierno de Peña Nieto nunca usó los drones que envió Washington a México por la Iniciativa Mérida, y despidió a quienes manejaban la telemática porque sus salarios eran muy altos. O ¿irán más allá?

Ir más allá significa, en castellano, eliminarlo. Esa fue la instrucción que se dio a las unidades encargadas de cazar a Escobar cuando se fugó a mediados de 1992 de la cárcel en Envigado, suburbio de Medellín. No lo querían una vez más como prisionero. El recuerdo de esa fuga no es nostálgico. El grupo de élite que se está conformando para recapturar a El Chapo está integrado a imagen y semejanza de aquél, incluso con algunos de sus miembros más prominentes. Según El Tiempo de Bogotá –el periódico donde la familia del presidente Juan Manuel Santos mantiene una fuerte ascendencia–, el gobierno colombiano envió una “comisión de élite” a México para ayudar a su recaptura.

Entre sus integrantes están los generales retirados Rosso José Serrano, jefe de la Policía Nacional durante el gobierno de Ernesto Samper, y considerado uno de los cerebros detrás del desmantelamiento de los cárteles de Medellín y Cali; Ismael Trujillo Polanco, que fue director de Policía Judicial e Inteligencia, que hoy está incorporada a Interpol y Luis Enrique Montenegro, el jefe táctico en la guerra contra los cárteles colombianos, que fue director del Departamento Administrativo de Seguridad, que era el órgano de inteligencia civil. Los tres, junto con unidades de élite de la Marina y fuerzas especiales del Ejército de Estados Unidos integraron el llamado “Bloque de Búsqueda”, creado por el presidente César Gaviria en 1992, para capturar, vivo o muerto, a Escobar. El Bloque de Búsqueda estaba compuesto por miembros del Ejército, la Marina, la policía y otras áreas de inteligencia colombianas y estadounidenses, y operaba independiente del gobierno. A nadie le informaban lo que hacían o iban a hacer, ni cómo lo iban a hacer. Tenían a su disposición un presupuesto abierto y el permiso para matar. Eso sucedió en diciembre de 1993 con Escobar.

El Bloque de Búsqueda no fue desarticulado después de que lo eliminaron. A partir de ahí, destruyeron el cártel patriarcal que era el de Medellín, y fue trasladado al Valle del Cauca, donde fueron desmantelando el Cártel de Cali, capturando o matando a varios de sus líderes. Después de esas operaciones cesó sus operaciones hasta 2004, cuando lo reactivó el gobierno de Álvaro Uribe para combatir el Cártel del Norte del Valle, heredero de las viejas bandas criminales, y capturar a su líder, Diego León Montoya Sánchez. “Don Diego” fue aprehendido el 10 de septiembre de 2007, y nueve días después se detuvo en la ciudad de México a su principal lugarteniente, Juan Diego Espinoza, “El Tigre”, y a quien era su pareja y en ese entonces señalada como jefa de relaciones públicas de El Chapo Guzmán, Sandra Ávila Beltrán, la llamada “Reina del Pacífico”.

La formación para la cacería de El Chapo Guzmán es una versión mexicana del Bloque de Búsqueda. Las autoridades mexicanas no lo reconocen así porque es tanto como admitir el fracaso de su política de seguridad. Pero los errores por bisoños le han costado alto a la soberanía mexicana que ofrecían defender. Querían ser diferentes al gobierno de Felipe Calderón que desarrolló un colaboracionismo sin precedentes con Estados Unidos, y están hoy peor que lo peor de aquél sexenio. Por sus errores tuvieron que abrir la puerta a un escuadrón internacional que va sobre Guzmán, vivo o muerto, como fue la orden sobre Escobar. A esto hemos llegado.

rrivapalacio@ejecentral.com.mx

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