Opinion

¿Se va Duarte? ¿Y la sucesión?

Luis Javier Valero Flores
Analista

2015-07-25

Son de las imágenes más desoladoras que pueden llegar a admirar los integrantes de la clase política. No hay -o, concediendo, es uno de los peores momentos- otro en que la soledad sea mayor que, cuando se le termina el período gubernamental al, hasta ese día, todopoderoso titular del Poder Ejecutivo.
Unos cuantos meses atrás vive otros momentos de angustia, en los que cree haber alcanzado su máximo objetivo (por supuesto hasta ese día), que en muchos de los casos no lo logra y entonces pasan de la exultación a la tristeza. Tales estados de ánimo los genera la ilusión de poder designar al sucesor de sus glorias en el gobierno.
Tal privilegio le estaba reservado a los presidentes de la República hasta antes del año 2000; y de ninguna manera a los gobernadores priistas hasta esa fecha. De ese año y hasta el 2012 los gobernantes estatales vivieron un período de gloria, no debían servir ni depender del presidente de la República, era del partido contrario; aunque muchos, al fin “institucionales”, siguieron la vieja tradición: Para ellos, “Servirle a México” significaba servirle al Señor Presidente.
Pero todos los mandatarios estatales emergidos del PRI en ese período pudieron influir, algunas veces de manera decisiva, en la designación de los sucesores; más aún, casi eran los dueños de “sus” diputados federales.
El PRI fue en ese entonces el choque y el acuerdo de sus grupos internos reales. De esas relaciones emergieron sus candidatos.
El más poderoso de esos agrupamientos impuso al candidato a la presidencia de la República: El grupo “Atlacomulco”, el que dicen es inexistente pero del cual dan cuenta las crónicas deportivas en todas las ocasiones que su equipo, el Toluca de la Primera División del futbol mexicano, juega como local. Todos los ex gobernadores mexiquenses y el que está en funciones acuden al mismo palco y se “muestran” ante su pueblo.
El gabinete de Enrique Peña Nieto es la vívida representación de aquellos sui géneris porristas: Varios ex gobernadores y ex de todo en el Estado de México son quienes ahora ocupan prácticamente todas las posiciones, con la excepción de las que ocupan los integrantes del otro muy poderoso grupo priista, el de los del Estado de Hidalgo, cuyos principales representantes son Miguel Osorio Chong y Jesús Murillo Karam.
Pragmáticos, los mexiquenses se quedaron con todo el “pastel” de la presidencia y a los grupos de Manlio Fabio Beltrones y Emilio Gamboa les cedieron las Cámaras.
Todo sigue como al principio, Beltrones y Gamboa sólo cambiaron de sede. El problema es que Beltrones termina su gestión en agosto y ya alzó la mano para sustituir a César Camacho en la dirigencia partidista, ya que éste va a la Cámara de Diputados.
Pero otros priistas, según las filtraciones periodísticas publicadas hasta hoy, encabezados por el gobernador mexiquense, Eruviel Ávila, han expresado sus simpatías por el mandatario chihuahuense, César Duarte, quien, al parecer, cuenta con el apoyo, soterrado, de varios gobernadores y, por supuesto, con el de Gamboa Patrón, grupo al que le debe la presidencia de la Cámara de Diputados y la candidatura de Chihuahua.
¿Permitirá el Grupo Atlacomulco que otro priista, ajeno a ellos, dirija el partido, precisamente cuando se van a dirimir 12 gubernaturas el próximo año y alrededor de 7 en 2017? ¿Lo permitirá, de cara a la elección presidencial del 2018?
¿Le permitirían a Eruviel Ávila influir en la designación del dirigente priista habida cuenta que, sin jugar en contra, no forma parte de los atlamulquenses y ya se habla que piensa en la presidencial?
No se necesita ser muy ducho en política para deducir que en todo lo anterior ya está presente la disputa presidencial al interior, no sólo del gabinete, sino de todo el priismo.
Lo más probable sería que designaran a alguien de las confianzas del presidente Peña, o en el extremo, a algún priista que no se le identifique con grupo alguno y, a la vez, sea de las confianzas de los grupos, por ello se menciona al Secretario de Sagarpa, el ex gobernador coahuilense, Enrique Martínez.
¿Ante lo anterior, más allá de las filias y las fobias de cada ciudadano, tiene posibilidades el gobernador Duarte de alzarse como el “segundo” priista del país?
Son pocas, pero el priismo es muy predecible, es probable que en la negociación -que necesariamente deberán realizar todos los grupos- se hablara de “abrirle” otros espacios en el gobierno federal o en la estructura partidaria, pero en el aire estaría la necesidad, para el PRI, de procesar con éxito la designación del candidato a gobernador de Chihuahua.
No la tienen fácil, Juan Blanco, si bien obtuvo un contundente triunfo en el 6o. distrito sería un candidato al que los golpes mediáticos le podrían golpear más en el ámbito estatal que en la pasada contienda electoral y el dirigente Gustavo Madero, quien había expresado su interés de ser Coordinador de los diputados, o candidato a la presidencia de la república, ha declinado para ambas posiciones, lo lógico sería que apareciera como el candidato del PAN a Chihuahua.
Y si estas reflexiones tienen correlación con las encuestas que priistas y panistas efectúan -y que nunca hacen públicas, porque son las que les sirven para hacer trabajo electoral, al contrario de las usadas para la propaganda electoral- en las que la competencia se encuentre muy cerrada, entonces el PRI hará lo que frecuentemente realiza a estos niveles, designar a quien les garantice la mayor rentabilidad, no importa que pertenezca a otro grupo.
Ese pragmatismo es el que hizo gobernador a Eruviel Ávila en el Estado de México, a pesar de no pertenecer al “Atlacomulco”. Era quien aparecía en el primer lugar de las preferencias y de no ser postulado, se hablaba en su momento, podía ser candidato del PRD.
Peña Nieto hizo a un lado a un primo, Alfredo del Mazo 3o., y designaron a Eruviel.
No fuera a ocurrirles lo que en Sinaloa. En dos ocasiones Manuel López (Malova) era el preferido de los sinaloenses en las encuestas. No lo postularon, le otorgaron una senaduría, en la tercera ocasión Malova no los esperó y aplastó al PRI, postulado por el PAN y el PRD.
¿Quién designará al candidato del PRI en Chihuahua?
Patricio no lo pudo hacer, Reyes Baeza se le impuso, pero también Roberto Madrazo, a la sazón dirigente nacional, se basó en al amplio respaldo que tenía el deliciense entre los priistas.
Pero tampoco Reyes Baeza pudo designar a uno de los suyos, Duarte obtuvo los apoyos de Gamboa Patrón, de Beltrones (supongo que también de Peña Nieto, entonces ya desplegando sus oficios al resto del país) y de Beatriz Paredes, su compañera de la CNC y por entonces presidenta nacional del PRI.
Es decir, por lo menos para Chihuahua, a falta de presidente de la república para designar, han sido los dirigentes nacionales quienes lo han hecho. Ahora es priista quien ocupa Palacio Nacional.
Podrá argüirse que en 1998 hubo elección interna, pero todos los principales actores sabían, desde diciembre de 1997, que el presidente Zedillo le había dado luz verde a Patricio Martínez. En 2003, la mayoría de los priistas sabían que Víctor Anchondo ya no gozaba de las simpatías de Patricio para la candidatura y ya la base del PRI le había dado un amplio respaldo a Baeza.
Si tales elucubraciones son correctas, entonces tiene sentido el elevado activismo de los aspirantes priistas.
Por un lado, el Gobernador Duarte “placea” en cuanto acto político puede a los alcaldes Enrique Serrano y Javier Garfio, de Juárez y Chihuahua, respectivamente, al presidente magistrado, José Miguel Salcido (a quien deseamos pronta resignación por la pérdida de su padre, José Socorro) y al nuevo funcionario de su gabinete, el ex alcalde juarense, Héctor Murguía.
Todos ellos han sido muy discretos al momento de inquirírseles sobre sus aspiraciones gubernamentales, no las descartan, no las anuncian, pero hacen lo necesario para recibir los reflectores políticos.
A su vez, las senadoras Lilia Merodio y Graciela Ortiz y el ex alcalde capitalino, Marco Adán Quezada, han expresado claramente sus pretensiones. Merodio y Quezada han agregado, además, su exigencia a fin de que sea una contienda “pareja”.
Pero ninguno de ellos, ninguno, ha dicho que sería buena una elección interna por la militancia de su partido; todos le apuestan a que su presencia, su pasado y su activismo les lleve a ser designados por la dirigencia de su partido, y más en concreto, por el Presidente Peña Nieto.
Si la decisión recayera en el Gobernador Duarte, aparentemente llevaría ventaja Enrique Serrano, es el colaborador que más responsabilidades políticas le ha otorgado. Lo designó Coordinador del Congreso de Chihuahua en la primera mitad del gobierno, lo hizo coordinador de la campaña de Peña Nieto en Chihuahua y lo colocó en la suplencia del senador Eduardo Romero Deschamps, el desprestigiado dirigente petrolero.
Javier Garfio, por su parte, ha sido el suplente de Duarte en la diputación y ha sido uno de los apoyos más sólidos a lo largo de su trayectoria de los últimos años.
Si el PRI decidiera por la priista más cercana a Peña Nieto, optaría por Graciela Ortiz. Merodio pareciera ser la que menos apoyo tendría en los primeros niveles del priismo nacional.
Quezada tiene varias ventajas. Pertenece al grupo que más cerca está de los mexiquenses, gracias a las relaciones del ahora embajador Fernando Baeza, y la cercanía de Reyes Baeza con Osorio Chong le da invaluables ventajas, amén de que, por lo menos en la capital, cuenta con un muy extendido apoyo del priismo de base, lo que hace pensar a más de uno que, a querer y no, encabeza a los priistas inconformes con el gobernador Duarte.
No es una especulación, los enfrentamientos entre Reyes Baeza y César Duarte, -por la deuda, fundamentalmente, pero no sólo- han sido de escándalo y sus repercusiones llegaron muy hondo en la estructura del PRI.
En ese orden de cosas, las posturas y hasta la eventual candidatura de alguna de las senadoras podría darse en la búsqueda de atemperar las encontradas posiciones del baecismo y el duartismo, los dos principales grupos priistas de Chihuahua, aunque aún falta ver si el duartismo existirá fuera del gobierno.

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