Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes
Analista político

2015-07-24

Una linda argentina le dijo a su marido: “Me gustaría hacer el amor afónica”. “¿Afónica? -se sorprendió el porteño-. ¿Qué querés decir?”. Explicó ella: “Sin vos”… Un individuo se presentó ante el juez de lo familiar y le manifestó que quería divorciarse de su esposa. Preguntó el letrado: “¿Por qué?”. Contestó el hombre: “Ella pretende que a estas alturas de mi vida me ponga yo a aprender”. Dijo el juez: “Eso no es causa para pedir la disolución del vínculo matrimonial. Antes bien debe usted estar agradecido con su esposa, que busca su superación”. Repuso el tipo: “No me he explicado bien en eso de que mi mujer quiere que aprenda. El otro día llegué a mi casa y la encontré en la cama con un desconocido. Estaban haciendo toda suerte de acciones eróticas. Me vio ella y me dijo: “¡Aprende!”… Capronio fue al lobby bar del hotel en que se había alojado. Se le acercó una rubia y le propuso: “¿Qué tal una copita, guapo?”. Respondió él: “No bebo, pero está bien: tomemos la copita”. Le dijo luego la mujer: “¿Bailamos?”. Contestó Capronio: “No sé, pero está bien: bailemos”. Después sugirió ella: “¿Vamos a tu cuarto a hacer el amor?”. Replicó el sujeto: “No suelo hacerlo, pero está bien: vayamos”. Terminó el trance y dijo la rubia: “¿Y el dinero?”. Respondió Capronio: “No cobro, pero está bien: dámelo”… El doctor Duerf, célebre analista, daba terapia de grupo a tres señoras y a sus respectivos hijos, niños que se acercaban ya a la pubertad. Les dijo a las señoras: “Hay tres grandes obsesiones que los profanos llaman ‘vicios’: la del alcohol, la del juego y la del sexo. Usted, señora -le indicó a la primera-, está poseída por la obsesión del alcohol. Por eso le puso a su hijo el raro nombre de Etelvino, y le dice ‘Vino’. Usted, señora -se dirigió a la segunda-, tiene la obsesión del juego. Por eso le puso a su hijo el nombre, más raro todavía, de Mocasino, y le dice ‘Casino’. Y usted, señora -se dirigió a la tercera-. La mujer se levantó rápidamente, tomó de la mano a su hijo y le dijo con alarma: “¡Vámonos, Agapito, antes de que este hombre diga cuál es mi obsesión!”… De la falta de cumplimiento de la ley deriva una consecuencia inevitable: la impunidad. En este país el orden jurídico es un total desorden. Los delitos rara vez son castigados, y muchos ciudadanos ya no los denuncian porque saben que eso de nada servirá. México no es un estado de derecho. Las leyes aquí son letra muerta. Es tiempo ya de que eso cambie. En los pasados tiempos era explicable esa ilegalidad: los gobernantes llegaban a sus cargos en forma ilegítima; mal podían entonces implantar la legitimidad. Hemos avanzado algo, y ahora quienes tienen cargos de autoridad o representación los ganan en las urnas, mediante el voto de los ciudadanos. Eso los hace estar legitimados. Deberían entonces apegarse a la ley y hacer que los demás la cumplan. Al parecer, sin embargo, la inercia de la ilegalidad es fuerte, y seguimos apartándonos sistemáticamente del orden jurídico. De ahí la inseguridad en que vivimos, pues una comunidad donde las leyes no se cumplen es por fuerza una comunidad insegura. En ésas estamos… Llegó a su casa lord Highrump y encontró a su poco agraciada esposa lady Uglicia, entregada a locos deliquios de ilegítimo amor con su mejor amigo. Desconcertado le dijo milord al individuo: “Caramba, Busydick: yo tengo que hacerlo por obligación, ¿pero tú?”… Sonriendo picarescamente Rosilita le propuso a Pepito: “¿Jugamos a qué tú eras el doctor y yo la enfermita?”. “Está bien” -aceptó el chiquillo. Rosilita fue a un rincón en penumbra y desde ahí llamó a su amiguito. Le dijo: “Doctor, me siento mal. Necesito que venga a examinarme”. “Lo siento -respondió Pepito-. Los médicos ya no hacemos visitas a domicilio”… Susiflor, una linda secretaria, se quejó con una compañera del mal carácter de su jefe. Le aconseja la otra: “Haz lo que yo. Cuando mi jefe, se enoja cruzo la pierna, me levanto la falda y le enseño la pierna. Con eso se le pasa el enojo”. A los pocos días se volvieron a encontrar. Preguntó la amiga: “¿Cómo te ha ido con el consejo que te di?”. “No muy bien -contestó Susiflor-. Mi jefe es más enojón que el tuyo, y no se conforma con mirar”. FIN.

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