Opinion

De política y cosas peores

Armando Fuentes
Analista político

2015-07-23

El toro estaba de un lado de la cerca; la vaquita del otro. Ella puso en ejercicio todas sus artes de seducción vacuna, y el toro empezó a rebufar y a escarbar la tierra con patas y cuernos. Finalmente, incapaz ya de contener sus rijos, el animal saltó la cerca y quedó junto a la vaquita. "¡Caramba! -comentó ella con un mohín de coquetería-. ¡Se ve que traes deseo y pasión!". "Traía -gimió afligido el pobre toro-. Las dos cosas se me quedaron en la cerca"... El señor llamó al mesero Babalucas. "¡Oiga! -le reclamó-. ¡Hay varias monedas en mi sopa!". "Efectivamente, caballero -contestó el badulaque-. Usted me dijo ayer que no volvería al restaurante si no había cambio en la comida"... Capronio puso en el mostrador de la farmacia la mercancía que iba a pagar: 20 cajetillas de cigarros; ocho sixs de cerveza; dos botellas de ron, dos de tequila y dos de brandy, y cuatro docenas de condones. Le preguntó la encargada: "¿Alguna otra cosa, señor?". "Ah, sí -respondió Capronio-. Un chocolate. Es el único vicio que tengo"... Cierto petrolero texano se casó. Pocos días después buscó a un abogado especializado en divorcios. El letrado le preguntó: "¿Por qué quiere usted disolver el vínculo conyugal?". "No quiero disolver nada -contestó el rudo texano-. Lo que quiero es divorciarme". "Es lo mismo -aclaró el licenciado-. ¿Por qué se quiere usted divorciar?".  Respondió el petrolero: "A veces mi mujer no quiere hacer el amor". Le indicó el abogado: "Su esposa es una mujer con derechos, no una esclava. Al casarse con ella no adquirió usted derechos de propiedad sobre su persona". "Ya lo sé -contestó el petrolero, hosco-. Pero creí que al menos tendría derechos de perforación". Un pobre ciego iba por la calle con su perro. Al llegar a una esquina el can alzó la pata e hizo lo que no debía hacer en una de las piernas de su amo, cuyo pantalón quedó mojado. De una bolsa sacó el invidente un pedazo de pan y se lo ofreció el perro, que se alzó sobre las patas traseras para alcanzar el alimento. Una bondadosa dama felicitó al sujeto. "¡Qué gran corazón tiene usted, buen hombre! -le dijo conmovida-. Su perro le moja el pantalón, y usted, en vez de disgustarse, le ofrece un pedazo de pan". "No se equivoque, señora -respondió con rencoroso acento el individuo mientras seguía ofreciéndole el pan al animal-. Estoy tratando de centrar al desgraciado para darle una patada en los éstos"... El ingenio de los mexicanos no tiene límites. El otro día recibí un mail que decía: "El nuevo dólar". Y venía la imagen de un billete de 20 pesos mexicanos. Pocas veces nuestra moneda se ha visto tan débil y desmedrada. ("Desmedrada" con e, por favor. Y, pensándolo bien, también con a). Cuando las señoras que habitan en la faja fronteriza de México van "al otro lado" a hacer sus compras, ya multiplican cada dólar por 20, tomando en cuenta la taxa, como suelen llamar al impuesto que se aplica allá. La devaluación del peso es continua y creciente; quién sabe en qué vaya a parar. Yo no sé de cuestiones financieras -de las demás cuestiones tampoco sé-, y por lo tanto no puedo decir nada acerca del origen de este fenómeno y de sus posibles consecuencias. Lo que sí sé es que la tal devaluación es una señal ominosa que refleja la gravedad de nuestra situación económica. Y nada indica que las cosas vayan a mejorar. Como dijo el señor cura García Siller, de mi ciudad, al relatar la pasión y muerte de Nuestro Señor: "Así se pusieron las cosas, y ni modo"... Tabu Larasa era una chica despechada. Quiero decir que no tenía nada de busto. Un día halló una vieja lámpara en el desván de su casa. La frotó para limpiarla y apareció un genio. "Te concederé un deseo" -le dijo. Pidió Tabulina: "Quiero tener más grande el busto". "Concedido -respondió el genio-. Cada vez que alguien te pida perdón por algo el busto te crecerá una pulgada". Al día siguiente Tabu tropezó en la calle con un señor. "Perdón" -le dijo el hombre. Ella sintió que le crecía el busto, y se alegró. Por la tarde una señora la rozó al pasar junto a ella. "Perdón" -le dijo la mujer. ¡Una pulgada más de busto! Tabu estaba feliz. Poco después un señor de edad madura la empujó ligeramente al entrar en el elevador. Le dijo muy apenado: "Señorita: le pido mil perdones"... FIN.

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