James C. Mckinley, Jr. y Rick Rojas / New York Times News Service
2016-02-13
Nueva York— Llegó caminando tranquilamente a la comisaría de policía en Manhattan, el 4 de enero; llevaba puesta una sudadera de Harvard, una cachucha de “Wounded Warrior” y placas de identificación militar. Dijo ser Jeremiah Asimov-Beckingham, un veterano de Afganistán, herido en combate, que hoy trabajaba como ejecutivo en una línea aérea. Había llegado a recoger su coche.
Habían retirado se vehículo de la vía pública, creía, como evidencia en un delito aleatorio. Sin embargo, era una estratagema. La policía esperaba atraer a un hombre del que se sospechaba que falsificaba cheques en Cambridge, Massachusetts, para robar 70,000 dólares y el BMW, al que habían rastreado hasta un garaje en Manhattan. Esposaron a Asimov-Beckingham y le levantaron cargos de hurto.
Los investigadores se enteraron pronto que el nombre del señor no era Asimov-Beckingham. Nunca lo habían herido en combate, ni había servido alguna vez en el ejército. Detectives de Nueva York y agentes de Seguridad Interna encontraron un acta de nacimiento en su expediente de inmigración, la cual muestra que su nombre es Jeremy Wilson, nacido en Indianápolis, en julio de 1973. Fue el documento más antiguo en el expediente, así es que le levantaron los cargos con ese nombre.
No obstante, su identidad era un acertijo. Había pasado 25 años robando números de la Seguridad Social y fabricando aliases nuevos, dejando tras de sí una maraña de confusiones y registros falsos. Seis semanas antes, lo habían liberado de una prisión federal en Nueva Hampshire, donde, como Jeremy Clark-Erskine, cumplió una sentencia de seis años por robo de identidad. Sin embargo, tenía más de 27 aliases en cinco estados. Su acta de nacimiento había sido alterada varias veces. Hasta se dudaba de su ciudadanía. Ahora se encuentra en la cárcel en la isla Rikers esperando su juicio.
“Hay tanta desinformación sobre mí, nadie puede decir con absoluta certeza quién soy”, dijo en una entrevista a finales de este mes, en la cárcel.
Para complicar todavía más las cosas, Wilson, de 42 años, ahora decía llamarse Jeremy Keenan y ser hijo del famoso dirigente del Ejército Republicano Irlandés, Brian Keenan. (Keenan murió en 2008.)
Cualquiera que pudiera ser su parentesco, los investigadores dicen que Wilson es un impostor profesional y un hábil falsificador.
Encaja en el perfil de los estafadores que derivan tanto placer en timar a otros como en cosechar una ganancia, comentó Louis B. Schlesinger, un catedrático de psicología forense en el Colegio John Jay de Justicia Penal. Las complicadas fantasías que inventan estos defraudadores tienden a inflar sus egos.
“Siempre es exagerado”, dijo Schlesinger. “Siempre es extraordinario”.
Los delincuentes como Wilson también tienden a carecer de empatía por sus víctimas, dijeron expertos.
“Ese es su reloj; solo da la casualidad de que está en la muñeca de otra personas”, explicó Schlesinger. “Ven el mundo en forma muy diferente a como usted lo ve”.
Sus víctimas más amargadas dicen que tienen un don para hacer que la gente confíe en ellos. Sus mentiras son detalladas y las respaldan con documentos, cheques, cartas, pasaportes, órdenes judiciales falsificados.
La vida de duplicidades de Wilson comenzó pronto. Su familia en Indiana dijo que hizo su primera estafa cuando todavía estaba en la secundaria, en Indianápolis, cuando llegaba a la clase en silla de ruedas para conseguir solidaridad y luego robarles a los alumnos.
Creció en un hogar donde había poco dinero y las figuras paternas eran inconstantes, dijeron familiares. Su padre, Lonnie Wilson, y su madre, Patricia Clark, se separaron cuando él era un infante. Ella se volvió a casar, pero fue una unión inestable.
No mucho después de que Wilson se graduara de la secundaria, su abuelo se hizo cargo de él. Se fugó con el coche y las tarjetas de crédito del viejo, y chocó el automóvil en Colorado.
“Se volvió una persona non grata en la familia después de eso”, dijo un tío, el doctor Charles Clark.
Resultó que Wilson se había llevado algo más que el coche. También había hurtado el número de la Seguridad Social de su primo Brian Clark y había asumido esa identidad, consiguió licencia de manejo y tarjetas de crédito, y hasta hizo efectivo un cheque por 2,000 dólares.
“Es un estafador y sabe cuáles son las preguntas que no hace la gente”, comentó Clark. “Es una de las personas más inteligentes que yo haya conocido”.
Dada la cantidad de veces que han atrapado a Wilson, es difícil decir que su carrera es exitosa. A mediados de los 1990, cumplió sentencias en Ohio y Pensilvania por falsificación y robo. Autoridades de inmigración lo detuvieron durante varios meses en 1999 y 2000, después de que trató de entrar en el estado de Washington desde la Columbia Británica y le descubrieron dos pasaportes falsos en el coche.
En el 2001, lo sentenciaron a ocho años de cárcel en Indiana después de que lo atraparon gastando hasta 7,400 dólares en una franja de clubes y hoteles con tarjetas de crédito que había obtenido bajo una identidad ficticia. Se había hecho pasar por Duncan C. MacDonald, un ejecutivo de Microsoft, dicen autos del juzgado.
En marzo del 2006, escapó de un programa de semilibertad en Indiana y huyó a Canadá, solo para que lo recapturaran en mayo del 2007, cuando intentaba entrar subrepticiamente en Estados Unidos para ver a su madre moribunda, dijeron parientes.
Lo liberaron brevemente un año después, pero lo volvieron a detener en agosto del 2008, después de que se registró en un hotel de lujo en Indianápolis, muestran los autos del juzgado. Había cargado la cuenta de la habitación a una cuenta corporativa de Eli Lilly; había convencido por teléfono al departamento de contabilidad de esa compañía para que le diera la cuenta.
Al estar de regreso en la cárcel en Indianápolis, Wilson pasó los días leyendo extensamente. Su compañero de celda, Uriah Goins, recordó que estaba particularmente interesado en los obituarios y las noticias sobre muertes.
Cuando liberaron a Wilson, Goins lo recogió y lo ayudó a encontrar un sitio donde quedarse. Un amigo, Michael Lafferty, tenía una habitación extra y Goins los presentó.
Lafferty dijo que Wilson se describía como un hombre culto, formado académicamente en el Instituto de Tecnología de Massachusetts, que estaba pasando por una mala racha y tenía un pequeño hijo que estaba muriendo de cáncer.
Tres semanas después, Lafferty reportó a la policía que Wilson había huido con los números de sus tarjetas de crédito, el de la Seguridad Social y un acta de nacimiento original. Wilson se fugó a Chicago con una mujer de 19 años llamada Angela K. Stamm, a quien había conocido en internet.
Ella contó que creyó la historia de Wilson de que era un soldado británico recién licenciado, de nombre Finn Keenan, quien se enfrentaba a ser deportado. Permanecieron un mes en Chicago, donde él atendía un bar, contó ella. Después le dijo que el gobierno “lo había encontrado”. Manejaron hasta Missoula, en Montana, donde él empezó a decir que se llamaba Angus Jocko Ferguson.
Encontraron un lugar donde quedarse con Reid Reimers, un maestro de teatro. Hizo amistad con Reimers y sus amigos porque compartían el amor por el teatro. Dijo haber estudiado en Cambridge, en Inglaterra.
Se desaparecía varios días seguidos y regresaba con bolsones llenos de equipo militar y daba a entender que había salido en misiones con una fuerza de comandos secreta, dijeron Reimers y Stamm, quien ahora usa el apellido Venado. Sin embargo, de hecho, estaba forjando una nueva identidad, dijeron los investigadores. Había obtenido una licencia de conducir con su nuevo alias, y, en Chicago, había cambiado el número de la Seguridad Social de Lafferty por el de Angus Ferguson con una orden judicial falsificada.
Lo aprehendieron cuando iba con Venado y trataba de entrar en la base de la Fuerza Aérea en Malmstrom, cerca de Great Falls, Montana. El guardia descubrió que el coche era robado. Cuando agentes de la FBI lo entrevistaron en la cárcel del condado de Cascade en Great Falls, Wilson seguía fingiendo.
“Cuenta el rollo completo sobre cómo pertenece al Quinto Grupo de Fuerzas Especiales”, dijo el agente especial Ernesto l. Negron.
Antes de que el agente pudiera checar las huellas digitales en una base de datos nacional, Wilson persuadió a Reimers de pagar la fianza y llevarlo de regreso a Missoula. Empacó sus cosas y salió de inmediato, justo una hora antes de que los agentes tocaran a la puerta, contó Venado.
En Nueva York, Wilson está acusado de falsificación y posesión de propiedad robada. También enfrenta cargos en Cambridge, donde la policía dice que abrió una cuenta bancaria con el nombre de Jeremiah Asimov-Beckingham, con una licencia, una credencial de la Seguridad Social y documentos militares de liberación falsos, luego depositó más de 70,000 dólares en cheques de la cuenta de una compañía local de diseño.
Una mañana reciente, Wilson entró a una capilla en la isla de Rikers con el uniforme caqui de la prisión. Se había rasurado la cabeza y usaba una barba pelirroja corta. En forma y compacto, parecía tener menos de 42 años. Tenía adornado el cuerpo con tatuajes celtas. Tenía una marca en la parte trasera de la cabeza, una cicatriz que dijo le hizo una bala de hule.
“La gente tiene una tendencia a no solo creerle a las personas, sino a querer creerle a las personas”, dijo cuando se le preguntó cómo engañaba a sus víctimas. “Y eso es parte de lo que está mal de las cosas que he hecho, porque le quito eso a la gente”.
Habló con franqueza sobre sus delitos pasados, pero no hizo comentarios sobre los nuevos cargos en su contra. No tiene remordimientos, dijo, por haber estafado a las compañías de tarjetas de crédito y los bancos, pero lamenta haber engañado a gente que hizo amistad con él. Cada amistad en su vida estuvo construida sobre mentiras y verdades a medias, contó.
“Esa es la maldad detrás de todo lo que he hecho”, dijo. “Me involucro con personas que no merecen la traición que está por llegarles”.