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Iraquíes regresan a casa desde Europa

Tim Arango / New York Times News Service

2016-02-06

Bagdad— Noche tras noche, Mohammed al-Jabiry daba vueltas y vueltas en su cama en un centro de refugiados en Finlandia, comparando la vida en Europa con la vida en Bagdad. Después de muchas noches en vela, decidió volver a casa.
“En Irak, puedo encontrar una chica para casarme”, razonó Jabiry, de 23 años de edad. “Además, mi mamá está aquí”.
También había pequeñas cosas, que lo impulsaron a regresar, como el alto precio de los cigarrillos y el clima más frío. “En Europa, estaba aislado”, dijo. “La vida en Europa no era lo que estábamos esperando”.
El año pasado, atraídos por informes de prensa sobre el fácil paso a Europa a través de Turquía, decenas de miles de iraquíes se unieron a sirios, africanos y afganos en la gran ola migrante hacia el Viejo Continente. Ahora, miles de iraquíes están volviendo a casa.
Muchos dicen que llegaron a Europa con expectativas impracticables para el éxito rápido. Algunos también dicen que la cálida recepción que tuvieron de europeos el verano pasado dio paso al recelo tras los ataques terroristas de París, perpetrados por el grupo Estado Islámico, en noviembre.
Muchos iraquíes han permanecido en Europa, por supuesto, particularmente aquéllos que fueron desplazados de tierras controladas por Estado Islámico, conocido también como ISIS o ISIL. Además, otros siguen arriesgando todo por cruzar los mares para llegar allá. La semana pasada, los cuerpos de cinco iraquíes que se ahogaron en el mar Egeo fueron devueltos a Kirkuk, en el norte de Irak.
Los que han regresado reflejan en buena medida a otro segmento de la migración: aquellos que se fueron de Bagdad por razones económicas, o meramente por curiosidad después de ver tantos informes de migrantes llegando alegremente a las costas de Europa.
Cuando Jabiry se marchó el verano pasado, dijo: “Yo estaba pensando: ‘No tengo empleo aquí, y nunca terminé la escuela’. Pensé en un futuro mejor aquí; que encontraría un mejor empleo, que continuaría con mis estudios, que ganaría más dinero”.
Agregó: “Estuve llorando el primer día que llegué a Finlandia. Llorando de felicidad”.
A medida que los días se extendieron hasta convertirse en meses –tiempo que dijo haber pasado en su mayor parte ejercitándose en el gimnasio, o pasando el tiempo sin propósito alguno con otros iraquíes en el centro de refugiados–, se dio cuenta de que pasaría mucho tiempo antes de que pudiera obtener un empleo o un hogar propio.
El verano pasado, Facebook estaba lleno de publicaciones sobre hacer el viaje. Ahora, algunos iraquíes en Europa están acudiendo a medios sociales para advertirles a sus compatriotas que no vayan. Un video publicado recientemente presenta a un hombre iraquí quejándose de la comida en Europa y diciendo: “Yo solo estoy esperando mi vuelo a Bagdad, y regresaré pronto. Aconsejaría a todos que no corran el riesgo de venir a Europa”.
La Organización Internacional de Migración dijo que había ayudado a casi 3,500 iraquíes a regresar a casa el año pasado; tan solo una parte del número en general que regresa, ya que muchos así lo hacen con la ayuda de gobiernos locales o embajadas iraquíes en países europeos.
“Desde comienzos de 2016, las peticiones de más ayuda están aumentando”, dijo Thomas Weiss, el jefe de misión de la organización en Irak.
Hace poco, el gobierno iraquí envió una delegación a Europa para que organizara el regreso de los iraquíes, y pudiera enviar aviones en vuelos chárter para traerlos de vuelta.
“Hay grandes números de migrantes iraquíes que quieren regresar de Europa”, dijo Satar Nawrooz, e portavoz del Ministerio de migración y desplazamiento de Irak. “Algunos quieren regresar por razones personales, otros debido a que sus solicitudes de residencia fueron rechazadas o debido al caro nivel de vida. No somos capaces de contarlos a todos porque muchos regresan por sus propios medios y no por los del ministerio”.
Muchos de quienes regresan a Irak también están quebrados, habiendo vendido la mayoría de sus pertenencias para pagarles a traficantes humanos que los sacaran de Turquía, en una peligrosa travesía por mar, hasta Grecia.
“Nuestro sueño era salir del país”, dijo Haitham Abdulatif, de 48 años de edad, quien vendió su Mercedes por 8,000 dólares para costear el viaje que tomó con su hija de 10 años de edad. “De eso se hablaba en todas partes: en la TV, en medios sociales”.
Abdulatif fue oficial en el ejército de Saddam Hussein, pero tras la invasión de Estados Unidos en 2003, y la consiguiente política de ‘debaazificación’, él quedó sin pensión. Después, quedó envuelto en una tragedia, como la mayoría de los iraquíes: Tres hermanos fueron muertos durante la guerra civil de tipo sectario. Sin embargo, él tiene una tía y primo que viven en Estados Unidos, y sus historias lo motivaron a pensar en una vida en otro lugar.
“Ellos siempre solían describirme cómo la vida afuera del país era diferente a vivir en Irak”, dijo. “Están cómodos. Tienen seguridad. Hay oportunidades laborales”.
Él llegó a Bélgica con esto en mente: “Yo estaba previendo que ellos me dieran una casa, un buen empleo, para que así pudiera tener una vida mejor. En esto estaba soñando”.
La realidad, dijo, era muy diferente. Rápidamente gastó los 8,000 dólares que había traído, mayormente en pagos a traficantes humanos, y terminó casi en la quiebra. Odiaba la comida (leche y pan tostado para el desayuno, dijo, y sándwiches de queso para el almuerzo). Además, obtener la residencia y encontrar un empleo aceptable tomaría varios meses, destacó.
Finalmente, acudió a las autoridades del campo y dijo: “Quiero ir a Irak”.
“Quedaron sorprendidos”, dijo. “Pero les dije que prefería morir en mi país que vivir fuera, en un país extraño”.
De igual forma, muchos iraquíes no contaron con la dificultad de terminar en una sociedad liberal de Europa, respecto de una cultura árabe de tendencia conservadora.
“Sentía que no podía vivir en una sociedad abierta”, dijo Aqeed Hassan, de 26 años, quien toca el clarinete y, de vuelta en Bagdad tras haber ido a Finlandia, está intentando obtener un empleo en una banda militar. “Mi esposa tiene la cabeza cubierta, y yo no sentí que les cayeran bien los árabes”.
De cualquier forma, Jabiry dijo que al principio lo trataron con calidez, aunque también como una curiosidad.
“En los primeros días tras nuestra llegada, la gente estaba impresionada con nosotros”, dijo. “Nos tomaban fotografías, nos invitaban a sus hogares. Les gustaba nuestra piel morena y nuestro cabello oscuro”.
Pero, después de los ataques en París, muchos europeos empezaron a considerar que los migrantes eran una amenaza de seguridad.
“Nos volvieron la cara”, dijo. “Yo sentí que el pueblo finlandés realmente ya no nos quería”.
Dijo que no había sido presionado por las autoridades finlandesas para marcharse, pero sí notó señales que aumentaron en el centro de refugiados donde vivió, diciendo que Finlandia pagaría los boletos de avión para volver a casa.
Algunos iraquíes que regresaron tenían afectuosos recuerdos de su roce con la cultura europea, y poco que lamentar por al menos haber intentado una nueva vida.
“Era muy verde y limpio”, dijo Abdulatif. “Fue hermoso. Incluso la moral de la gente: todos nos respetaron. Todos me decían ‘bonjour’ cada mañana. “Era 99.9 por ciento diferente de Bagdad. La gente aquí habla en su totalidad de manera sectaria: él es suní, él es chií, él es kurdo”.
Después agregó: “Ahora considero que la jornada fue algo divertido. No lo lamento”.

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