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Campaña presidencial rumbo a 2016 se llena de… groserías

Matt Flegenheimer y Maggie Haberman / New York Times News Service

2015-11-29

Nueva York— Donald Trump prometió jo**r al Estado Islámico.
El senador Rand Paul se refirió a cualquier trueque entre seguridad y libertad como simple mie**a.
Hasta Jeb Bush, el adusto patricio de la contienda republicana, ha externado un creciente gusto por varias palabras cortas más suaves, añadiéndolas en ocasiones a los comentarios preparados en los cuales se daba paso a algo más moderado.
“¡Somos estadounidenses, maldición!”, gritó recientemente durante una carne asada realizada en New Hampshire, pese a que nadie había sugerido otra cosa.
A poco menos de dos meses del inicio de las votaciones, los precandidatos han arremetido en lo que al parecer son las primarias inaugurales de la profanidad, conformadas por un atestado número de competidores en busca de atención y el fantasma de un neoyorquino malhablado situado en el primer lugar de las encuestas.
Aparentemente las razones de la vulgaridad son diversas –quizá una exhibición de machismo, sobre todo ahora que la seguridad nacional es tan importante, o un indicio de vitalidad, crudeza, la disposición a hacerse oír en medio del bullicio. En ambos partidos, las precandidatas participantes –Carly Fiorina y Hillary Rodham Clinton– no tienen mucha reputación de utilizar dicho lenguaje.
“¿Se le permite a uno decir majaderías?”, preguntó Paul, después de decirlas el 19 de noviembre, siendo recibido con estridentes aplausos durante los comentarios que hizo en la Universidad George Washington.
Pues así lo parece.
Pero los arrebatos dejan claro el grado al cual Trump, el claro marcador del ritmo en cuanto a la vulgaridad en las elecciones, continúa determinando el tono de la contienda. (Aunque según la mayoría de las versiones, en días recientes sus comentarios más provocadores han sido perfectamente publicables –como cuando aseguró, contra toda evidencia, haber visto en Nueva Jersey a miles de musulmanes celebrar los ataques terroristas perpetrados el 11 de Septiembre de 2001 en Nueva York.)
Lo más seguro es que los candidatos que tienen la esperanza de ser más groseros que Trump serán superados. Trump calificó la amistad entre Bush y el senador Marco Rubio como “mie**a política”, y en dos ocasiones dijo en Ohio a una multitud que “pueden apostar los hue**s” a que reanudaría la técnica de interrogación de ahogamiento simulado.
Una reciente entrevista respecto a los hábitos de Trump en Twitter concluyó con la siguiente advertencia: “Trátenos con justicia”, dijo. “De otra manera, les cortaré los hue**s por Twitter”.
Los asesores de Trump ven la influencia que éste ha tenido en el léxico de sus rivales, señalando la palabrota que Paul utilizó este mes y el subsecuente e-mail que envió a sus seguidores en el cual usaba la expresión.
“Rand admira y venera totalmente al señor Trump y copia cualquier cosa que él diga”, dijo mediante e-mail Corey Lewandowski, el director de la campaña de Trump. (“¿Alegar que Rand está imitando a Trump? Eso es realmente… digamos, una farsa”, replicó Dough Stafford, el principal asesor de Paul, quien de hecho repitió el sustantivo excesivo que su jefe había empleado en la Universidad George Washington).
Claro que con anterioridad ha habido momentos indecorosos en la política presidencial. En la campaña de 2000, George W. Bush fue captado diciendo majaderías a micrófono abierto cuando hablaba sobre un reportero de The New York Times. El senador John McCain, el candidato presidencial republicano de 2008 y ex combatiente de la Marina, podía ser bastante vulgar.
Y probablemente a esta campaña electoral le fue robado su posible precandidato más malhablado cuando el vicepresidente Joe Biden decidió no contender. (Su obra maestra: calificar la ley presidencial de atención a la salud como “algo muy importante” con dos palabras altisonantes en medio, durante lo que pensó era un comentario fuera de libreta).
Pero dichos momentos se hicieron públicos en forma accidental. Durante el presente ciclo, tales frecuentes y deliberadas groserías por parte de los precandidatos presidenciales que se dirigen a públicos de campaña parecen no tener precedentes modernos. Se trata de un sorpresivo cambio para un partido cuyo candidato de 2012, Mitt Romney, soltaba expresiones como “el doble palos de hockey” cuando quería ponerse travieso.
Los funcionarios republicanos se han esforzado por adaptarse, preguntándose si el momento perdurará.
“Lo hace porque necesita atención y no puede controlarse”, dijo en torno a Trump Stuart Stevens, quien fue el jefe de estrategas de Romney. “Ninguna de ésas son características por la cuales haya demanda en un presidente”.

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