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Del CrossFit como religión

Mark Oppenheimer / New York Times News Service

2015-11-28

Nueva York— Ali Huberlie, consultora educativa en Boston de 27 años, se despierta todos los días a las 4:45 a.m. para ir a su gimnasio de CrossFit, donde pasa dos horas. Cuando ella y su novio, a quien conoció por medio del CrossFit, salieron en busca de un apartamento, escogieron un vecindario cerca del gimnasio. A principios de este año, siendo estudiante de la Facultad de Administración de Empresas de Harvard, Huberlie escribió un estudio de caso sobre un fundador de CrossFit que fue incorporado en la planta de maestros de la universidad. Y cuando los investigadores de la Escuela de Teología Harvard estaban haciendo un estudio sobre grupos distintos a las iglesias que funcionan como comunidades espirituales, entrevistaron a Huberlie.
“El CroosFit es como una familia: hay risas, amor y comunidad”, dijo Huberlie a los investigadores, quienes la citaron en su estudio, titulado “Cómo nos reunimos”. “No puedo imaginar mi vida sin las personas que he conocido por medio de esta actividad”.
Un gimnasio de franquicia, fundado en el año 2000, el cual ahora cuenta con 13 mil operadores certificados que dan servicio a por lo menos 2 millones de personas que se ejercitan, CrossFit –al igual que la afición a los deportes por televisión y las nuevas tendencias de salud– se ha convertido en pieza central de un estudio en el que los investigadores intentan determinar qué constituye la religiosidad en Estados Unidos.
Después de todo, es sorprendentemente difícil señalar de qué se compone una religión. Huberlie habla sobre su gimnasio al igual que otros hablarían sobre una comunidad que acude a la iglesia o a una sinagoga. Lo mismo sucede con algunos miembros del programa de los 12 pasos y devotos fans del futbol colegial. En un país crecientemente secular, como Estados Unidos, todo tipo de actividades y subculturas dan sentido a aquello que en el pasado, al menos tal como podríamos imaginarlo, era labor exclusiva de comunidades religiosas.
Cualquier criterio que escojamos para definir la religión pronto revelará sus limitaciones. ¿Es sobre la creencia en una deidad? Eso se puede encontrar en el judaísmo y en el cristianismo, pero no se encuentra en muchas de las variantes del budismo. ¿La vida después de la muerte? Los mormones creen en eso, pero muchos protestantes liberales no.
Luego podemos considerar el futbol. Los académicos de la religión señalan que esta actividad reúne a las personas en grandes multitudes para “adorar”, tiene un día sagrado a la semana e incluso tiene sus propias celebraciones anuales como el Draft de la NFL y, por supuesto, el Super Bowl.
Casper ter Kuile y Angie Thurston, los estudiantes de la Escuela de Teología de Harvard que escribieron “Cómo nos reunimos”, fueron los anfitriones de una plática este mes, “¿Es el CrossFit una iglesia?”, con Greg Glassman, cofundador de CrossFit. Unas 100 personas asistieron, la mayoría entusiastas locales de CrossFit, en lugar de estudiantes del ministerio.
Mientras hablaba con la emocionada multitud, los comentarios de Glassman en ocasiones parecían religiosos –“Somos los delegados de algo”, dijo– e incluso mesiánicos.
“Estamos salvando vidas, y salvando muchas de ellas”, dijo Galssman. “Trecientos cincuenta mil estadounidenses morirán el año entrante por estar sentados en el sofá. Eso es peligroso. La televisión es peligrosa. Hacer sentadillas no”. Glassman dijo que se ha abstenido de poner en el mercado su propio equipo de gimnasio debido a que llegaría a afectar a sus proveedores existentes, lo cual sería un “pecado”.
En la colección clásica de ensayos del año 2000 “Religión y Cultura Popular en Estados Unidos”, los académicos argumentan que actividades tan diversas como la afición a “Star Trek”, novedades dietéticas y el futbol podrían constituir lo que es una religión. Pero cualquier cosa que crea una comunidad y genera una apasionada devoción puede constituirse como una religión, ¿Acaso la palabra pierde significado? Si todo es religión, entonces quizás nada lo sea.
Para Joseph L. Price, quien enseña religión y cultura popular en la Universidad Whittier en California, el criterio clave es si una actividad en específico establece una visión del mundo.
“¿Hasta qué punto esa visión de mundo de los adeptos al CrossFit es determinada por sus prácticas, sus aspiraciones por el cuerpo perfecto, o por llegar a ser el hombre o la mujer con la mejor condición física del mundo?”, dijo Price en una entrevista reciente. “¿Acaso su aspiración a una buena condición física da forma a su visión de cómo el mundo está ordenado y organizado?”
Utilizando esta lógica, uno puede ver cómo los fans de “Star Trek”, con su profundo interés en la ciencia y en la cosmología, podrían calificar como religiosos. Pero los miembros de un grupo de amigos que se reúnen cada semana para desayunar en alguna cafetería, en contraste, aunque podrían sentirse felices y confortados debido a su ritual, no son, por mera virtud, religiosos.
Claro que ésa es sólo una manera de responder a la pregunta de qué es una religión. En la discusión de Harvard con Glassman, ter Kuile, quien planea hacer una carrera en el ministerio para los “nones”, como se les llama a quienes no están afiliados a ninguna religión, ofreció otro criterio.
“Lo que más nos sorprendió fue la manera en que las personas llevaban a sus hijos al gimnasio”, dijo Ter Kuile, “o la manera en que a los diferentes ejercicios del día se les daban nombres de soldados caídos en batalla. Son todas estas cosas que uno esperaría ver en una iglesia: recordar a nuestros difuntos por medio de alguna especie de ritual, y la conformación de una comunidad intergeneracional”.

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