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La tecnología ‘usable’ y el control de la salud

Jane E. Brody / New York Times News Service

2015-11-21

Nueva York— Al igual que mucha gente que creció mucho antes de que las computadoras personales y los teléfonos celulares se volvieran ubicuos, nunca había probado un controlador de salud. Ya sé que camino alrededor de ocho kilómetros al día, además de mi nado diario. Mi peso es estable dentro de un rango de casi un kilo. Prefiero seguir rindiendo cuentas sólo a mí misma, no a un artefacto tecnológico.
Sin embargo, varios de mis compañeros juran por sus controladores de salud, y los expertos dicen que adultos mayores están entre quienes pudieran beneficiarse más de ese tipo de artilugios.
Elise Bloustein, habitante de Brooklyn de 62 años de edad, llama al Fitbit que ha usado desde Navidad “mi pequeño susurrador de la salud”, que pregunta: “¿Has caminado hoy?”. Eso le había dado a ella “hambre de caminar”, dijo, llevándola a triplicar su kilometraje diario, mejorar su dieta y deshacerse de casi seis kilos que ella había cargado desde el nacimiento de su primer hijo.
Al sincronizar el aparato con su iPhone a través de una aplicación sin costo y registrando la comida que consume, ella ha aprendido a equilibrar el consumo con el uso de calorías y a comer más fruta, vegetales y fibra. Además, usa el aparato para vigilar la cantidad y calidad de su sueño mientras se esfuerza por siete sólidas horas de ojos cerrados por la noche.
“Como abogada, paso el día sentada ante mi escritorio en la computadora o al teléfono. Había leído que mientras más tiempo pasas sentado, más pronto mueres. El Fitbit me alienta a levantarme y moverme. Actualmente promedio de 65 a 70 kilómetros por semana, tan solo caminando”.
Bloustein hizo que su hermana de 61 años, trabajadora social de educación secundaria en San Francisco, se enamorara igualmente del control de salud. En vez de conducir para hacer mandados, su hermana ahora camina para alcanzar el número de pasos que fija como su objetivo diario.
El principal motivador de quienes aman al control de buena salud es a todas luces la palmadita en la espalda que les da cuando alcanzan sus objetivos. En las palabras de mi amiga Fran Saunders: “De alguna forma es genial cuando zumba porque has alcanzado tus 10,000 pasos, particularmente cuando eso ocurre y aún es temprano”.
Esta industria en crecimiento de tecnología usable –el Fitbit ahora tiene abundante competencia, incluidos aparatos de Jawbone, Garmin, Nike y Misfit– ha registrado rápidas ventas, particularmente entre adultos jóvenes “con la suficiente motivación para querer un aparato y ser capaces de pagarlo”, escribieron Mitesh S. Patel y colegas en la Universidad de Pensilvania en la revista médica JAMA.
Ay, notaron los expertos, estas son las personas que menos necesitan un empujón tecnológico para mejorar su salud. “Los individuos que pudieran beneficiarse más de estos aparatos son probablemente mayores y menos acomodados”, escribieron, incluyendo a aquéllos que son sedentarios o tienen algún mal crónico y pudieran beneficiarse de más actividad.
Lo que es más, dijo Patel en la entrevista, para que la mayoría de la gente sostenga un cambio que promueva salud en la conducta, “debe combinarse con efectivas estrategias de compromiso”, como refuerzo social de familiares, amigos o colegas, o incentivos financieros de empleadores.
Bajo la Ley de cuidado accesible, los empleadores pueden usar una parte de los dólares del seguro de salud de los empleados para financiar programas de bienestar en el lugar de trabajo, permitiéndoles absorber una parte o todo el costo de aparatos usables. Sin embargo, para que los trabajadores se beneficien de ellos, “necesitan tener participación en el juego y quizá obtener algún tipo de recompensa al final del mes si se alcanzan los objetivos”, dijo Patel.
Factores más allá del número de calorías puras que entra y sale pueden incidir sobre el peso de una persona. Algunos han informado en línea que usar un controlador de salud era contraproducente, dando como resultado aumento de peso. Mulholland, tutora de 24 años de edad en Chicago, escribió que “como ya estaba caminando de 16 a 24 kilómetros al día en mi escritorio de pie, eso me dijo que yo podía comer 2,200 a 2,400 calorías diarias”. Pero, en vez de perder peso, dijo, lo ganó, y después de seis meses, dejó el aparato de monitoreo de salud.
Mulholland no está sola entre desertores del aparato. En un sondeo entre 6,223 individuos por parte de Endeavor Partners, empresa de investigación, asentaba que más de la mitad de quienes compraban un sistema de monitoreo de salud lo había dejado de usar, en tanto un tercio lo abandonó a los seis meses.
Personas diferentes necesitan estilos diferentes. Los motivados por la competencia, por ejemplo, pudieran gozar de concursos de kilometraje con otros colegas o con participantes en grupos anónimos con base en la web.
El equipo de Pensilvania sugirió que los usuarios pudieran “formar equipos que suministren apoyo entre compañeros y promuevan una sensación de responsabilidad” para mantener la nueva conducta, “quizá apuntando a que todos alcancen una dosis mínima de actividad en vez de meramente recompensar a los marchistas”.
Rikke Duus y Muike Cooray, profesores de la facultad de negocios en Reino Unido, entrevistaron hace poco a 200 mujeres que usaban Fitbits, en su mayoría de manera constante. En The Conversation, sitio académico, los investigadores observaron que el aparato “tenía un profundo impacto en la toma de decisiones de las mujeres en términos de su dieta, ejercicio y la manera en que se desplazaban de un lugar a otro”. Muchas dijeron que a menudo tomaban rutas más largas para llegar a su destino.
Tres cuartas partes de los usuarios, la mitad estadounidenses, también informaron que habían empezado a consumir comida más saludable, porciones más pequeñas y menos comida para llevar. No obstante, Duus, profesor en University College London, dijo en entrevista que hay un lado oscuro del aparato en cuestión.
“Al principio, era un aliado muy útil, pero luego de un tiempo, muchos se sintieron bastante controlados por el aparato, sintiéndose presionados a alcanzar sus objetivos diarios y sintiéndose culpables cuando no lograban hacerlo”, dijo. “Se volvió más sobre alcanzar objetivos que hacer lo que es bueno para uno”.
Cuando las mujeres no estaban usando el aparato, se sentían “desnudas” y que cualquier actividad que practicaran se estaba desperdiciando, dijeron los investigadores. Si no podía registrarse, ¿por qué molestarse en siquiera hacerlo?
Cooray, profesora en la Facultad de negocios Ashridge-Hult, dijo: La gente necesita administrar su relación con la tecnología y no volverse dependiente de ella. Se tiene que desarrollo el propio sentido de lo que es bueno y la capacidad para darle seguimiento a eso”.
Los medidores de salud usables varían en precio –desde aproximadamente 49 dólares hasta $250– así como en precisión técnica”, destacó Bloustein. “Sea que es preciso o no, me mantiene en el sitio que deseo estar”.
Para quienes están interesados en ahorrar dinero, un estudio de la Universidad de Pensilvania, publicado en febrero en JAMA, arrojó que la mayoría de las aplicaciones para teléfono inteligente eran justamente tan precisas como un aparato que se puede usar para registrar la propia actividad física.
“Comparado con el 1 a 2 por ciento de los adultos en Estados Unidos que posee un aparato usable, más de 65 por ciento de los adultos porta un teléfono inteligente”, haciendo que este último sea una forma mucho más disponible y más accesible de monitorear conductas de salud, dijo Patel.

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