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Héroe de Segunda Guerra Mundial atribuye importante victoria a la suerte

Andrew Higgins / New York Times News Service

2015-11-21

Alesund, Noruega— Tratándose de un hombre que salvó al mundo, o al menos ayudó a que Adolfo Hitler nunca se apoderara de una bomba nuclear, Joachim Ronneberg, de 96 años, tiene una sorprendente y poca heroica opinión de las fuerzas que escribieron la historia.
“Hubo muchas cosas que simplemente se dieron gracias a una buena fortuna y por casualidad”, dijo Ronneberg sobre la misión de sabotaje que realizó en 1943, en la que hizo estallar una planta en Noruega que era vital para el programa nuclear de la Alemania nazi. “No había ningún plan. Sólo esperábamos que todo saliera bien”, según agregó Ronneberg, el más condecorado héroe noruego de la Segunda Guerra Mundial.
A Ronneberg, líder y único miembro sobreviviente de un equipo comando de la Segunda Guerra Mundial que destruyó la única fuente de agua pesada de los nazis, un extraño fluido necesario para producir armas nucleares, le fueron celebradas sus hazañas en una popular película de 1965 llamada “Los héroes de Telemark”, estelarizada por Kirk Douglas. También ha sido condecorado con una gran cantidad de medallas militares y reconocido, de manera tardía, con una estatua y una exhibición en un museo de su ciudad natal en la costa oeste de Noruega.
M.R.D. Foot, el historiador oficial del servicio de sabotaje e inteligencia militar de Gran Bretaña, el ejecutivo de operativos especiales que organizó la misión de Ronneberg, describió la redada a la planta Norsk Hydro, la cual producía agua pesada, en el territorio de Noruega ocupado por los nazis, como un “golpe” que “cambió el curso de la guerra” y que es merecedora de la “gratitud de la humanidad”.
Pasaron años antes de que Ronneberg se enterara del propósito verdadero e importancia de su trabajo. Todo lo que los británicos le dijeron, antes de dejarlo caer en una montaña cubierta de nieve en Noruega, dijo, fue que una hilera de tuberías en la planta Vemork necesitaba ser destruida.
“Sólo me dijeron que era muy importante y que teníamos que hacerla estallar”, dijo, recordando sus proezas en la guerra, ahora en la pequeña sala de su casa, llena de fotos de su familia, incluyendo un retrato grande enmarcado de su esposa, fallecida el año pasado. La única pista de su pasado son unos cuantos libros y revistas en un estudio adyacente dedicado a la historia de la guerra.
Según Ronneberg, en aquel entonces él no sabía nada sobre física nuclear, agua pesada o las ambiciones de varios países por construir una bomba nuclear. Sabía que Gran Bretaña había perdido más de 35 hombres en un desastroso intento por sabotear la planta Norsk Hydro, pero no tenía idea de por qué era tan importante deshabilitar una remota fábrica en las montañas, cuyo único producto que salía de ella, hasta donde se sabía, era fertilizante.
“La primera vez que me enteré de las bombas atómicas y del agua pesada, fue después de que los estadounidenses dejaron caer la bomba en Hiroshima y Nagasaki” en 1945, dijo. “Luego comenzamos a enterarnos sobre el motivo de nuestra redada”. Así que si dicha misión hubiera fallado, Londres habría terminado “igual que Hiroshima.” Este tardío entendimiento de lo que estaba en juego “fue una gran satisfacción”, dijo.
Aunque por mucho tiempo celebradas, particularmente por cineastas británicos, las hazañas de Ronneberg y los otros nueve noruegos involucrados en mermar el proyecto nuclear de los nazis se dieron a conocer apenas este año en Noruega, cuando NRK, la televisora del estado, transmitió “La guerra del agua pesada”, una miniserie de seis episodios que se convirtió en una sensación nacional. La estatua de Ronneberg frente al ayuntamiento en Alesund fue erigida el año pasado para celebrar su cumpleaños número 95.
Inscrito en la base de la estatua hay un mensaje –“La paz y la libertad no deben darse por sentadas”– que Ronneberg dice fue ignorado por muchos en Noruega, donde los dolorosos recuerdos de colaboración con los nazis por parte del líder del país en ese entonces, Vidkun Quisling, y su régimen fascista, han socavado el entusiasmo por escudriñar más de cerca el pasado.
Ronneberg dice que es “increíble” que los ejecutivos de Norsk Hydro, muchos de los cuales trabajaron muy de cerca con los nazis, nunca fueran procesados por su traición en tiempos de guerra. El tema es aún muy delicado para una compañía que sobrevivió a la guerra y que se convirtió en uno de los pilares de la economía noruega, al grado que la serie de televisión que se transmitió este año alteró los nombres de los directores de Norsk Hydro que colaboraron con Hitler.
Siendo periodista y administrador de la televisora nacional durante buena parte de sus años posteriores a la guerra, por muchas décadas Ronneberg evitó hablar en público sobre la misión de 1943, pero le preocupaba que los noruegos más jóvenes supieran tan pocas cosas sobre la guerra, por lo que empezó a ser más abierto al respecto durante la década de los setenta, y desde entonces ha dado pláticas con regularidad en las escuelas.
“Se habla mucho sobre ‘nunca volver a repetir la historia’, pero es imposible si no recordamos lo que sucedió en ese entonces”, dijo Ronneberg, cuyos tres hijos han optado por carreras profesionales fuera del Ejército. El recordar, según agregó, será más difícil cuando las personas de su propia generación lleguen a morir. “El reto a futuro es que será muy difícil hacer que las personas se interesen en la historia cuando no quede nadie vivo de quienes fueron testigos de la misma”.

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