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Cómo enseñar la paz desde la primaria

Julie Scelfo / New York Times News Service

2015-11-21

Nueva York— Desde hace muchos años ha habido un flujo continuo de titulares sobre las enormes necesidades de los estudiantes universitarios en materia de salud mental y su lucha con la ansiedad y la falta de resistencia.
Ahora, un creciente número de educadores están tratando de impulsar la capacidad emocional en los planteles universitarios, pero piensan que donde esto realmente tendría mayor impacto es en las escuelas primarias.
En muchas comunidades, los maestros de primaria, los orientadores y los administradores están adoptando lo que llaman aprendizaje social y emocional (ASE), proceso mediante el cual el individuo se hace más consciente de sus sentimientos y aprende a relacionarse de manera pacífica con los demás.
¿Se siente hecho a un lado? ¿Enojado con su madre? ¿Le da vergüenza hablar durante las clases? Los defensores del aprendizaje social y emocional afirman que esos sentimientos no son cuestiones de poca monta que haya que pasar por alto en favor de aprender a escribir, leer y contar. Consideran que, a menos que manejen apropiadamente las emociones, los niños no podrán alcanzar plenamente su potencial académico.
“No es solo cómo se sienten, sino cómo van a resolver un problema, ya sea un problema académico, un problema con sus compañeros o un problema de relación con sus padres”, explica Mark T. Greenberg, profesor de desarrollo humano y psicología en la Universidad Estatal de Pennsylvania.
Haciéndose eco del concepto de “inteligencia emocional”, popularizado a partir de 1995 por el éxito del libro de Daniel Goleman del mismo nombre, Greenberg agrega que “la capacidad de llevarse bien con los demás es realmente el cemento del desarrollo humano saludable”.
Los niños de hoy no solo se enfrentan a las dificultades inherentes del crecimiento, sino también a un ambiente cada vez más lleno de pruebas, con menor tolerancia a las explosiones físicas del temperamento y a la amenaza permanente de la violencia. (El año pasado, el presidente Barack Obama afirmó que los tiroteos en las escuelas se estaban “convirtiendo en la norma”.) Además, la pobreza y la desigualdad de ingresos crean onerosas condiciones emocionales para muchos niños.
“Las trayectorias neurológicas del cerebro que lidian con el estrés son las mismas que sirven en el aprendizaje”, afirma Marc Brackett, director del Centro de Inteligencia Emocional de Yale, centro de investigación y enseñanza. “Las escuelas se están dando cuenta de que tienen que ayudar a los niños a entender y manejar efectivamente sus sentimientos.” Y agregó: “Como país, queremos que nuestros niños tengan más logros académicos, pero no podremos hacerlo si los chicos no están sanos emocionalmente.”
El aprendizaje social y emocional, también llamado educación del carácter, adopta no solo la regla de oro sino también la idea de que todos experimentan una gama de sentimientos negativos y positivos. También les da a los niños las herramientas necesarias para detenerse y pensar al enfrentarse a un conflicto. Asimismo, les enseña a promover la empatía y a mostrar amabilidad, introduciendo el concepto de responsabilidad compartida en el bienestar del grupo.
Los estudios han encontrado que promover la capacidad emocional y social se relaciona directamente con mejores resultados en la vida de los estudiantes. Un análisis realizado en 2013 entre 213 programas de aprendizaje social y emocional, en los que participaron 270,000 estudiantes desde jardín de niños hasta preparatoria, publicado en la revista Child Development, encontró que los participantes mostraron capacidades sociales y emocionales, actitudes y comportamientos significativamente mejorados con respecto del grupo de control, así como un avance de 11 puntos en los percentiles de logro académico.
En un estudio reciente, investigadores de la Universidad Estatal de Pennsylvania y de Duke examinaron 753 adultos cuya capacidad social había sido evaluada unos 20 años antes, cuando estaban en el jardín de niños. La puntuación por compartir, cooperar y ayudar a otros niños casi siempre predecía si la persona se graduaría a tiempo de preparatoria, obtendría un título universitario, tendría empleo de tiempo completo, viviría en viviendas públicas, recibiría asistencia pública o habría sido arrestado o detenido siendo menor.
Greenberg, uno de los autores del estudio, dijo estar sorprendido por lo mucho que la capacidad social superaba a otras variables, como clase social, primeros logros académicos y circunstancias familiares en lo que se refería a predecir resultados.
“Esto nos dice que las capacidades que están detrás de lo que estamos sometiendo a prueba –llevarse bien con los demás, hacer amigos– realmente son capacidades maestras que afectan todos los aspectos de la vida.”
Aun más, también se ha identificado a las relaciones positivas, la capacidad emocional y la resistencia como una ayuda para evitar las enfermedades mentales.
En la escuela pública 130, en Brooklyn, Nueva York, donde la mayoría de los estudiantes tienen derecho a un almuerzo gratuito, un grupo de tercer año recientemente se sentó en círculo y organizó una lluvia de ideas, por segundo día consecutivo, para ver qué medidas podían tomar para evitar que un chico agresivo de otro grupo causara problemas durante el almuerzo y el recreo. Una niña de nueve años dijo que “se sentía asustada” cuando el niño la perseguía y la atrapaba; Leo, niño de ocho años con zapatos de lona anaranjados brillantes, relató agitado que el niño se había sentado a su mesa, sin invitación, y había causado tanta conmoción que suscitó sanciones por parte de un asistente de la cafetería.
“¿En qué te molesta a ti realmente?”, le preguntó una niña de suéter rosa, tratando de aclarar las cosas tal como se le había enseñado.
“Porque nos quitó diez minutos del recreo”, respondió Leo, con la voz henchida de indignación.
Para promover la ciencia y la práctica del aprendizaje social y emocional, investigadores de Yale establecieron el Aprendizaje Académico, Social y Emocional en 1994. Bajo la dirección de Roger P. Weissberg, éste se trasladó a la Universidad de Illinois en Chicago en 1996.
Basándose en muchos años de investigación, el grupo estableció lo que considera las cinco metas del aprendizaje social y emocional para los estudiantes:
- Autoconsciencia: La capacidad de reflexionar en los sentimientos y pensamientos propios.
- Autogestión (o autocontrol): La capacidad de controlar las acciones y los pensamientos propios.
- Conciencia social: La capacidad de sentir empatía por los demás, de reconocer las indicaciones sociales y de adaptarse a distintas situaciones.
- Capacidad de relación: La capacidad de comunicarse, de hacer amigos, de manejar desacuerdos, de reconocer la presión de los compañeros y de cooperar.
- Toma de decisiones responsable: La capacidad de tomar decisiones saludables respecto de la conducta propia, ponderando al mismo tiempo las consecuencias en los demás.
A pesar de la creciente demanda de aprendizaje social y emocional, también hay preocupación de que pedirles a los profesores que aborden los sentimientos le reste un tiempo valioso a los estudios académicos.
Hay materias muy importantes, como ciencias, historia, arte y música, que “ya están carentes de oxígeno”, señaló en un mensaje de correo electrónico Robert Pondiscio, miembro de número del Instituto Thomas B. Fordham, centro de investigaciones sobre política educativa de tendencias ce derecha. “Es fácil reconocer la importantes del aprendizaje social y emocional. Es más difícil identificar e implementar intervenciones en el plan de estudios que tengan un efecto mensurable en ellos. Así pues, ‘lo que funciona’ tiende a definirse en función de ‘lo que me gusta’ o ‘lo que creo que funciona’”.
Quienes sientan escepticismo de usar tiempo de la escuela para atender las emociones deberían darse una vuelta por la escuela pública 130, donde el pasillo afuera del salón de tercer año está decorado con dibujos hechos por los estudiantes, que muestran sus aspiraciones para el año lectivo en curso.
Un niño espera “hacer nuevos amigos”. Otro quiere “ser amable y ayudar”.
¿Y qué hay de Leo, el niño frustrado por haber perdido diez minutos de recreo?
Debajo de un autorretrato en acuarela, en el que su cuerpo está pintado de naranja, él escribió: “Mi esperanza para este año es ser mejor en matemáticas.”
Si las estrategias del aprendizaje social y emocional dan resultado, él estará mejor equipado para alcanzar esa meta.

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