Michael Kimmelman / New York Times News Service
2015-10-09
Stuttgart, Alemania— Con ataques incendiarios en contra de campamentos de refugiados y resistencia de los propios socios políticos de la canciller Ángela Merkel, no es difícil encontrar agoreros pronosticando complicaciones para ciudades alemanas que absorben a buscadores de asilo. Pero, en esta ciudad pacífica y pragmática, sinónimo de conocimiento alemán y gigantes corporativos como Bosch, Porsche y Mercedes, es posible tener un atisbo a algo más: un futuro más optimista.
Aquí, la migración ha sido largamente un motor del crecimiento, así como la integración es la base del orgullo cívico. Los problemas que Stuttgart enfrenta son los que prósperas ciudades por todo el mundo comparten actualmente, incluidas las estadounidenses; una escasez de vivienda accesible y el tipo de apartamentos que convienen a la demografía en evolución de las personas que los ocupan.
El mensaje desde Stuttgart es que los migrantes hacen falta, incluso son bienvenidos. El desafío es construir una ciudad en la que ellos puedan vivir.
“Las ciudades en auge son ciudades de integración”, dijo Gari Pavkovic, hijo de un trabajador invitado de Croacia que llegó aquí hace varias décadas. Pavkovic maneja actualmente la inmigración para el gobierno de la ciudad.
Palomeó números. Cuarenta por ciento de los 600,000 residentes de Stuttgart (o 60 por ciento de la población menor de 18 años) viene del extranjero, el doble del promedio nacional. Tras la II Guerra Mundial, jornaleros extranjeros reconstruyeron la industria local: primero italianos, después griegos, españoles, yugoslavos, turcos. Y siguen viniendo. Alrededor de 20,000 recién llegados vienen anualmente, sin contar la ola actual de sirios y otros. Los inmigrantes representan una de cada tres nuevas empresas.
Tras la II Guerra Mundial, Mercedes y Bosch erigieron pensiones para trabajadores invitados. Pero, para los años 70, cuando Manfred Rommel se volvió alcalde, dirigentes políticos y líderes empresariales adoptaron una táctica diferente, integrando a migrantes a comunidades existentes en el centro de la ciudad. Stuttgart acogió un urbanismo de crisol.
Wilfried Porth, miembro del consejo directivo de Daimler y director de relaciones laborales de la empresa, recuerda Stuttgart como un lugar hosco hace varios años.
“Entonces, italianos y españoles y turcos trajeron la vida del café a las calles”, dijo. “Físicamente, tangiblemente, esto se convirtió en una ciudad mucho más amigable, una ciudad más abierta”.
Con base en Porth, Daimler ahora está cubriendo capacitación en el idioma, puestos de aprendiz y acceso a deportes y otros clubes realmente cruciales para el tejido social en Alemania - contribuyendo con un esfuerzo más amplio con miras a darle velocidad al proceso de integración para nuevos migrantes. La esperanza es evitar el error que ciudades del oeste alemán y otras partes de Europa han cometido, facilitando algo similar a una cultura paralela de alienados trabajadores invitados para ocupar aislados bolsones de ciudades.
“Necesitamos, tan rápidamente como sea posible, integrar refugiados a barrios y suministrarles habilidades y la capacidad de solventar vivienda aquí”, enfatizó Porth.
Dicho eso, Daimler no está en el negocio de la vivienda, en tanto Stuttgart, como Berlín, Nueva York, Londres y París, enfrenta una escasez de vivienda.
Líderes de la ciudad quieren combatir la mancha urbana, pero altísimos costos de construcción, regulaciones ambientales a lo largo de Europa que desalientan edificios altos, un inviolable cinturón verde alrededor del centro de la ciudad y poca tierra en manos públicas dificultan en su totalidad la construcción de nuevos apartamentos aquí.
Sin embargo, quizá el mayor obstáculo a largo plazo sea que Stuttgart necesita nuevo pensamiento con respecto a la forma y mezcla de sus apartamentos.
Un número desproporcionado de nuevas viviendas a lo largo del país se construye para familias nucleares, pero con base en el Instituto Federal de Demografía de Alemania, más de la mitad de los moradores de ciudades alemanas viven solos. En “Complejo de vida”, Niklas Maak, autor y crítico de arquitectura para el Frankfurter Allgemeine Zeitung, destaca que las familias nucleares representan actualmente tan solo entre 14 y 20 por ciento de los hogares en grandes ciudades alemanas como Berlín y Múnich; casi un grupo marginal”, nota, e incluso así “este suceso social difícilmente se refleja en políticas de vivienda”.
“Las formas de vivienda ofrecidas a los residentes de una ciudad cada vez tienen menos que ver con la vida que se desarrolla en ellas”, concluye Maak. La afluencia de migrantes musulmanes que querrá viviendas para familias extendidas desfasa la balanza incluso todavía más.
Christine Tritschler es una joven planeadora urbana en Stuttgart. “Es una crisis que los refugiados no crean pero vuelven más aguda”, dijo. “No se ha pensado suficiente, y por mucho, en nuevos tipos de vivienda. Cada vez más gente quiere vivir en el centro de la ciudad - trabajadores, estudiantes, familias, gente mayor - en formas que las estrategias actuales de vivienda no abordan”.
El tema no es único de Stuttgart. Tras la reunificación, la superabundancia de vivienda de Berlín hizo de esa ciudad un imán para gente joven. Una bonanza de grandes y baratos apartamentos impulsó el ambiente cultural de Berlín, pero esto aceleró el aburguesamiento.
Funcionarios de la ciudad no se dieron cuenta de cuándo el superávit de viviendas se convirtió en un déficit.
Ahora, los dirigentes de Berlín están luchando por proveer alrededor de 6,000 unidades nuevas, a precios accesibles, al año. Pero, ¿de qué tipo?
Un par de proyectos recientes en Berlín por parte de jóvenes arquitectos replantean la economía y configuraciones de edificios de apartamentos. Los diseñadores - Ifau y Jesko Fezer, Heide & Von Beckerath - completaron hace poco un bloque de seis pisos llamado R50, con fachada de madera y balcones envolventes: un desarrollo comunal de bajo costo que hacía énfasis en espacios compartidos y unidades flexibles. Por el momento, refugiados sirios están ocupando algunos de esos espacios compartidos.
El otro proyecto, llamado Spreefeld, es obra de un equipo de empresas, Carpaneto, Fatkoehl y BAR. Mezcla la vida comunal con oficinas comerciales y sin fines de lucro, espacio verde público y salas comunes en el primer piso. Los refugiados también han encontrado un refugio en calma en Spreefeld.
El objetivo del desarrollador, Christian Schoening, es un modelo de vivienda accesible, adaptable y colaborativo, construido en consulta con el barrio. Construirlo cuesta menos por pie cuadrado que la nueva vivienda pública de menor costo en la ciudad, con base en funcionarios.
Justamente de la misma importancia es que la vivienda flexible y comunal proporciona un modelo potencial para una población creciente de migrantes musulmanes con familias extendidas que no encajan en el modelo nuclear.
“Tenemos que adelantarnos y empezar a pensar en los próximos 10 a 20 años”, destacó Schoening. “No solo podemos centrarnos en la crisis inmediata, porque la población está cambiando la manera en que vivimos, y esto es un tema a largo plazo”.
En Stuttgart, Isabel Fezer, una subalcaldesa, hizo eco del pensamiento: “Los desafíos sociales y urbanos van de la mano”, dijo. “En esta ciudad, tenemos muchísima práctica integrando gente, y hemos tenido algunas complicaciones específicas con migrantes debido a ello, pero, si no podemos darle vivienda a todos, entonces tendremos problemas sociales. La vivienda es el tema principal”.
“Los migrantes son un desafío y una oportunidad”, agregó. “En este punto, son ambos. Sin embargo, están aquí para quedarse”.
Concluyó: Así que debemos asegurarnos que esto se convierta en una oportunidad, porque es nuestro futuro”.