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El feminismo revolucionario de las Panteras Negras

Salamishah Tillet / New York Times News Service

2015-10-03

Nueva York— El Partido de la Pantera Negra en su mejor momento, cerca de 1968: jóvenes hombres afroamericanos usaban boinas negras y sacos de piel, afros asombrosos, levantaban el puño en las universidades, había altavoces en las esquinas de las calles y rifles en los escalones del Capitolio de California.
Para 1970, Tom Wolfe había glorificado dichas imágenes como “radicalmente chic” en el famoso artículo de portada para la revista New York al escribir: “Éstos no son negros (sic) a favor de los derechos civiles que vistan trajes grises tres tallas más grandes”, añadiendo: “¡Éstos son hombres de verdad!”.
Desde la cobertura mediática hasta la memoria popular, la mayoría de las representaciones del Partido de la Pantera Negra se han concentrado básicamente en sus líderes del sexo masculino, los fundadores Huey Newton y Bobby Seale, y el ministro de información, Eldridge Cleaver. Sin embargo, para finales de los años 60 las mujeres conformaban más de las dos terceras partes del grupo iniciado en 1964 en Oakland como el Partido de la Pantera Negra de Autodefensa, con muchas de sus principales medidas dirigidas a descontentos hombres afroamericanos jóvenes radicados en las ciudades.
Como nos recuerda el nuevo documental de Stanley Nelson, “Las Panteras Negras: la vanguardia de la revolución”, ya disponible, el partido tuvo dificultades con estas contradicciones de género con las cuales se fundó. Al alcanzar las mujeres todos los niveles de la organización, los líderes del sexo masculino respondieron de manera ambivalente a la presión de ellas en busca de igualdad.
La estrategia del partido en los medios continuó valorando las imágenes de sus hombres revolucionarios. Sin embargo, para comienzos de la próxima década, Newton empezó a incorporar exigencias de igualdad de género y sexual como parte de la plataforma del partido –a pesar de que, como muestra la película de Nelson, sus acciones personales hacia las mujeres pudieran haber contradicho violentamente su filosofía progresista.
“Al iniciar el documental sabíamos que a principios de los años 70 las mujeres eran la mayor parte del partido”, dijo Nelson en entrevista telefónica. “Pero también sabíamos que por lo general la historia no se cuenta así, así que contar lo anterior se convirtió en uno de los objetivos”.  
Lo mismo que sus pares del sexo masculino, las mujeres jóvenes ingresaron a las Panteras Negras porque creían en su plataforma de autodefensa armada para poner fin a la brutalidad policiaca y a la violencia estatal. Se veían a sí mismas como “vanguardistas”, activistas militantes de la igualdad económica y política de los afroamericanos en este país y aliadas de los movimientos comunistas en Cuba, China, Mozambique y Vietnam.
Pero, al igual que tantos otros de su generación, las mujeres negras buscaban en forma activa organizaciones que desafiaran los estereotipos sobre género existentes en la sociedad más amplia. Y debido a que muchas de estas mujeres se comprometieron a erradicar las actitudes tanto racistas como sexistas, algunas encontraron en las Panteras lo que estaban buscando.
“Yo diría que todas las mujeres que fueron atraídas al Partido de la Pantera Negra eran feministas”, dijo Ericka Huggins, la viuda del asesinado líder de las Panteras John Huggins y la primera mujer en abrir un capítulo del Partido de la Pantera Negra, en New Haven, Connecticut, donde fungió como subdirectora. En entrevista telefónica Huggins prosiguió, aclarando: “No de la manera en que se ve hoy al feminismo, en la cual hay que ir paso a paso para declararse feminista. Pero en general creíamos en la igualdad política, social, económica y sexual de las mujeres y las niñas”.
Tal vez fue la intervención estatal, no divina, la que creó el vacío político que permitió a las mujeres ascender hasta posiciones de poder en el partido. En 1969, cuando funcionarios policiacos nacionales y locales desataron sus ataques más fuertes y violentos contra los líderes de las Panteras, hicieron más que nada blanco en los hombres.
“No creo que en San Francisco y Oakland la Policía tomara muy en serio a las mujeres como líderes debido a su propio machismo”, dijo Kathleen Cleaver, quien fue la primera persona en ocupar la secretaría de comunicaciones de las Panteras y ex esposa de Eldrige Cleaver. En consecuencia, “muchos de los hombres del partido terminaron arrestados, en el exilio o el clandestinaje, o muertos”.

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