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La paciencia del Talibán tras la toma de Kunduz

Joseph Goldstein / New York Times News Service

2015-10-03

Kabul, Afganistán— La mayor victoria estratégica del talibán durante su larga insurgencia al parecer se desarrolló en cuestión de horas: al amanecer, unos cuantos cientos de combatientes insurgentes entraron a la capital de la provincia norteña de Kunduz desde tres lados y, para la tarde, ya la dominaban.
Pero, aun cuando fue una perturbadora victoria, difícilmente ocurrió de la noche a la mañana. Señales de una decisiva e innovadora campaña del talibán en el norte, y en Kunduz en particular, pudieron verse alrededor de dos años atrás.
Programada para coincidir con el retiro estadounidense, una afluencia constante de combatientes insurgentes, una serie de sondeos y pacientes tomas de territorio, así como una campaña de corazones y mentes que aprovechó el sentimiento hacia el gobierno, con el tiempo le entregó al talibán el mayor premio de la guerra.
Más allá de preguntas con respecto a por qué fuerzas entrenadas por estadounidenses colapsaron tan rápidamente, los problemas que sacó a colación esa campaña a largo plazo de incursión talibán iluminan una amenaza potencialmente grave para el gobierno afgano, respaldado por estadounidenses:
La vasta aversión de los insurgentes a los ataques totales en contra de grandes ciudades pudiera no haber sido porque ellos nunca lo pensaron posible, sino meramente porque no estuvieron preparados sino hasta ahora.
Lo que es más, la provincia de Kunduz difícilmente es el único lugar en Afganistán donde el talibán ha empleado tácticas similares en torno a capitales provinciales este año. Apenas este miércoles, hubo nuevas inquietudes de que los insurgentes pudieran estar amenazando la capital de la provincia de Baghlan, justo al sur de Kunduz, donde la gente estaba suficientemente preocupada como para empezar a evacuar la ciudad.
El cerco de Kunduz empezó de lleno hace dos años, a medida que los militares estadounidenses empezaron a retirarse de la provincia en el verano y otoño de 2013.
Hicieron falta tan solo minutos para ver las señales en Dashte-Archi, distrito al noreste de Kunduz, por ejemplo. Ahí, Fuerzas Especiales de EU habían construido una fuerza policial étnicamente diversa, reclutando uzbecos y turcomanos y ubicándolos en áreas pastunes.
Pero, a medida que soldados de Fuerzas Especiales condujeron fuera de la provincia, recibieron informes radiales de que el gobernador de distrito había sido asesinado, y que la policía había abandonado sus bases.
“Funcionaba siempre que tuvieras un equipo de Fuerzas Especiales allá, y al momento que se marcharon se vino abajo y regresó al protocolo”, dijo Ted Callahan, en esa época asesor civil de las Fuerzas Especiales y actualmente asesor de seguridad en el norte.
El talibán lanzó una serie de ataques a lo largo de toda la provincia. A veces, bombas magnéticas eran pegadas a vehículos del gobierno. Llegaban oportunidades para ataques sorpresivos en retenes de la policía, y otro poquito de territorio caía bajo el dominio talibán.
En esos lugares, no solo en Kunduz, sino a lo largo del norte y el oriente, el talibán asumió un enfoque calculado y nuevo para el gobierno, mismo que involucraba cierta flexibilidad y aportación local. Algunos talibán permitían la educación de las niñas, incluso la distribución de útiles escolares; lo cual parece un gran cambio respecto de un grupo que se volvió conocido por la destrucción de escuelas.
Obaidulá, juez talibán de 27 años de edad, entrevistado en junio, quien encabezó una corte en la provincia de Badajshan, al oriente de Kunduz, describió a un talibán más flexible que ya no dependía del castigo corporal por estar bien afeitado o escuchar música. “Nuestra mentalidad ha cambiado”, dijo Obaidulá en una entrevista en la cárcel tras su captura. “Nos dimos cuenta de que tener una postura estricta no conduciría al éxito, así que cambiamos”.
Quizá un aspecto de mayor importancia es que el talibán tuvo el cuidado de navegar la díscola política étnica el norte de Afganistán, que es mayormente tayika y uzbeca, con asentamientos concentrados de pastunes.
Tradicionalmente, el talibán se había apoyado en los pastunes para sus miembros, pero en el norte en años recientes ha jugado un taimado juego de reclutamiento de inconformes líderes étnicos. A veces, eso ha equivalido a darle apoyo a un líder tribal de los tayikos en una disputa sobre dólares para el desarrollo en contra de un vecino uzbeco más poderoso. En otras partes, el talibán dio órdenes a milicianos uzbecos de países vecinos para operar en el norte de Afganistán, lo cual atrajo a gente de origen uzbeco a su causa.
“Yo soy hazara”, dijo por teléfono un comandante talibán involucrado en la captura de Kunduz, Mohammadulá Sadat, identificándose como miembro de un grupo que tradicionalmente ha sufrido una terrible persecución a manos de pastunes. “Todos estamos peleando hombro con hombro bajo una sola bandera, que es el islam. Estamos luchando por el islam, no por un grupo étnico en particular”.
Incluso los turcomanos, uno de los grupos étnicos de Afganistán más pequeños y aislados, empezaron a unirse al talibán en números considerables este año en cuatro provincias a lo largo del norte. Fue una decisión tomada en buena medida porque estaban insatisfechos con su representación marginal en el gobierno, dijo Alá Nazar Turcomano, miembro del Parlamento.
De hecho, la expresión local para unirse al talibán –“se fue a las montañas”– insinúa un acto de protesta, removiéndose a uno mismo del mundo gubernamental.
Con el tiempo, a medida que las aldeas lanzaron su suerte con el talibán, el cordón de los insurgentes alrededor de Kunduz se volvió más estrecho. Para el año pasado, la ciudad se sentía tan sitiada que oficiales de policía se resistían a conducir en vehículos marcados del gobierno, por temor a que un combatiente talibán en motocicleta le pegara una bomba magnética.
A veces, el talibán no tenía que matar al policía para abrirse paso. En febrero del año pasado, el servicio de inteligencia afgano, la Dirección Nacional de Seguridad, conocida como NDS, informó que estaba investigando a docenas de oficiales de policía en Kunduz por haber cooperado con el talibán, a veces incluso vendiendo su munición.
A medida que los ataques empezaron a subir a comienzos de este año, los residentes y oficiales a lo largo de todo el norte de Afganistán empezaron a informar que el talibán al parecer tenía más combatientes en el norte que en años pasados. Una parte de eso, se dijo, era del reclutamiento local entre diversos grupos étnicos.
Cientos de insurgentes empezaron a llegar del sur, alegando que eran jornaleros migrantes para la cosecha de amapola para opio, dijeron algunos oficiales. Además se informó que más combatientes extranjeros han vendo desde Pakistán, evadiendo una ofensiva militar allá.
“Kunduz era su enfoque justo desde el principio”, dijo Abdulá Abdulá, quien junto al presidente Ashraf Ghani encabeza el gobierno de unidad en Kabul, en una entrevista del miércoles.
“Los terroristas extranjeros –algunos tayikos, uzbecos, uigures, chechenos, de todas partes–, ellos lograron llegar a Kunduz”, dijo, agregando: “En ese momento, Kunduz no era un foco rojo. Sin embargo, sabíamos lo que estaba evolucionando, lo que estaba por ocurrir, porque estos grupos terroristas habían encontrado su camino allá”.
Para la primavera, el talibán había empezado a probar a la misma Ciudad Kunduz, en su mayoría pasando por Chahar Dara, el distrito a su oeste. “Ellos entraron por la ciudad, pero fueron detenidos… u optaron por detenerse antes de llegar al centro de la ciudad”, notó Thomas Ruttig, codirector de la Red de Analistas de Afganistán, organización de investigación y centro de análisis estratégico.
Durante todo el tiempo, las autoridades de provincias hicieron sonar la alarma, advirtiéndole al gobierno de Kabul que la provincia estaba al borde del colapso, pese a un gran número de fuerzas gubernamentales y milicias nominalmente a favor del gobierno, guarnecidas en la ciudad.
Cuando efectivamente llegó el ataque a Kunduz este lunes, el talibán difícilmente tuvo que pelear para abrirse paso y entrar. La facilidad con que capturaron la ciudad dejó a algunos de sus defensores luchando por explicarlo.
Si el gobernador y director de la NDS no estuvieran involucrados, ¿cómo podría haber ocurrido esto?” dijo Mir Alam, comandante de una milicia que se retiró de Kunduz, este lunes.
En tanto, Abdulá habló de investigar una infiltración de las fuerzas de seguridad de la ciudad.
“Hay una parte que sabemos, que ellos infiltraron la estructura de seguridad y lanzaron la operación desde adentro de la ciudad”, dijo en entrevista. “Ellos tomaron por sorpresa a todos en plena noche. Eso debe ser investigado más adelante. Pero, por el momento, el enfoque está en cómo recuperar Kunduz”.

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