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El valor del sentido del oído

Jane E. Brody / New York Times News Service

2015-10-03

Nueva York— La audición de Mark Hammel quedó dañada cuando rondaba por los veintitantos por disparos de ametralladora cuando sirvió en el Ejército israelí. Sin embargo, no fue sino hasta décadas más tarde, a los 57 años, que recibió su primer auxiliar auditivo.
“Fue muy alegre, pero también muy triste, cuando contemplé cuánto me había perdido todos esos años”, dijo Hammel, psicólogo en Kingston, Nueva York, en una entrevista. “Podía oír suficientemente bien sentado frente a frente con alguien en un cuarto tranquilo, pero en público, con ruido de fondo, sabía que la gente estaba hablando, pero yo no tenía ni la más mínima idea de lo que estaba diciendo. Solo me quedaba ahí asintiendo y sonriendo.
“Con el tiempo, dejé de asistir a reuniones sociales. Incluso conduciendo, no podía oír lo que mi hija estaba diciendo en el asiento trasero. Vivo en el campo, y no podía oír el canto de las aves.
“La gente con pérdida auditiva a menudo no se percata de qué se está perdiendo”, destacó. “Hay mucho de lo que nos hace humanos que es el contacto social, la interacción con otros seres humanos. Cuando eso se corta, llega a un precio muy alto”.
Y el precio que la gente paga es mucho más que social. Como se da cuenta Hammel ahora, “la capacidad de oír es en verdad esencial para la salud general”.
La pérdida de audición es una de las condiciones más comunes que afectan a los adultos, y la más común entre adultos mayores. Se estima que de 30 a 48 millones de estadounidenses presentan pérdida auditiva que disminuye considerablemente la calidad de sus vidas, tanto académica, como profesional y médicamente, así como en la esfera social.
Una persona de cada tres mayor de 60 años tiene pérdida auditiva que reduce la vida, pero la mayoría de los adultos mayores espera de cinco a 15 años antes de buscar ayuda, con base en un informe de 2012 en la revista Healthy Hearing. Y mientras más larga la demora, más se pierde de la vida la persona y más duro puede ser el ajuste a auxiliares auditivos.
En las palabras de Hammel: “Yo había perdido el hábito de escuchar. Después de que recibí el auxiliar, me tomó largo tiempo regresar a la costumbre de prestar atención a lo que la gente estaba diciendo”.
La autora del informe de Healthy Hearing, Debbie Clason, destacó que “mientras más pronto obtenga ayuda para su problema auditivo, más fácil será que su cerebro use las sendas auditivas que ha desarrollado para procesar sonido”.
El Registro Nacional de Psicólogos del Servicio de Salud asienta en un curso educativo en línea que continúa, “Para la mayoría de la gente con pérdida auditiva, las dificultades que enfrentan pueden sembrar el caos en la vida de una persona”. Sin embargo, el registró agregó: “mucha gente que presenta pérdida auditiva no está consciente de ello, no acepta ese hecho, o está reacia a hablar sobre su pérdida auditiva”.
En un gran sondeo por parte del Consejo Nacional sobre el Envejecimiento, dos tercios de los adultos mayores con pérdida auditiva no atendida explicaron su renuencia a obtener un auxiliar auditivo con declaraciones del tipo de “no oigo tan mal” o “puedo arreglármelas sin eso”, y una de cada cinco personas dijo cosas como: “eso me haría sentir viejo” o “no me gusta lo que otros pensarán de mí”.
Sin embargo, aquellos en el sondeo que tenían auxiliares auditivos eran, en promedio, más activos socialmente y con menores probabilidades de estar deprimidos, preocupados, paranoides o inseguros, y sus familiares y amigos tenían incluso mayores probabilidades que ellos de haber notado estos beneficios.
Los hallazgos del sondeo, conducido entre 2,096 personas con daños auditivos y 1,710 de sus familiares y amigos, así como financiado por la Asociación de Industrias de la Audición, grupo de comercio, fueron publicados en 1999, pero los expertos dicen que poco ha cambiado en las actitudes de la gente y el trato a la pérdida auditiva.
Muchos que enfrentan dificultades para oír no se dan cuenta de cuán inquietante es para familiares, quienes típicamente informan sentirse frustrados, molestos y tristes debido a dificultades en la comunicación y malentendidos.
Para la persona son problemas de audición, afectaciones comunes son la confusión, dificultad para concentrarse y pensamientos que distraen, informó Andrea Ciorba de la Universidad-Hospital de Ferrara, en Italia, y colegas en Intervenciones Clínicas en el Envejecimiento. Otros problemas mencionados frecuentemente incluyen una incapacidad para pensar con claridad y dificultad para tomar decisiones.
Cuando la gente no puede oír lo que le están diciendo, pudiera ponerse nerviosa e incluso sospechar que otras personas están hablando sobre ellos a sus espaldas o diciendo cosas que terceros no quieren que ellos oigan. Una consecuencia emocional que es común es la ira, vergüenza y pérdida de autoestima.
Además, se han descubierto vínculos con un riesgo mayor de padecer demencia, lo cual no causa sorpresa dada la disminuida potencia cognitiva entre quienes no se atienden la pérdida auditiva. En un estudio de 2013 entre 1,984 adultos mayores que vivían de manera independiente y fueron seguidos durante 11 años con repetidos estudios cognitivos, “las tasas de declinación cognitiva y el riesgo de daño cognitivo incidental se asociaban linealmente con la severidad de la pérdida auditiva base del individuo”, informaron el Dr. Frank R. Lin del Centro Johns Hopkins de Envejecimiento y Salud y sus colegas en el Grupo de Estudio ABC Health.
De igual forma, pueden existir consecuencias físicas por no atenderse la pérdida auditiva, incluyendo fatiga excesiva, tensión y jaquecas, lo cual pudiera resultar de esforzarse tanto por oír y entender el lenguaje hablado. Un estudio reciente arrojó que la pérdida auditiva en grado moderado a severo se asociaba con un riesgo 54 por ciento mayor de muerte, en tanto la pérdida auditiva tenue con un riesgo 27 por ciento mayor de muerte, comparado con individuos que tienen audición normal. Los individuos afectados también informan de más problema con las comidas, el sueño y el sexo, con base en Deborah Touchette, audióloga en Paradise, California.
La gente en edad laboral con audición pobre tiene probabilidades de ganar menos que aquellos que oyen bien; incluso pudieran correr el riesgo de perder sus empleos si el trabajo depende de buena comunicación.
“Si el jefe dice: ‘No vayas más allá de 15,000 dólares en ese contrato’, y el empleado oye $50,000, hay potencial para problemas”, escribió el registro nacional. Un estudio de 2011 por parte del Instituto Better Hearing, el brazo educativo de la Asociación de Industrias de la Audición, arrojó que la pérdida auditiva sin tratamiento incidía negativamente sobre la productividad, el desempeño y éxito profesional, y se asociaba con una pérdida en ingresos anuales que pudieran ascender a 30,000 dólares. Aquellos en el estudio con pérdida auditiva severa tenían el doble de probabilidades de estar desempleados que las personas con audición normal y casi el doble de probabilidades de no tener empleo que sus iguales que usaban auxiliares auditivos.
Hay también inquietudes de seguridad, para alguien que pudiera pasar por alto señales auditivas que revisten importancia para la supervivencia, como alarmas, cláxones de automóviles y gritos de advertencia, así como el potencial impacto de perderse sonidos como el repique del teléfono, el timbre de la puerta o el reloj despertador.

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