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Llegan miles a Siria para asistir a yihadistas

Eric Schmitt y Somini Sengupta / New York Times News Service

2015-10-01

Washington— Casi 30,000 reclutas extranjeros han entrado ahora en Siria, muchos para unirse al Estado Islámico, el doble de voluntarios en tan solo los 12 últimos meses y evidencia cruda de que el esfuerzo internacional por asegurar las fronteras, compartir inteligencia y hacer cumplir las leyes contra el terrorismo no está disminuyendo las filas de los nuevos combatientes extremistas.
Entre quienes han entrado en el conflicto, o lo han intentado, en Irak o Siria están más de 250 estadounidenses, en comparación con alrededor de 100 hace un año, según funcionarios de inteligencia y fuerzas del orden.
El presidente Barack Obama evaluó la campaña internacional para contrarrestar al Estado Islámico en Naciones Unidas el martes, una explicación pública que se da en tanto que analistas estadounidenses de inteligencia han estado preparando una evaluación confidencial en la que se concluye que casi 30,000 combatientes extranjeros han viajado a Irak y Siria procedentes de más de 100 países desde el 2011. Hace un año, los mismos funcionarios estimaron que la afluencia fue de unos 15,000 combatientes de 80 países, la mayoría de los cuales se unió al Estado Islámico.
Esa valoración desalentadora coincide con que el jueves se dará a conocer, como estaba programado, una investigación congresal, bipartidista, que duró seis meses, sobre los viajes de combatientes terroristas y extranjeros, en la que se concluye que “a pesar de los esfuerzos concertados para detener la afluencia, en gran medida, no hemos podido evitar que estadounidenses viajen a ultramar para unirse a los yihadistas”.
Otras partes de las políticas del gobierno de Obama sobre Siria, así como para combatir al Estado Islámico han tenido también reveses significativos.
Un esfuerzo del Pentágono, de 500 millones de dólares, para entrenar a fuerzas rebeldes para enfrentarse al Estado Islámico en Siria ha producido solo un puñado de combatientes. Rusia ha desafiado los intentos estadounidenses por bloquear la construcción de una nueva base aérea para aviones de combate en Siria _ un tema que Obama discutió con el presidente Vladimir Putin de Rusia en Naciones Unidas el lunes. Y en un rompimiento de la continuidad de la misión, John R. Allen, el general de cuatro estrellas, retirado, que desde septiembre del 2014 funge como enviado diplomático que coordina a la coalición en contra del Estado Islámico, le dijo a la Casa Blanca que dejará el cargo a finales de año.
La concentración en las limitaciones del esfuerzo mundial para combatir al Estado Islámico, también conocido como ISIS, está evolucionando, mientras decenas de miles de refugiados huyen de la lucha en Oriente Próximo y el norte de Africa, incluidos muchos que buscan escapar de la violencia en Siria y de la opresión en las zonas bajo el control del Estado Islámico.
Hace un año, Obama y otros altos funcionarios estadounidenses consumieron muchísimo capital diplomático reuniendo apoyo para una resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas que sea legalmente vinculante, por la cual se obligue a todos los 193 Estados miembros de Naciones Unidas a dar pasos para “prevenir y suprimir” la afluencia de sus ciudadanos a los brazos de organizaciones que cada país considere que son terroristas.
Sin embargo, este mes, Tina S. Kaidanow, la más alta funcionaria en contraterrorismo del Departamento de Estado estadounidense, hizo una recapitulación aleccionadora del problema de los combatientes extranjeros. “La tendencia sigue al alza”, dijo Kaidanow. “Vamos a ver eso por toda una gama de razones”. Principalmente, añadió, por la capacidad sin precedente del Estado Islámico de reclutar y radicalizar a sus seguidores en internet y en los medios sociales.
Hablaron en la reunión del martes en Naciones Unidas, presidida por el presidente, los jefes de Estado y de gobierno de Irak, Nigeria y Noruega; en total, se invitó a 104 países. No se invitó a Irán, dijeron funcionarios estadounidenses.
A pesar de los informes del Pentágono en cuanto a que han muerto alrededor de 10,000 combatientes del Estado Islámico en ataques de la coalición, la organización continúa reponiendo sus filas, ya que atrae a cerca de mil combatientes al mes. Hace varios meses, el gobierno estadounidense evaluó públicamente la afluencia de “más de 25,000”, incluidos por lo menos 4,500 occidentales. Dadas las fronteras porosas en la región, funcionarios estadounidenses enfatizan que sus cifras son estimaciones aproximadas y no recuentos precisos, basadas en informes de los aliados sobre los viajes de sus ciudadanos y otra inteligencia, que varía de un país a otro.
“Para ahora, existe un ‘efecto red’ en el que amistades y familiares están trayendo a otras amistades y familiares”, comentó Daniel L. Byman, un experto en contraterrorismo que es profesor en la Universidad Georgetown e investigador en la Institución Brookings.
En un nuevo informe bipartidista de una investigación de seis meses, el Comité de Seguridad Interna de la Cámara de Representantes critica al gobierno y a sus aliados por no hacer más para combatir la amenaza de los combatientes extranjeros.
“Los socios extranjeros todavía están compartiendo información sobre sospechosos de terrorismo en una forma que es ad hoc, intermitente y, con frecuencia, incompleta”, se dice en el informe de 85 páginas. Se hizo público ahora para coincidir con la reunión en Naciones Unidas. “Actualmente no hay una base de datos mundial con los nombres de los combatientes extranjeros que sea integral”, dice. “Más bien, los países, incluido Estados Unidos, dependen de un sistema débil y fragmentario para intercambiar la identidad de extremistas individuales”.
Algunos analistas de contraterrorismo han identificado lo que dicen es tendencias más positivas. Los más de 7,000 ataques militares en contra del Estado Islámico en Irak y Siria han contenido a la organización en gran medida en su territorio nuclear, dicen, y los esfuerzos internacionales para fortalecer la seguridad fronteriza y compartir información sobre sospechosos de ser combatientes han evitado, en gran medida, que se expanda al ritmo acelerado en el que lo hizo en el verano del 2014.
Otros indicadores también sugieren que está disminuyendo la capacidad del Estado Islámico para reclutar y retener seguidores.
Un reducido número, pero en aumento, de desertores del Estado Islámico están arriesgando represalias y encarcelamiento para hablar sobre su desencanto de la organización extremista, según un informe publicado este mes por el Centro Internacional para el Estudio de la Radicalización en el King’s College de Londres.
“ISIS ya no tiene el impulso en su territorio nuclear en Siria e Irak”, notó Peter Neumann, el director del Centro y un profesor de estudios sobre seguridad en el King’s College. “Ya no es la utopía yihadista siempre en expansión que parecía ser”.
En Gran Bretaña, más de 750 personas han viajado para participar en actividades relacionadas con el terrorismo en Siria e Irak, en comparación con unas 500 hace un año. Cerca de la mitad de ellas han regresado por lo que aumentaron los temores de que pudieran realizar ataques en suelo británico. Y, desde septiembre del 2014, 34 países, incluido Estados Unidos, han aprehendido a combatientes extranjeros terroristas o aspirantes a serlo. En Estados Unidos, hay causas penales en curso en contra de casi 50 sospechosos de ser combatientes extranjeros.
La oficina de contraterrorismo de Naciones Unidas ha recomendado que los países tomen medidas urgentes para interrumpir el viaje de aspirantes a ser combatientes. En este momento, solo cinco de los 21 países de alta prioridad a los que se encuestó exigen información de los pasajeros por adelantado o registros de los nombres, lo cual hace que sea prácticamente imposible parar a los sospechosos que podrían viajar a las zonas en conflicto, en etapas progresivas, en lugar de tomar vuelos directos que podrían inducir el escrutinio.
La mayoría de los países han aprobado leyes para restringir “la incitación” a cometer actos terroristas, pero en algunos lugares esas leyes son tan amplias que evitan la libertad de expresión. La mayoría, no obstante, no tiene leyes que les permitan procesar a los sospechosos de planear viajar a un país a cometer actos de terrorismo o a recibir entrenamiento terrorista; de los 21 países, solo cinco tenían esas leyes.
En medio del torrente de leyes nuevas, las organizaciones de derechos humanos advierten de una posible respuesta negativa si los gobiernos van demasiado lejos en acallar el disenso y, a su vez, lanzan a todavía más de sus ciudadanos a los brazos de los extremistas radicales.
Los esfuerzos por evitar que los combatientes se vayan al Estado Islámico colocan bajo el mayor de los escrutinios a países como Turquía, cuya larga y porosa frontera ha permitido que miles de extremistas crucen hacia Siria e Irak. Turquía ha apoyado abiertamente a algunos rebeldes que han buscado derrocar al presidente sirio Bashar Asad, pero, a últimas fechas, ha enfrentado la ira directa del Estado Islámico.
Bajo presión internacional, Turquía ha incrementado las aprehensiones, los arrestos y el procesamiento de sospechosos de ser combatientes extranjeros, ha compartido más su información con sus socios aliados, y está tomando medidas para mejorar la seguridad en sus fronteras, dijeron funcionarios occidentales.
“Turquía dio un giro y reconoció el impacto de este problema en su propia sociedad”, notó Thomas Krajeski, un ex embajador estadounidense ante Yemen, quien la semana pasada completó un recorrido de un año como asesor sénior sobre combatientes extranjeros terroristas del Departamento de Estado.
Alemania, Marruecos y Túnez han aprobado leyes nuevas por las cuales se penaliza el apoyo a organizaciones, la lucha o el entrenamiento terroristas en las zonas de conflicto. Francia aprobó una nueva ley porque el Consejo emitió el año pasado una resolución por la que se prohíbe que ciudadanos y residentes franceses salgan de territorio francés, si se sospecha que pretenden unirse a una organización terrorista.
Quizá de mayor alcance sea una ley nueva por la que se requiere a las compañías de internet que proporcionen al gobierno francés los metadatos en tiempo real, a solicitud de los organismos de inteligencia, en los casos en los que hay sospecha de terrorismo.
No obstante, Francia todavía no se recupera. Su primer ministro, Manuel Valls, le dijo al Parlamento francés este mes que se cree que 1,800 ciudadanos y residentes franceses están enlistados en redes yihadistas en todo el mundo. De ellos, cerca de 500 siguen en Siria e Irak, y 133 han muerto en combate.

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