Rick Lyman / New York Times News Service
2015-09-05
Budapest, Hungría— En Hungría, cientos de migrantes rodeados por agentes de Policía armados fueron engañados para que abordaran un tren con promesas de libertad, para luego llevarlos a un campamento de “recepción”. En República Checa, la Policía bajó a más de 200 migrantes de un tren y les marcó números de identificación en las manos con plumones indelebles, interrumpiendo la práctica únicamente cuando alguien señaló que la misma era más que semejante a los tatuajes que los nazis hicieron a los presos de los campos de concentración.
Vallas de alambres de púas delimitan las fronteras nacionales de Grecia, Bulgaria, Hungría y Francia. Muchos líderes políticos han avivado el nacionalismo al referirse a los migrantes como forasteros peligrosos cuyas culturas extranjeras y religión musulmana podrían poner fin a las tradiciones propias.
“Fue terrible ver las imágenes de la Policía marcando números en los brazos de las personas”, comentó Robert Frolich, principal rabino de Hungría. “Me recordó a Auschwitz. ¿Y qué tal cuando subieron a un grupo a un tren con guardias armados para que los llevaran a un campamento donde permanecerían encerrados? Por supuesto que hay ecos del Holocausto”.
Los europeos están haciendo frente a una de las peores crisis humanitarias del continente desde la Segunda Guerra Mundial, pero muchos parecen no percatarse de las imágenes que hacen pensar en la época más oscura de su historia.
La crisis migratoria actual no es ningún genocidio. El problema que enfrenta el continente es cómo registrar, albergar, reubicar o repatriar a cientos de miles de migrantes y refugiados, un reto de logística más que difícil. Pero, quizá desde los judíos y la Alemania nazi, Europa no había producido tantas imágenes de personas encerradas en trenes, bebés entregados por encima de alambres de púas, hombres uniformados dirigiendo a grandes multitudes de personas desaliñadas, tanto hombres como mujeres y niños.
Al mismo tiempo, las imágenes podrían revelar una verdad más profunda sobre Europa y su aparente falta de preparación para una crisis con tanto tiempo de gestación: pese a su elogio de las virtudes de los derechos humanos y el humanismo, sigue tratándose, en muchas partes, de un lugar resistente a la migración y a la diversidad.
Como resultado, algunos aquí están reaccionando en formas que hacen pensar en algunos de los impulsos más oscuros del continente.
“Seguramente ignoran el pasado porque nadie haría eso si tuviera un poco de memoria histórica” comentó Kenneth Roth, director ejecutivo de Human Rights Watch. “Es increíble, de verdad. No cabe duda de que las imágenes de los trenes resumen las pesadillas del Holocausto”.
Frolich quedó especialmente impactado por las mentiras utilizadas para manipular a los migrantes.
“Les dijeron que el tren iba para Austria y luego los llevaron a un campamento”, dijo el rabino. “No creo que la Policía haya recibido instrucciones del gobierno para que actuara así, pero es muy parecido a lo que les pasó a los judíos en la década de 1940”.