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Migración en masa de sirios subraya fracaso político en Occidente

Anne Barnard / New York Times News Service

2015-09-05

Beirut— Impresionantes imágenes de desesperación a la puerta de Occidente han puesto por el momento a Siria de nuevo bajo la atención mundial: refugiados hacinados en estaciones de ferrocarril y escalando muros fronterizos; pequeños niños sirios ahogados que la marea arrastra a la playa, una niña con ropa de bolitas, un niño con zapatitos.
Nunca ha sido ningún secreto que tarde o temprano la oleada al alza de refugiados sirios rebasaría a Oriente Medio y se dirigiría a Europa. Pero en las capitales occidentales poco se ha hecho por detener o mitigar el desastre en cámara lenta que ha estado afectando a los civiles sirios y los ha estado obligando a huir.
“En Europa la crisis migratoria es básicamente autoinfligida”, dijo Lina Khatib, investigadora en la Universidad de Londres y hasta hace poco directora del Centro Carnegie de Oriente Medio en Beirut. “Si los países europeos hubieran buscado soluciones serias a los conflictos políticos como el de Siria y dedicado suficientes tiempo y recursos a la asistencia humanitaria en el extranjero, Europa hoy no estaría en esta posición”.
Las causas de la actual crisis son muy claras. Países vecinos como Líbano y Jordania se vieron abrumados ante el número de refugiados y cerraron sus fronteras a mucha gente, mientras que los fondos humanitarios internacionales cada vez distaban más de satisfacer las necesidades. Entonces, las derrotas del Gobierno sirio y otros giros en el campo de batalla enviaron nuevas olas de gente que huía del país.
Al principio algunas de estas personas pensaron que aguantarían en Siria, siendo distintos a los refugiados anteriores, quienes tendían a ser pobres y vulnerables, o buscados por el Gobierno, o procedentes de regiones fuertemente golpeadas al inicio de la guerra civil. Entre quienes están yéndose ahora hay más gente de clase media o rica, más seguidores del Gobierno y más habitantes de zonas que al principio eran seguras.
Uno de ellos, Rawad, de 25 años, un egresado universitario progubernamental, partió rumbo a Alemania con su hermano de 13 Iyad, quien por ser menor de edad podría ayudar a que toda su familia consiguiera asilo.
Ambos caminaron desde Grecia para ahorrar dinero, reportó Rawad vía mensaje de texto, durmiendo en bosques y estaciones de tren junto con familias del norte sirio que se oponían al presidente Bashar Assad.
A gente como Rawad e Iyad se ha sumado un creciente número de refugiados que por un tiempo habían encontrado albergue en países contiguos. Líbano –donde hoy en día una de cada tres personas son sirias– y Jordania han vuelto más estrictas las políticas de ingreso y residencia para los sirios. Aun en Turquía, país más grande y más dispuesto y capaz de absorberlos, las nuevas tensiones políticas internas vuelven incierto su destino.
Al ascender actualmente a 11 millones el número de desplazados sirios después de haberse contado en cantidades pequeñas en 2011, no avanzaron los esfuerzos por encontrar una solución política. Estados Unidos y Rusia reñían en el Consejo de Seguridad mientras aviones de guerra del Gobierno sirio continuaban bombardeando en forma indiscriminada, el Estado Islámico se apropiaba de zonas nuevas, otros grupos insurgentes enfrentaban a fuerzas gubernamentales y luchaban entre sí y se venía abajo la economía de Siria. 
Por años, Yacoub El Hillo, principal funcionario humanitario de Naciones Unidas en Siria, advirtió que con la crisis siria –la “peor de nuestra época”–, el sistema internacional de ayuda humanitaria ha “llegado a su punto máximo”, especialmente conforme siguen apareciendo conflictos de larga duración en lugares como Afganistán, Irak, Somalia y otras partes.
“Tal es el precio del fracaso político”, señaló en Beirut en marzo, donde también declaró que el fallo del sistema de ayuda surge del punto muerto estratégico con respecto a Siria. “Ésta es una afrenta directa a la paz y la seguridad internacionales”.

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