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Jeb Bush, irritado bajo la sombra de Donald Trump

Jonathan Martin / New York Times News Service

2015-09-03

Westhampton Beach, Nueva York— Cuando Jeb Bush visitó el sábado la sinagoga de Hampton, se esperaba que criticara el convenio con Irán y diera una versión corta de su discurso político ante la congregación ortodoxa.
Pero él tenía algo más en mente: los insultos que le lanzó Donald J. Trump.
“Nada más voy a darles una pequeña idea sobre la vida que el candidato de ‘poca energía’ tuvo esta semana”, dijo Bush, refiriéndose a la lacerante burla con la cual Trump lo ha descrito repetidamente.
Después Bush dedicó un minuto y medio a mencionar las ciudades que había visitado desde el lunes –entre ellas McAllen, Texas; Salt Lake City; Denver; Pensacola, Florida; Birmingham, Alabama; Greensboro, Carolina del Norte– y señaló que, esta misma semana, se había levantado a las 6 a.m. para irse a correr cerca de la costa de Virginia con ex integrantes del equipo táctico de la Marina.
“El candidato de ‘poca energía’ esta semana sólo ha estado haciendo campaña 16 horas diarias por seis días con alegría en mi corazón”, dijo.
Pero últimamente Bush no parece estar irradiando mucho júbilo.
El año pasado declaró que sólo buscaría la Presidencia si podía hacerlo con alegría, pero Trump, el inesperado puntero que goza ignorando las reglas tradicionales de la participación política, ha vuelto miserable este verano para Bush.
Está la fuerte presencia del ridículo personal –cuestionando de manera constante el vigor de Bush, evocando la ya retractada aseveración que hizo su madre, Barbara Bush, en el sentido de que “ya tuvimos suficientes Bush” en la Casa Blanca, e inclusive haciendo alusión a la ascendencia mexicana de su esposa al hablar sobre la inmigración.
Pero el tormento llega más allá. Enfatizando las bravatas en vez de las ideas, Trump ha convertido la campaña en un choque de personalidades estilo tabloide amarillista, con una fuerte dosis de provocaciones e insultos. Las pocas políticas que ha mencionado se refieren básicamente a los llamados que Trump hace a los nerviosos conservadores blancos: avivando temores respecto a los inmigrantes, pandilleros y países extranjeros que, en su versión, están eclipsando a Estados Unidos.
En otras palabras, se trata de una contienda que personifica lo que a Bush menos le agrada en torno a la política.
Bush se anima más al debatir políticas. Y lo único que quizá lo apasione más que los temas es su convicción de que los republicanos deben convertirse en un partido incluyente de gran corazón que haga un llamado a las esperanzas de la gente en vez de a sus resentimientos.
“Va a ser difícil”, dijo John McKager Stipanovich, veterano cabildeador de la Florida que conoce desde hace más de 30 años a Bush. “Donald Trump encarna todo en lo que Jeb ha pasado su carrera política tratando de impedir que el Partido Republicano se convierta”.

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